Olga Villalta | Política y sociedad / LA CONVERSA
Con frecuencia encontramos expresiones coloquiales que indican que alguien es machista. Se dice: Fulano es muy o poco machista, o Fulana, a pesar de ser mujer, es machista, sin precisar con qué sistema de medida lo estamos valorando. La persona aludida manifiesta molestia por la designación e intentará dar mil explicaciones y ejemplos para convencer que él o ella no es machista.
En las organizaciones de mujeres emitimos consignas que quedan a un nivel abstracto. Por ejemplo «el machismo mata». Es como decir que el alcohol mata, cuando sabemos que detrás del alcoholismo existen una serie de factores que llevan a la persona a ingerir licor. El machismo no mata, quien mata es uno o varios hombres portadores de una ideología machista, que tienen nombre y apellido. Estos consideran que tienen derecho sobre el cuerpo y la vida de la novia, esposa, conviviente, hermana, amiga, vecina o desconocida. Es decir, en este mundo patriarcal, todo hombre es educado para ejercer su poder de macho. Este poder está basado en los privilegios que el sistema patriarcal le hereda y sustenta.
La Real Academia Española continúa definiendo el machismo como la prepotencia o supremacía del hombre en relación a la mujer. Definición que obviamente se queda corta. Victoria Sau lo define como aquellos actos físicos o verbales por medio de los cuales se manifiesta de forma verbal y poco apropiada el sexismo subyacente en la estructura social del sistema patriarcal. Las manifestaciones sexistas son toleradas por el cuerpo masculino. En casos extremos de violencia sexual, se dirá que «se pasó», que «no hay que llegar a tanto». Esta tolerancia llevó a considerar que existían crímenes pasionales. Gracias a los esfuerzos de las abogadas y grupos feministas, estas concepciones se están erradicando de los códigos penales.
En los espacios académicos feministas se ha sustituido el concepto machismo por sexismo, y la palabra machismo se usa de manera coloquial. Victoria Sau define como sexismo el «conjunto de todos y cada uno de los métodos empleados en el seno del patriarcado para poder mantener en situación de inferioridad, subordinación y el explotación al sexo dominado, el femenino». Establece, también, que en términos psicológicos se podría decir que el sexismo es consciente y el machismo es inconsciente. En este sentido podemos constatar que hay personas ilustradas, con conocimientos académicos suficientes para entender el fenómeno social de la condición, situación y posición de discriminación y subordinación en las que las mujeres han sido relegadas en el sistema patriarcal, pero de manera consciente se resisten a aceptar la teoría de género, la cual ha sido una herramienta de análisis para dar cuenta de la condición, situación y posición de las mujeres en la sociedad patriarcal, así como la asimetría de poder existente entre hombres y mujeres.
Un ejemplo común en las redes sociales, es la difusión de artículos en los que la Real Academia Española se pronuncia en contra de la propuesta de utilizar un lenguaje no sexista. Quienes lo difunden, pretenden con ello legitimar el discurso patriarcal con la voz de los guardianes de la lengua española.
Otra expresión de sexismo en el ámbito académico es la negación, por parte de investigadores/as sociales a leer libros escritos por teóricas feministas. Todavía la teoría de género es vista con recelo en las universidades.
Flavia A. Limone Reina, en un ensayo divulgado en la revista virtual sexoygenero.org, plantea una definición más amplia sobre el machismo:
un comportamiento en que las actitudes, acciones y discursos son coherentes con el sistema sexo/género (S. s. /g.); un sistema social en que hombres y mujeres forman dos grupos desiguales. Cada grupo constituye un género y ambos están jerárquicamente organizados de tal manera que los hombres son quienes detentan el poder y las mujeres son subordinadas. Cada grupo constituye un género polar y complementario del otro y ambos están jerárquicamente organizados de tal manera que los hombres son quienes detentan el poder y las mujeres son subordinadas. Esta jerarquía es causa y consecuencia de la valoración que se hace de las características asignadas a cada género y las capacidades que estas confieren a cada uno.
En este sentido, podemos visualizar que las expresiones machistas no solo las practican la mayoría de hombres, sino también la mayoría de mujeres que no han tenido acceso a la reflexión y análisis feminista. No se trata que las mujeres «tengan la culpa de los hijos machistas», sino que ellas han sido formadas en este sistema y llegan a creer que así funciona el mundo. Y esto no depende de un alto o bajo nivel educativo. No por ser mujer se tiene conciencia de los derechos que le corresponden en tanto ser humana. La pedagogía de género oprimido ha funcionado de manera tan efectiva que muchas mujeres reproducen las estructuras de poder del patriarcado, transmitiendo a los hijos el poder de los machos y a sus hijas la aceptación de la opresión.
El machismo es una herencia cultural, transmitida de generación en generación, pero no es inamovible, es importante reconocer que no siempre fue así en el transcurrir de la humanidad. Además, si es cultural se puede cambiar. Se puede construir un nuevo imaginario en el que hombres mujeres nos sintamos cómodos, en el que no exista discriminación ni subordinación.
El machismo, como el racismo y el clasismo, lo hemos adquirido en nuestra socialización y no ganamos nada negando que tenemos actitudes machistas, racistas o clasistas, sino aceptar que, en ocasiones inconscientemente, las ejercemos. Lo importante es tomar conciencia de ello y hacer esfuerzos cotidianos por erradicarlas.
Un ejercicio que podemos comenzar a practicar es la revisión de los prejuicios y estereotipos que todavía permanecen en nuestro imaginario. Tales como que los hombres son racionales y las mujeres emocionales; que los hombres están destinados a la vida pública y las mujeres al espacio doméstico; que el papel principal de la mujer es dedicarse a parir hijos y criarlos; que en los hombres el ejercicio sexual es agresivo y en las mujeres pasivo. Y tantos mitos más.
Bibliografía
1. Limone Reina, F. A. Una aproximación teórica a la comprensión del machismo. http://sexoygenero.org/malagamachismo.htm
2. Sau, V. Diccionario ideológico feminista. España: Editorial Icaria, 1990
Olga Villalta

Periodista por vocación. Activista en el movimiento de mujeres. Enamorada de la vida y de la conversación frente a frente, acompañada de un buen café.
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