Mi primer contacto con Xela

Rodrigo Pérez Nieves | Política y sociedad / PIEDRA DE TROPIEZO

Mi primer contacto con Xela, en 1982, fue impactante porque aquí mi vida sufrió un cambio radical, aquí nacieron mis hijos. Nunca pensé vivir tanto en esta ciudad de contrastes, basura por doquier, conflictos interculturales, desposeídos en los semáforos y calles.

La Xela de sus bellos paisajes, de su clima y montañas, de sus volcanes en erupción, de sus ríos de aguas negras; de las tortillas y los frijoles, de las xecas con frijol, tamales y atolitos, de las amebas en las carretillas de comidas ambulantes, de los niños con desnutrición; la Xela de los chivos, de los escritores, de los gobiernos municipales mezquinos, de las calles con baches, de los miles de miles de cables en los postes; de las bandas del INVO, del Liceo, de la Patria, y del himno sin sentido (insistamos con la Luna de Xelajú).

La Xela de los deportados, la Xela de los nunca más, de los «tal vez», de los «Dios se lo pague», de los «no tenga pena», de los «fíjese que» de las tradiciones orales k’iche’s y mames, de los cuentos de don Chebo, del Centro Histórico más antiguo de Guatemala; de las procesiones, de las manifestaciones, de los deslaves, de los hundimientos, de las inundaciones, de la Indita y de la cerveza Cabro (me dijo un amigo: la Gallo es de Guate); la Xela del 15 de septiembre, del 7 de octubre, los primeros viernes de cuaresma en las iglesias, del 1 de noviembre en El Calvario, del día de Tecún Umán; la Xela de los indios, costeños y ladinos, chinos, gringos y cucuruchos.

La Xela de los buñuelos, de los paches de papa, de los cuidacarros, de los policías corruptos, de las tiendas con rejas y las palomas del parque. La Xela de los Pac, de los Shell, de los Morales, de los Miralbéz, de los Aguilar, de los Guzmán, de los Velásquez, de los Juan Chapín, de los niños hambrientos y de los medicamentos genéricos; de niebla, de elotes locos, del fiambre, del Pollo Albamar, de Xelapan; del Pasaje Enríquez, de La Bonifaz, de la energía eléctrica deficiente; de los cielos hermosísimos donde dicen que se baña la Virgen del Rosario, de los Maximones y del Cristo «canche» de San Nicolás.

A veces no creemos amar… pero amamos… todo es poco para reconstruir la Xela de mis amores.


Fotografía principal de Harry Díaz, tomada de Visit Guate Maya.

Rodrigo Pérez Nieves

Ingeniero graduado en Alemania, columnista durante 12 años en el periódico El Quetzalteco, con la columna Piedra de tropiezo. Colaborador con los grupos culturales de Quetzaltenango y Coatepeque. Catedrático en la URL en la carrera de Ingeniería Industrial, sede Quetzaltenango. Libros escritos: Pathos entrópico (poesía y prosa), Cantinas, nostalgias de un pasado y el libro de texto universitario Procesos de Manufactura.

Piedra de tropiezo

Un Commentario

Luis Enrique Morales 16/05/2018

Es una buena descripción de Xela, los contrastes.

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