Los revuelos causados por la Poderosa Vulva

Carlos Gerardo | Literatura/cultura / RESIDENCIA CON LLUVIA

Pues a mí, en lo personal, no me gustan las procesiones. Son impresionantes, hay que decirlo. Pero ni soy católico ni soy capitalino y nunca me ha llamado la atención ese derroche tan ostentoso de fe y autoridad. Por muchos argumentos que hay su favor (que si el sincretismo, que si la cultura popular, que si el patrimonio cultural, que si la toma del espacio público, la tradición y así), probablemente muy válidos, simplemente paso. Prefiero mantenerme al margen de las grandes agrupaciones de gente y encerrarme a leer o ver películas. No me gustan las imágenes de un hombre que sufre hasta el paroxismo, y que ha sido utilizado como medio para provocar culpa. En fin… No me gustan, digamos, como a cualquier persona no le puede gustar algo: las espinacas, por ejemplo, o el arroz en leche.

Sin embargo, tampoco peleo contra ellas. Manifestaciones de fe hay muchísimas y todas coinciden en representar algo sagrado, algo que espiritualmente compromete a las personas. Así que nunca digo nada en su contra. Si la gente es feliz cargando un anda de no sé cuántas toneladas, que lo haga. Por lo general no me meto con eso. Hace unas semanas, sin embargo, los medios de comunicación corporativos atizaron un fuego que se volvió un escándalo mediático con la procesión de la Poderosa Vulva que un grupo feminista sacó para el Día Internacional de la Mujer.

En realidad, no estoy en el lugar para criticar la indignación de las personas católicas que se vieron agredidas en su fe. Sin embargo, yo que no soy católico y no peleo contra las procesiones, hubiera esperado de su parte un tanto más de tolerancia o madurez. Tolerancia y madurez que quienes no somos católicos nos vemos obligados a mostrar en Semana Santa y sus alrededores.

Es de celebrar la creatividad de sacar una procesión cuya imagen sea una vulva, como una forma de reivindicar los cuerpos de las mujeres y de criticar a su vez a la Iglesia que muchas veces se vuelve cómplice silenciosa del machismo, el conservadurismo y la misoginia. Se trata de un acto que es a la vez transgresor y simbólico. La procesión cumplió con su objetivo: sacudió conciencias y provocó el desagrado de las autoridades religiosas y de muchos fieles que se somataban el pecho por la presencia de genitales en las calles. Claro, seguramente ese no era el único objetivo del evento, aunque sus resultados fueron los más visibles. Diversos sectores cuestionaron esa indignación moralista tanto de las autoridades eclesiásticas como de los fieles.

Indignarse por una vulva expuesta públicamente como medio reivindicativo ante una sociedad cuyo conservadurismo muchas veces se manifiesta en prácticas machistas resulta bastante cuestionable en lugares como Guatemala, done hay tantas otras cosas por las que sí nos deberíamos de indignar. Y es que aquí la vida es un estado permanente de indignación, de ignominia, de desolación y resentimiento. Recordemos que hace un poco más de un año, la madrugada del ocho de marzo de 2017, niñas y adolescentes que se encontraban bajo la tutela del Estado murieron calcinadas. A pesar de sus gritos de dolor y de auxilio, sus victimarios no las dejaron salir de las llamas. De las 56, 41 murieron y muchas otras sufrieron quemaduras graves. En el Día Internacional de la Mujer, niñas y adolescentes que denunciaba malos tratos, abusos, tortura y violencia sexual, murieron asesinadas por reclamar sus derechos. Menuda mierda de mundo, ¿no? Indignante, ¿no?

Ante una masacre de tales dimensiones, uno esperaría la movilización y la indignación masiva; y la remoción inmediata de las autoridades responsables. Se trata de 41 personas asesinadas y el Estado es el principal sospechoso. En lugar de ello, surgieron voces que justificaron el crimen. Entre la tristeza generalizada de la indignación había que soportar con rabia comentarios como: «de seguro no eran angelitos de Dios», «que de plano al salir de ahí te iban a poner en la calle», «que de plano eran putas».

Parecía un cinismo de la historia. Una risa hería en lo más profundo de la dignidad, y sobre todo, de la dignidad de las mujeres. El 8 de marzo se instituyó el Día Internacional de la Mujer. Se instituyó sobre una tragedia para recordarnos que no se trataba de una celebración, sino de una lucha por el cambio de una condición histórica de exclusión y violencia.

