Los versos del capitán

Luis Felipe Arce | Política y sociedad / EL CASO DE HABLAR

El olvido está lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda.
En el fondo, el olvido es un gran simulacro
nadie sabe si puede, aunque quiera olvidar,
un simulacro lleno de fantasmas.
Esos romeros que peregrinan por el olvido
como si fuera el Camino de Santiago.
Mario Benedetti

El 11 de septiembre del presente año, las redes sociales y los rotativos del mundo se encargarán de recordar cuando llegó la hora en que los fusiles y la poesía con su prestigio entraron a los cuarteles de la ignominia y el desprecio a la vida. En ese aciago día de 1973 (hace 47 años) las fuerzas armadas chilenas escenificaron un impecable e implacable asalto al Gobierno e instauraron una junta militar encabezada por Pinochet, inaugurando su mandato con una represión brutal que abarcó asesinatos, fusilamientos, desaparecidos, presos en campos de concentración, despidos masivos en las fuentes laborales, asilo en embajadas y un masivo exilio.

Tras el golpe, el poeta Pablo Neruda -un militante comprometido con las políticas públicas del presidente Salvador Allende- desde su ventana frente al mar tenía febriles alucinaciones mientras gritaba: «los están matando a todos… los están matando a todos».

Los dados del destino estaban echados, dos semanas después, al poeta que un día escribió «los versos más tristes esta noche», una ambulancia lo trasladaba a un hospital en Santiago donde, en una tarde particularmente gris, murió a las pocas horas en circunstancias aún no esclarecidas del todo por el juicio de la historia.

Su casa de Santiago fue invadida, destruida e inundada por extremistas afines al régimen golpista. El féretro fue llevado a esas ruinas por indicación expresa de su viuda, Matilde, donde los restos del Premio Nobel (orgullo de América y del mundo) serían velados. Su entierro, un largos peregrinaje de dolor y desconsuelo, fue vigilado por cientos de militares en actitud de combate. Sin importarles las consecuencias, sus fieles amigos y admiradores acudieron a darle el último adiós, a sabiendas de que arriesgaban sus vidas. Se cuentan por miles en el mundo los galantes del amor que se confiesan haber seducido a más de alguna chica susurrándole al oído versos de los «veinte poemas de amor y la canción desesperada».

Murió el poeta pero nació la leyenda. La mitología sobre Neruda -el que más que nada le cantó al amor- se percibe en su libro Cuadernos de Temuco. Cuando era un niño ya se veía cómo «un muchacho que apenas tiene quince años que hace versos pinchado por la amargura, que saboreó las sales del desengaño, cuando muchos conocieron la risa y ternura». Su segundo libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada, publicado en 1924, marcó una época indeleble y luminosa entre los más conocidos enamorados del amor. «La dicha y la alegría se vive y percibe bajo la mágica influencia del amor apasionado y puro».

Pablo Neruda prestó su pluma a un joven cartero a fin de enamorar a la joven que amaba en el libro del crítico literario Antonio Skármeta, en el que se basó la película El cartero.

Una de sus musas, Alberina Rosa, inspiró sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

¡Ah! Si estuvieras Albertina -escribió en una carta fechada en 1924-. Si estuvieras ahora, junto a este brasero que me entibia, si estuvieras con tus hermosos ojos tristes, con tu silencio que tanto me gusta… con tu boca que necesita mis besos. Ven pequeña. O por lo menos, piensa en mí.

A Matilde Urrutia Neruda le dedicó sus Cien sonetos de amor «Tu y yo caminando por bosques y arenales, por lagos perdidos, por cenicienta latitudes, recogimos fragmentos de palo puro, de maderos sometidos al vaivén del agua y la intemperie. De tales suavizadísimos vestigios construí… estas madererias de amor y edifiqué pequeñas casas… para que en ellas vivan tus ojos que adoro y canto»

Don Pablo Neruda fue un poeta de un firme compromiso con la lucha y reivindicaciones sociales, con el hambre y la insatisfacción de las raíces, en la búsqueda de la verdad, en las mismas necesidades y las mismas angustias, en el origen y en la lucha continua con todos nuestros hermanos, con todos los esclavos del pan… con todos los pobres de la tierra.

