¿Maximiliano murió en El Salvador?

Vanessa Núñez Handal | Arte/cultura / ALGUNA PARTE

Hay una historia que pocos conocen, pero que vale la pena contar. La información la leí por vez primera en un periódico salvadoreño. Desde entonces quedé fascinada ante la posibilidad de que Maximiliano de Habsburgo, emperador de México, no hubiera sido fusilado y que Benito Juárez lo hubiera indultado debido a la pertenencia de ambos a la masonería. La condición impuesta fue, sin embargo, que debía abandonar México de inmediato y nunca revelar su identidad. El destino definitivo de Maximiliano sería El Salvador, en donde cambió su nombre por el de Justo Armas.

La investigación que arrojó esta hipótesis fue llevaba a cabo por el arquitecto salvadoreño Rolando Déneke. Al revelarla, Déneke fue acusado de insultar a México y de poner en tela de juicio la historia mexicana. Y es que, de ser cierta, los fundamentos ideológicos y héroes sobre los que se ha basado dicha nación, se verían afectados.

Justo Armas existió en verdad. Se trataba de un personaje excéntrico, vestido con la elegancia de la moda europea de aquel tiempo, de modales refinados y conversación culta, pero que andaba siempre descalzo. Mi abuela me contó que su falta de calzado se debía a una promesa hecha a la Virgen del Carmen por haber sobrevivido un naufragio frente a las costas de El Salvador. Lo que mi abuela no me contó nunca es que de aquel hombre, que murió en 1936, se rumoró siempre que era un príncipe.

Justo Armas apareció en San Salvador por 1871. Se ganaba la vida impartiendo clases de protocolo a las señoritas de familias adineradas. Dirigía también un negocio dedicado al alquiler de vajillas, copas, manteles, etcétera, para fiestas de gala y banquetes. Y, de manera secreta, se decía, también asesoraba a políticos y presidentes.

A su llegada, Gregorio Arbizú, vicepresidente de la República de El Salvador y conocido masón, fue el encargado de recibirlo. Su procedencia fue un misterio.

Déneke, obsesionado con la historia que oyó narrar a sus mayores, no escatimó en destinar recursos y tiempo a la investigación. Así, mandó llevar a cabo estudios antropomórficos mediante fotografías de Maximiliano y Justo Armas. Los resultados, dijo, arrojaron un 95 % de similitud craneofacial. También, pruebas grafoscópicas indicaron que las firmas de Maximiliano y Justo Armas guardan muchas semejanzas.

Otras de las evidencias que Déneke mencionó en una entrevista ofrecida a El Faro, es la existencia, en manos de distintas familias salvadoreñas adineradas, de objetos personales que muestran el sello real del Segundo Imperio mexicano y que, según sus miembros, pertenecieron a Justo Armas.

Las historias de la época ofrecen además otras referencias. Se cuenta que Justo Armas fue visitado en El Salvador, tiempo antes del fallecimiento del emperador austrohúngaro, Francisco José, hermano de Maximiliano, por dos embajadores de dicho Imperio. El encuentro tuvo lugar en el Hotel Nuevo Mundo y fue presenciado de manera furtiva por Fe Porth, que dominaba el alemán. Esta afirmó que aquellos hombres suplicaron a Armas volver a Austria y asumir su identidad como sucesor del Imperio. Pero Armas declinó la solicitud.

Los intentos de Déneke por demostrar la identidad de don Justo fueron muchos. Entre ellos la exhumación de su cadáver del mausoleo de los Arbizú en el Cementerio de los Ilustres de San Salvador, la comparación del ADN con el de una descendiente de la casa de Habsburgo, cotejo de platería y viajes diversos a Austria.

Déneke murió en el 2009 sin terminar sus indagaciones. Sin embargo, en una entrevista que ofreciera a ABC de España, manifestó estar convencido de que Armas y Maximiliano eran una misma persona.


Vanessa Núñez Handal

(El Salvador, 1973). Actualmente residente en Guatemala. Escritora y abogada, con estudios de posgrado en Ciencia Política (UCA, El Salvador), Literatura Hispanoamericana (URL, Guatemala) y de Género (UNAM, México). Ponente invitada en distintas universidades y ferias del libro.

Alguna parte

Un Commentario

Alfredo Porras Smith 14/08/2018

Jamás había oído esta historia. Es fascinante. Si es así, ¿a quien fusilaron en el cerro de las campanas?

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