Mejorando al salud materna, de la mano de las comadronas

-Ana Lorena Ruano / HABLANDO DE SALUD

En Guatemala, más o menos 70 % de los niños no nacen en hospitales, clínicas o centros de salud, sino en sus hogares. Estos partos no son atendidos por obstetras, ni enfermeras sino por comadronas. Alrededor de todo el país, miles de mujeres dependen de la comadrona de su comunidad para recibir cuidados prenatales, para ayudar durante el parto y para revisiones puerperales. En los quince años de hacer investigación en salud pública, he visto que la comadrona es importante dentro de su comunidad, porque presta servicios de salud y porque son líderes capaces de hablar acerca de las necesidades de sus aldeas. Las mujeres de estas comunidades rurales, rutinariamente reportan preferir dar a luz con la ayuda de una comadrona porque son más respetuosas que los médicos o enfermeras que las atienden en los centros de salud. La comadrona no las insulta, no les practica procedimientos médicos sin consultarles y habla el mismo idioma que ellas. Además, las comadronas llegan a sus casas en lugar de hacerlas caminar horas y horas hasta el servicio de salud más cercano.

Las comadronas juegan un papel central en la salud materna del país. Sin embargo, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) se rehúsa a aceptar que, para un gran sector poblacional, son las prestadoras más importantes del primer nivel de atención y a reconocer los conocimientos y la sabiduría que estas mujeres tienen. En ánimos de controlarlas, se les obliga a ir a capacitaciones mensuales obligatorias. En principio, esto no es algo negativo y podría ser una oportunidad para mejorar la calidad de los servicios que ellas prestan, además de formar alianzas fuertes entre líderes comunitarios y el distrito de salud. Sin embargo, estas capacitaciones no se organizan alrededor de mejorar los conocimientos de las comadronas y muchas reportan que llegan a escuchar cosas que ya saben y a practicar habilidades que ya poseen… pero no pueden faltar porque, de hacerlo, perderían su carné de identidad y no podrían registrar nacimientos en el RENAP.

Desde hace ya varios meses, el director del hospital distrital de La Tinta, en Alta Verapaz, le ha declarado la guerra a las comadronas locales. Las tacha de ignorantes porque no tienen títulos médicos y cataloga de ‘pensamiento mágico’ las tradiciones culturales que ellas guardan y reproducen al prestar servicios. Sin embargo, ni él ni el hospital tienen la capacidad de desplazarse hacia las comunidades más lejanas y más pobres, su personal no siempre habla los idiomas locales y, peor aún, el personal del hospital es racista y vulgar. No es poco común escuchar que a una mujer que fue a dar a luz la llamaron ‘puta’ por quedar embarazada de su esposo. Tampoco lo es que les digan vulgaridades acerca de los actos sexuales que supuestamente disfrutaron para hacer al bebé que está por nacer. Esto no es nuevo y este tipo de insultos los vemos en todos los países en desarrollo y en todos los escenarios en donde una mujer pobre, de una cultura diferente a la occidental, asiste a un servicio de salud.

¿Por qué es importante reconocer el trabajo de las comadronas? Porque están allí, día a día, trabajando para que más mujeres tengan el derecho a ejercer una maternidad libre de violencia. Cuando ellas atienden un parto, no obligan a nadie a practicarse una cesárea. Tampoco insultan a sus pacientes ni ponen límites a la cantidad de tiempo que pueden pasar con ellas. A cambio, reciben muy poco: a veces, un pago de Q 50.00.

El MSPAS haría muy bien en integrarlas de forma más abierta y tolerante, respetando sus creencias y sus culturas, y reconociendo que en el contexto de pobreza, aislamiento cultural y geográfico, trabajar de la mano de ellas crea la oportunidad única de mejorar la atención materna, que es la prioridad del sistema de salud, al mismo tiempo que aprende acerca de cómo prestarle servicios a aquellos que están más alejados del sistema, pero que son los que más lo necesitan.

Ana Lorena Ruano

Socióloga por profesión y salubrista por convicción. Pienso que a través de una discusión abierta y honesta, podemos entender y mejorar el sistema de salud.

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