Velodia Teitelboim en su libro de memorias Neruda (Editorial Losada, 1985) comenta en el capítulo «El país del albatros»:

Un monstruo aparece en escena, amenazando con un garrote moderno: el stand by. En abril del año 72, invitado por el Pen Club de Nueva York, a raíz del 50 aniversario de su fundación, debe pronunciar un discurso sobre Walt Whitman. Hace una intervención inesperada narrando: “la asamblea más que misteriosa de las que he tenido que presenciar y compartir”.

Se encontraba en el banquillo de los deudores, rodeado por los grandes acreedores del mundo a los cuales su país debía muchísimo dinero. Siente que le aprieta la garganta una mano de uñas afiladas, la del Fondo Monetario Internacional. Explica a los escritores norteamericanos «Es importante saber en este capítulo lo que nos debemos los unos a los otros. Tenemos que renegociar perpetuamente la deuda interna que pesa sobre nosotros, los escritores de todas partes. Todos debemos algo a nuestra propia tradición intelectual y a lo que hemos gastado del tesoro del mundo entero».

Buen pagador, puntualiza que está muy cerca de los setenta años, pero cuando apenas cumplía los quince descubrió a su más grande acreedor, Walt Whitman. Recalcó que Chile estaba haciendo una transformación revolucionaria y por eso había mucha gente que se sentía ofendida.

En la reunión con los acreedores, citó la Balada del viejo marinero. Samuel Taylor Coleridge escribió su poema a partir de algo acontecido en el extremo sur de Chile y fue publicado por Shelvocke en sus memorias de viaje. Su país tiene la forma de un largo albatros. Los acreedores de una deuda externa tan usuraria y astronómica que América Latina no puede pagar, deberían recordar que esa historia del albatros asesinado, contado en la Balada del viejo marinero termina con la condena perpetua del navegante que lo mandó a llevar colgado del cuello del pájaro de las tormentas.

Pocos días antes de su irreparable muerte, en víspera del golpe militar, le dio por recitar Los sonetos de la muerte de Gabriela Mistral. Quizá ya presagiaba la pesadilla que se avecinaba y tal vez su propio destino. Comentó profundamente pensativo «parece que llegamos a un feliz puerto»

Parafraseando un poema de Elías Fabertte con sesgo «rubendariano» se me ocurre cerrar el presente documento diciendo «Ahora que este hombre de oro, por fin se puso a reposar, comprenderán que si no lloro, es porque me enseñó a no llorar».


Fotografía principal, Neruda y Allende, tomada de Litera Terra.

Luis Felipe Arce

Guatemalteco. Ingeniero civil, por varios años gerente de Producción para Centroamérica de una importante corporación mundial dedicada a la fabricación de materiales refractarios y aislantes. Actualmente, consultor independiente.

El caso de hablar

Correo: luisarcef@yahoo.com

4 Commentarios

Luis Arce 24/08/2020

Así es Tonito.

Neruda fue un peregrino de la vida que hizo camino al andar.

Machado decía: «He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas, he navegado cien mares, he atracado en cien riberas. Y en todas partes he visto, caravanas de tristeza de gentes que miran, callan y piensan y no aprenden a vivir

Carlos Castro 24/08/2020

Muchas gracias por evocarnos el recuerdo de Neruda quien hoy está mas vivo que nunca. Un fraterno abrazo desde la distancia. Tu amigo «Cebolla»

    Luis Arce 24/08/2020

    Es correcto estimado Carlos

    Neruda está más vivo que nunca. porque los poetas permanecen como voz viva del pueblo.

    Manual José Arce, en uno de sus últimos escritos dijo: «La única patria que nadie nos puede quitar es la muerte»

Antonio Mosquera Aguilar 24/08/2020

Rememoración necesaria. Saludos

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