Mi mundo y tu mundo

Rita Ma. Castillo | Arte/cultura / SOMOS ARTE

Ayer venía en el tráfico y me distraje en un semáforo viendo a un payasito como de 9 años. Después de hacer su acto en un semáforo, se sentó a descansar con la mirada cansada, se veía agotado y aburrido, eran las 4 de la tarde aproximadamente y seguro ya llevaba bastantes semáforos trabajados. Ya no pude dejar de observarlo, lamenté no llevar una galleta o algo que poder compartirle, así que solo lo observé y medité lo diferente que fue el mundo para mí a los 9 años. Recordé con nostalgia que para mí a esa edad eso de trabajar «era cosa de grandes» y que lo único que me preocupaba eran las tareas por terminar y que no se me olvidara ponerme la lycra para poder jugar con libertad.

Desigualdad, colores totalmente opuestos los que nos tocaron a él y a mí, qué contrastantes nuestros mundos, qué limitadas sus oportunidades, seguro su conteo de días grises supera los míos a mis casi 34 años. No tiene sentido, no es justo. ¿Por qué él? ¿¿¿Por qué no yo??¿Qué tengo yo y qué le faltó a él? Me explotó la cabeza con un sinfín de preguntas que me invadieron en un semáforo, increíble. Creo que su mirada cansada y perdida se quedó grabada en mi mente, qué mundos tan opuestos. Y me preocupó más el pensar que así como él hay veinte mil payasitos regados en cada esquina, no se requiere ir muy lejos para ver casos iguales, con recorrer la San Juan basta.

Cada uno de nosotros trazamos o dibujamos nuestro destino. Pero es tan diferente cuando tenés toda una paleta de colores, tenés marcadores, crayones, lápices, cuando conocés texturas, podés elegir técnicas o materiales, a cuando te dan un lápiz sin punta y te dicen «hacé lo mejor que podás». Tampoco descarto que muchos hayan logrado, con lo que tienen, hacer una obra maestra, pero, seamos honestos, es la excepción a la regla, es uno en mil casos. Yo, a su edad, también tuve mis limitaciones, pero no tienen ni comparación a las que él podría estar pasando, cosas tan simples como estar descalzo y yo tener unos zapatos de mi talla, cómodos y del color que me gusta. De niña tuve acceso a educación, comida, salud y recreación, y aunque en algunas temporadas algunas cosas eran limitadas, tenía libertad de optar a mejorar mi mundo con apoyo y acompañamiento de mis seres queridos, no tengo memoria de un día en el que haya pasado sin comida o haber dormido en la calle. Qué diferente fue mi mundo, aún lo es.

Ese payasito me dejó pensando toda la tarde, me incomodó, y recordé una ilustración que había hecho hace un par de meses, la cual acompaña este texto. Esta la inspiró un soñador, un niño sin límites, una persona libre y consciente de lo que puede lograr y lo mucho que puede alterar su realidad al tomar en su mano el lápiz y trazar un mejor futuro. Me inspiré en la inocencia de un niño y su poder inventivo, que a veces de adulto limitamos. Al verla, pensé en el payasito y algo chocó en mi mente, pensé qué mundos tan distintos, qué limitados colores les tocan a algunos. Agradecí y me lamenté. El contraste me hizo recordar que tal vez no podamos devolverle colores a algunos, pero tal vez sí podemos sacar la punta a los lápices de otros, y en una realidad nacional como la que estamos viviendo, tan dura, injusta y dramática, aún tenemos nuestros crayones para compartir, aún tenemos punta en nuestro lápiz.

Cómo quisiera dejar de ver tanto niño trabajando en cada esquina, cómo quisiera cambiar realidades, y entonces viene a mi mente que sí vale la pena compartir conocimiento, salud, comida, crear programas de ayuda, alfabetizar a la persona que trabaja contigo o a alguien que sabes que no tiene acceso. Compartir, tomarte el tiempo, abrir los ojos, y si ya compartiste tus crayones, tomar fuerza y seguirlo haciendo. Me niego a pensar que en mi mundo se sigan viendo tantas desigualdades, ya no quiero mundos tan contrastantes, quiero y trabajo por generar oportunidades para otros mundos, trabajo por tener más crayones en mi estuche y poder compartir, para ya no seguir solo pensando en diferencias, sino en ofrecer y compartir igualdad y mundos sin tantos contrastes.

Imagen por Rita Ma. Castillo.

Rita Ma. Castillo

Diseñadora industrial, apasionada por el arte, con ojos curiosos, corazón colorido, coleccionista de historias, relatos y vivencias con extraños. Descubrí el arte como una herramienta sanadora, como una medicina, dicen que las cosas llegan a la vida cuando deben llegar y a mí el arte me encontró y me rescató. Vivo de eso, y amo haber encontrado mi propósito de vida en ayudar al prójimo por medio de mi tesoro, por medio de mi arte, aprendo cada día y me nutro de color, historias y trazos.

Somos arte

0 Commentarios

Dejar un comentario