Fernando Zúñiga Umaña | Política y sociedad / EN EL BLANCO
Hoy voy a referirme al libro La vaca del Dr. Camilo Cruz, publicado por Taller del éxito en Colombia. Este artículo lo escribí hace algún tiempo en mi muro y vale la pena sacarlo a colación en este difícil tiempo. Tiene un enorme trasfondo. A mí, personalmente, que no soy aficionado a este tipo de libros, de autoayuda, me impresionó y me ayudó. No lo compré, me lo encontré por ahí entre unos libros que me regaló mi hija. Me ayudó a separarme de un socio malo que tenía, que yo venía manteniendo con mi trabajo por más de un año.
En resumen, se trata de un viejo sabio, quien, luego de recibir alojamiento en la casa de una familia pobre, cuyo único sustento era una vaca, en la mañana antes de irse, sin que se dieran cuenta los dueños de la vaca, tomó un filoso cuchillo y la mató. El muchacho que acompañaba al anciano pasó días sin dormir pensando en esa pobre familia cuyo único sustento era la vaca. Al tiempo, el anciano y el muchacho volvieron a la casa de la familia, las cosas habían cambiado, vivían mejor, sembraban, tenían excedentes. ¿Por qué? La vaca no era gran cosa, pero la familia vivía en torno a ella, era el centro de todo, hay que darle de comer a la vaca, asegúrense de que ha bebido suficiente agua. ¿Está amarrada la vaca? Es hora de ordeñar la vaca. Una total dependencia de la vaca, la cual les daba el sustento para vivir paupérrimamente. Sin la vaca, todo cambió, al principio una tragedia, pero después, la búsqueda de otras formas de sustento sin depender de la vaca.
Mujeres que dependen de un hombre que las maltrata, a cambio de una pobre forma de vivir, rompan la cadena y maten a la vaca. Trabajos que no satisfacen y con los cuales solamente se subsiste, maten a la vaca. Déjenlos, al final salen mejores cosas. Estamos llenos de vacas.
Dice el libro: «¿Comprendes ahora? La vaca, además de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de conformismo y mediocridad. Cuando ya no pudieron contar más con la falsa seguridad que les daba sentirse poseedores de algo, así solo fuera una pobre vaca, tomaron la decisión de esforzarse por buscar algo más, por ver más allá de sus circunstancias presentes».
Empecemos a matar a nuestras vacas, que metafóricamente representan el pretexto, la justificación, la mentira, la racionalización, el miedo o la falsa creencia que nos mantiene amarrados e inmersos en la mediocridad.
Valga el ejemplo de aquel individuo que asistía al culto religioso con su familia, atado a un pastor falso que exigía el diezmo y que llevaba una vida de opulencia. Dejaba su trabajo de sastre y atrasaba sus pedidos por dedicar casi 16 horas semanales al culto, esa vaca tenía que quitarla, pero cómo justificarlo ante su familia, que tenía enorme fe en el pastor. Hasta que llegó el momento en el que decidió no volver y argumentó que su vida mejoraría porque podría trabajar más tiempo en el taller de sastrería que tanto quería. Además de más ingresos por trabajar más, no tendría que volver a regalar el diezmo al pastor vividor. No se imaginan el alivio y alegría de su familia, cuánto tiempo esperaron estas palabras del sastre. Qué gran liberación de su mujer y sus hijos.
Matemos vacas, una por una, no dejemos ni una sola a la cual estar atados.
Fernando Zúñiga Umaña

Costarricense, estudioso de la realidad económico social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica y en la Flacso México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socio económicos.
0 Commentarios
Dejar un comentario