Mercado verde

-Kristian A. Jörgensen / LA ESQUINA VERDE

Cada día que pasa, más y más empresas están entrando al mercado de los productos orgánicos, presentándose como una opción no solo sana sino, sobre todo, verde, mostrándose como defensores del medio ambiente.

Pero antes que nada hay que definir con cierta claridad, qué se entiende por orgánico. Los criterios varían de país en país y de cultura en cultura, pero normalmente la idea básica es que solo se deben usar fertilizantes y pesticidas “naturales” en los procesos productivos. Sin embargo, que algo sea “natural” no significa que sea lo mejor para la conservación y protección del medio ambiente, mucho menos que resulte más sano para el consumo humano. Existen muchos productos naturales que son dañinos para la salud, o que dañan el medio ambiente, como es el caso del plomo.

Por otro lado, no existen evidencias conclusivas que permitan asegurar que los alimentos llamados orgánicos son más o menos dañinos para la salud de los seres humanos, si se les compara con los elaborados usando métodos más modernos de producción agroalimentaria [1]. Según los estudios existentes, tal parece que los alimentos orgánicos pueden tener niveles marginalmente más altos de ciertos nutrientes, pero también pueden resultar deficitarios en otros. Lo que es totalmente cierto es que, hasta ahora, no hay suficientes pruebas que permitan decir que esos alimentos son más beneficiosos o dañinos para el consumo humano.

En cuanto al medio ambiente, la situación es bastante similar. La Autoridad de Alimentos Sueca, por ejemplo, realizó el año pasado un conjunto de análisis exhaustivos, orientados a combinar y contrastar los resultados de diferentes estudios (metaanálisis) para comparar los efectos e impactos de la agricultura orgánica con la agricultura convencional, considerando mediciones diversas sobre su impacto en el clima, toxicidad, uso del suelo, acidificación oceánica y acumulación de residuos orgánicos en el litoral marino o lacustre (eutrofización) por kilo de alimento producido [2]. Solo en términos de toxicidad hay un beneficio ambiental, mientras que en todos los otros aspectos la agricultura orgánica es equivalente o peor que la agricultura convencional. Pero lo más importante, el rendimiento es mucho menor en el sistema orgánico, lo que significa que hay que utilizar más selvas y afectar los hábitats de fauna silvestre para producir la misma cantidad de alimentos.

Los defensores de la agricultura orgánica podrían objetar estas afirmaciones señalando el hecho de que al medir la producción de alimentos orgánicos por unidad de tierra trabajada los costos resultan más favorables, afirmación que, sin embargo, resulta increíblemente engañosa, ya que en este tipo de producción, para tener un menor costo ambiental, tiene que hacer un uso más extensivo de la tierra, por lo que decirlo es como afirmar que los autobuses son peores para el medio ambiente que los autos porque un autobús utiliza más combustible, sin considerar que transporta muchas más personas por unidad.

De esa cuenta, no hay, pues, evidencia que apoye la afirmación que la comida orgánica es más saludable o mejor para el medio ambiente. En realidad es un simple “lavado verde de capitales”, una forma para expandir el margen de beneficio de empresas multinacionales.


[1] https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5345585/
[2] https://www.livsmedelsverket.se/globalassets/rapporter/2016/miljopaverkan-fran-konventionellt-och-ekologiskt-producerade-livsmedel-nr-2-2016.pdf

Kristian A. Jörgensen

Desarrollador de software, estudiante de Ingeniería Informática en KTH, Estocolmo. Activo en el movimiento por el derecho de los animales (Djurens Rätt) en Suecia y proponente del escepticismo racional.

La esquina verde

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