Pero en Guatemala, mucha gente prefiere indignarse por la «vulgaridad» que representa la piñata de una vulva en la calle. Y encima por tratarse de una procesión, quién sabe cuántas sensibilidades católicas hiere. Vaya si no es poderosa la vulva. Muchos de los sectores más conservadores, esos que en teoría preferirían reproducirse por gemación o clonarse a sí mismos entre varones, se sintieron profundamente ofendidos desde su misoginia y su mojigatería. Pareciera que preferirían que la humanidad pudiera prescindir de ese molesto órgano que además de cumplir para ellos funciones reproductivas, encarna también a Satanás, a Lucifer, a Úrsula de la Sirenita, a Sauron y a todas las personificaciones del mal que a lo largo de la historia se han arraigado en su imaginario moral. ¿Por qué será?

Y para ponerle guinda al pastel, la elite corrupta del Congreso de la República se aprovecha de la participación del procurador de Derechos Humanos en la procesión para volcar en su contra la opinión pública. ¿Acaso no recordarán que fue Jordán Rodas quien impidió la salida de Iván Velásquez del país? En pequeña escala, sectores que han tenido cooptado el movimiento estudiantil de la Universidad de San Carlos de Guatemala replican con descaro esa condena, y pretenden volcar la opinión en contra de Lenina por haberse tomado una fotografía con quienes organizaron la procesión.

Es triste y genera mucha impotencia enfrentarse a esta manipulación tan descarada. Pero es más triste darse cuenta de la carencia de pensamiento crítico de la sociedad en la que vivimos. Cualquier sensibilidad, aunque esté arraigada en el machismo más enquistado, puede ser aprovechada para dirigir acciones que perpetúan un sistema corrupto e injusto.

Una única observación me quedó en la mente respecto de la macha de la Poderosa Vulva. Como hombre y desde mis privilegios, no podría cuestionar las acciones de las luchas feministas. Pero, ¿y si no lo fuera? Es decir, ¿si a pesar de tener genitales masculinos no me sintiera hombre sino mujer? Creo que es la única aporía en la que incurrió la procesión. Lo que decía Judith Butler del conflicto que surge al adscribir una identidad de género a la composición biológica de las personas. Quien me hizo ver este detalle fue mi madre. Hablábamos por teléfono sobre el tema y argumentó: «pero es que no todas las mujeres tienen vulva». Y tiene toda la razón. A pesar de que se trata de una reivindicación necesaria de los cuerpos que a lo largo de la historia han sido excluidos por considerarlos femeninos, es una reivindicación parcial que no integra en su discurso a la diversidad de personas que se consideran mujeres sin tener la característica biológica de la vulva. No por ello dejo de estar de acuerdo con este tipo de acciones. Como hace falta tanto aún por las luchas feministas, estoy seguro de que vendrán otros escenarios que permitirán la integración de la diversidad.


Carlos Gerardo

Mi nombre completo es Carlos Gerardo González Orellana. Nací en El Jícaro en 1987 y migré a la ciudad de Guatemala a los doce años. Me gradué como ingeniero químico en 2010 de la Landívar, pero dejé de ejercer mi profesión formalmente a inicios de 2016, con el fin de dedicarle más tiempo a mi carrera humanística. También estudié Literatura en la Universidad de San Carlos de Guatemala y Filosofía a nivel de maestría en la Landívar, de nuevo. Trato de ser consecuente con la decisión que tomé y le dedico a la escritura y a la lectura todo el tiempo que puedo. Me gusta mucho la poesía, leerla sobre todo, pero también escribirla, y estos ejercicios han sido constantes en mi vida. Escribir y leer representan un signo de identidad para mí. Estoy seguro de que la literatura es algo muy importante y de que no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además de eso me gustan el vino, el cine y las conversaciones.

Residencia con lluvia

2 Commentarios

david 11/07/2018

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Norma Natalia Carrillo 31/03/2018

Me gustó mucho su comentario. A mi juicio el mejor que he leído hasta hoy sobre la procesión. Especialmente estoy muy de acuerdo con el punto de vista de su madre!!

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