-Byron R.Titus / TRANSFORMACIÓN–
Me preguntas ¿cómo fue crecer en Guate? Ideal hasta que fue trágico, respondo. Hubo una vez una Guatemala distinta a la que aconseja no bajar los vidrios del carro, evitar transporte público, cuidado en el mercado central. No llevar cosas visibles de valor, un teléfono celular, un crucifijo al pecho podrían ser tu sentencia de muerte. Qué desgracia, pienso, miedo diferente pero igual.
Crecí en Gerona, barrio de la ciudad, colindante con el barranco a la zona 5 donde todavía se podía jugar futbol en las calles. Casi todas las familias se conocían, las patojas del barrio fueron nuestros primeros amores platónicos, o las que venían con sus madres de otros barrios al mercadito.
Los mayores del barrio aconsejaban evitar cierta gente de fuera, su prejuicio colonial les hacía creer que de abajo -el barranco- provenía el peligro. Pero no era así, lo habitaban en su mayoría personas trabajadoras y honradas quienes por las mañanas como todos subían a tomar el transporte público. Para nosotros, no había distinción, veíamos en ellos otros patojos para chamuzquear, barranquear y aprender a cruzar por los barrancos a las zonas 5 y 6. Nuestros vecinos del barranco no eran ni más ni menos que otra extensión social. De allí surgieron algunos con los que más adelante compartimos pupitres en la escuela pública Cayetano Francos y Monroy y en el Instituto Nacional Central para Varones.
Días de escuela aquellos, en que tan pronto termináramos los deberes, podíamos salir a jugar a la calle, en casa nos exigían terminar los deberes lo mejor posible, pues al llegar el abuelo nos preguntaría ¿que aprendieron hoy?, y esperaría respuestas razonables. Pocas veces revisó cuadernos para comprobar lo que decíamos, a nuestra corta edad ya existía el sentido de honestidad. En el fondo esa práctica obligaba atención en clase, y en casa solo repasábamos lo ya aprendido.
Frente a casa pasaban dos rutas recorriendo de Gerona al Pilar y al Zapote, nunca supimos de ninguna extorsión ni sufrimos calvarios de tráfico. Nuestro universo era simple, caminable, vivible. La dieciséis avenida era la vena norte-sur, y la catorce calle arteria este-oeste. Fuimos libres y felices en aquella minúscula ciudad hasta que llegó la represión arruinándolo todo. Empezaron por detenernos en la calle «por sospechosos subversivos», catear las casas -según ellos- en búsqueda de «armamento y propaganda subversiva», destruyeron los libros que quisieron, después a torturarnos y desaparecernos. No sabíamos lo que era el terror hasta que llegaron esos días de soldados, judiciales, policías, escuadrones de la muerte, perreras, broncos, paneles y jeeps. Tomaron por asalto el barrio y nuestros sueños, el horror no llegó de abajo ni de los lados, sino del Gobierno disfrazado de escuadrones de la muerte, se autollamaban ojo por ojo, la mano blanca, el Jaguar justiciero, etcétera.
Poco a poco los jóvenes del barrio fueron desapareciendo, muriendo. Los sobrevivientes se fueron, nos fuimos… Así fue mi país, el de entonces, antes del apocalipsis. Hermoso, tranquilo, ideal para crecer hasta que llegó el crimen organizado a ocuparlo, arrasó con la esperanza que según ellos era subversiva y brotaba de abajo -del barranco.
Byron R.Titus

Sociólogo, investigador científico y transformador. Conferencista y asesor internacional. Actualmente director del Regional Resource Center en Webster MA. Fundador y director del Centro de Transformación a la Excelencia. Vivo fuera de Guatemala desde la noche del dia de la virgen de Guadalupe 1975. Mi cumpleaños es el 15 y 16 de julio, resido -hasta que San Juan baje el dedo- en Nueva Inglaterra, EUA. Amante de las artes, particularmente la literatura y la música.
3 Commentarios
Excelente escrito, amigo Byron. No crecí en la ciudad capital, pero recuerdo las visitas de vacaciones a la casa de mis tías en la zona uno, a una cuadra del parque Concordia. En aquello tiempos, Mis primos y yo íbamos a caminar por la sexta avenida, al portal y el parque central. Nunca recuerdo que las tías nos dijeran que había que tener cuidado. La ciudad era tranquila, segura y limpia. Hoy cuando visito mi país, tristemente ya no lo reconozco. Deseo lo mejor para vos en tu faceta de escritor. Un saludo chichicasteco.
Byron, sos un buen narrador de los cambios en esa parte de la ciudad de Guatemala. Se ve que de «Gerona» llegó todo.
Gracias por compartir tus vivencias y a seguir escribiendo la novela que llevas por dentro.
I.O.
Excelente tu apreciación sobre lo tranquilo que fue alguna vez nuestra ciudad capital. Hoy todo cambió, como si hubiéramos progresado al revés.
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