-Mónica Albizúrez / INTERLINEADOS–
En las navidades llegó como regalo el libro de Olivia Laing, La ciudad solitaria: aventuras en el arte de estar solo. A partir de la reflexión sobre las vidas de artistas como Edward Hopper, Andy Wharhol y David Wojnarowicz y sus obras, la autora se pregunta qué significa estar solo. Laing recurre a varias fuentes de la psicología y sociología, entre ellas Loneliness: The Expierence of Emotional and Social Isolation, en donde Robert Weiss propone cómo la soledad inhibe la empatía al inducir a una especie de amnesia protectora, de tal manera que cuando la persona ya no está sola se esfuerza en olvidar ese estado. Quizás por eso se discute tan poco sobre las distintas dimensiones de la soledad. Quizás por eso el que está solo, repele porque queda capturado en el olvido que los otros se han propuesto.
En proceso de lectura aún, al leer las primeras páginas, recordé a la escritora guatemalteca María Cruz, cuya literatura me ha acompañado a través de los años. Específicamente releí sus poemas, algunos de corte romántico y otros parnasianos, en los que la soledad es una experiencia fundamental: «Mi corazón es roca solitaria». Como esta afirmación, en la poesía de Cruz sobran imágenes que apelan a ciudades desiertas, a museos despojados de todo rastro humano, a estatuas y cuadros como únicas presencias que se poseen con avidez. Ella misma en un poema dedicado a Froilán Turcios se compara a una Victoria de Samotracia –por lo tanto, de material duro y mutilada– y en el poema «Crucifixión» a un Cristo en la cruz, que sería desde el imaginario cristiano, la soledad suprema en el abandono.
Este relato de la soledad en María Cruz me parece que debe leerse en clave de género. A principios del siglo XX, e incluso hoy, hay muchas dificultades en entender la vida de una mujer sola, no solo porque, como afirmaba Weiss, la soledad muchas veces se equipara a una experiencia que debe olvidarse y por lo tanto rechazarse, sino también porque no encuadra que una mujer lleve adelante un proyecto de vida en forma autónoma: soltera, divorciada o viuda. Desde los tópicos de lo raro, la desgracia como designio o la ambición desmedida (intelectual o económica), la soledad de las mujeres perturba. En las imágenes poéticas de Cruz, se percibe tanto una búsqueda y un gozo en la forma de estar solo como una tensión muy grande por estarlo.
Como es sabido, María Cruz no solamente escribe poesía. También emprende un largo viaje a la India entre los años 1912-1913, animada por conocer más sobre la teosofía. De este viaje queda un conjunto de cartas, publicadas por la destinataria de las mismas, bajo el nombre Lettres de l’ Inde (1916), luego de la muerte de la autora. El mapa incluido en la edición de Piedra Santa de Cartas de la India deja ver unos recorridos realizados por Cruz en el amplio y heterogéneo territorio indio. Así, Bombay, Benarés, Calcuta, Madrás (hoy Chennai), Dehli o Udapiur son algunas de las ciudades visitadas, aunque será en Adyar en donde Cruz pasará la mayor parte del tiempo, pues allí se encontraba y se encuentra la sede central de la Sociedad Teosófica. El viaje, en todo caso, es la comprobación de la falsedad de que una mujer no puede viajar sola al empezar el siglo XX: «En Europa se cree que, para una mujer, viajar sola es una proeza. Aquí no hay nada más fácil». Lo difícil será trasladar la experiencia propia: «Siento que los ojos se me llenan de lágrimas, pero el intento de transmitir este fenómeno sería un vil acto de traición. Sería como fotografiar el Taj Mahal –las imágenes impresas no dicen nada, aunque sea una de las maravillas del mundo». Se trata de esa dimensión profunda del yo, ya sea exaltación, memoria o abatimiento, que engrandece las fronteras personales, haciéndolas infranqueables. Nos separamos de los otros, aunque estos se abran a nuestro intento de palabra.
El viaje de María Cruz culmina con un proceso profundo de autoconocimiento y recuperación de una energía vital, a la luz de arduas prácticas espirituales ligadas a la teosofía. Al final del diario, la ilusión es la vuelta a Guatemala: «¡Ah cuántas cosas quiero hacer a mi regreso! – A París y a Guatemala, con la que ahora me siento en deuda». Una de las lecciones de la actitud teosófica, lo indica Cruz, es no angustiarse ni desesperarse. La patria Guatemala exigía y exige hoy estas lecciones.
María Cruz no puede cumplir su deseo. El 22 de diciembre de 1915 muere en París, cuando ya la Primera Guerra Mundial asolaba el viejo continente.
En 2015 se cumplieron cien años de la muerte de María Cruz, quien además de escribir, se dedicó a la pintura, la foto miniatura, el pirograbado y la escultura, según aparece en el poema de Antonia M. De Herrán “Para el álbum de la señorita Cruz”. Me parece que queda pendiente un homenaje a la figura de María Cruz, a la manera de simposio o de reedición de sus cartas y estudios críticos. El apoyo de sus familiares sería una gran ayuda para contar con más claves para interpretar la obra de esta escritora y mujer sola.
Fotografía por Mónica Albizúrez.
Mónica Albizúrez

Es doctora en Literatura y abogada. Se dedica a la enseñanza del español y de las literaturas latinoamericanas. Reside en Hamburgo. Vive entre Hamburgo y Guatemala. El movimiento entre territorios, lenguas y disciplinas ha sido una coordenada de su vida.
4 Commentarios
“LO FATAL” soneto.
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!…
Rubén Darío
–o–
Soy el que cruza gleba sensitiva
nómada lítico en profusa fauna
de pródiga flora con clara duna
que mi libertad mantiene cautiva.
Ya no siento los pasos de la luna,
muchos soles que la vuelven furtiva
por ingrato llanto de no ser viva…
ya todo me parece seca bruna
Triste es desandar lo que caminamos
es triste saber lo que un día fuimos
y hoy en nuestro funeral poner ramos
No emergí limpio al pasar por sus limos:
Dilapidé lo que todos amamos
lo fatal fue no saber si vivimos
Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
“Hombre de Maíz”
Guatemala, C.A.
Sobrino nieto de MARÍA CRUZ ARROYO, hijo de Conchita Cruz-Lascano y Gálvez Verdugo, de Mérida
A: MARIA CRUZ
Iº CONCURSO INTERNACIONAL DE TROVAS – UBT – OMT GUATEMALA – 2017
https://elblogdeasolapoargentina.blogspot.com/2017/02/i-concurso-internacional-de-trovas-ubt.html
Excelente. En pocas líneas dos o tras rasgos fundamentales. Interesantísima esta figura de la literatura guatemalteca. Su soledad, sus viajes, su escritura, su actitud vital. Lo leo hoy, 22 de diciembre, cuando se cumple un aniversario más de su muerte. De acuerdo totalmente en que merece un homenaje como simposio que permitiera conocer mejor su obra.
maria cruz…nombre emblematico…fue miembro del movimiento teosofista en guatemala, ahora puedo decir que estudiamos teosofia con un grupo de amigas, en la casa cervantes…conosco literatura teosofista, escrita por madam petronila blavasky, de origen ruso…maria cruz es un nombre que se ha perdido en el tiempo, pero gracias a minica, tenemos la imagen de alguien que siempre nos narro su soledad…¡
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