Los problemas de Narciso

Matheus Kar | Literatura/cultura / BARTLEBY Y COMPAÑÍA

El narcisismo es antagónico a la razón y del amor. El sujeto con narcisismo busca rodearse de personas iguales (amigos, pareja, familiares), utilizándolas como meros espejos donde poder apreciarse. Las personas que no comulgan con sus gustos o aficiones le resultan molestas. Asimismo, tras el paso del tiempo, pueden evidenciarse las diferencias, por muy parecidas que las personas sean. Entonces, el sujeto narcisista empezará a sentir la necesidad de remplazar a las personas que lo rodean para buscar estímulos nuevos, cierta frescura y plenitud narcisista.

Para la persona con narcisismo, las personas existen únicamente como sombras de su ego inflado. E. Fromm, psicoanalista alemán, escribe: «[El amor] es una relación entre dos personas independientes. Para sentir amor, hay que sentir separación o independencia».

Hay que entender que el narcisismo no es una inflación del ego, es la defensa de un ego improductivo, que se ufana de lo que «tiene» porque no puede «hacer». Así, un carpintero que se hace pompas de los muebles que produce, representa un ego sano; en cambio, un ser incapaz de producir algo para la sociedad pedirá que le aplaudan por su «belleza» o por los objetos que adquiere. De esta triste lógica se desprende lo siguiente: el ego sano le da valor a las cosas y su entorno; al ego narcisista las cosas y el entorno le dan valor.

Por otro lado, el narcisismo social tuvo su cúspide, como patología declarada, en la Alemania nazi de Hitler, dándole a la capa media baja alemana la oportunidad de construir el espejo distorsionado ario.

Cuando un Estado es incapaz de proveer los medios necesarios para que la sociedad produzca o avance, en la capa media baja se evidencian los elementos sintomáticos del narcisismo maligno. Sin tener nada de qué ufanarse, la capa media baja, que es la más susceptible del engranaje, hará propio el «orgullo nacional», llegando a reñir por defender los logros colectivos pasados y crear combates en torno a los grupos comunales representativos.

De aquí se deriva el hincha futbolero, con comentarios cada vez más irreales, idealizando a ciertos personajes o identificándose con los triunfos de cierto grupo. La consigna es: a falta de méritos propios, me apropio de los «méritos» colectivos. Quizá por eso personajes ilustres como Schopenhauer detestaban los nacionalismos y a los patriotas.

De esta lógica narcisista, Facebook es su mejor ejemplo. Si hay algo que se sale del área de confort de uno, inmediatamente es reportado como spam o bloqueado. Uno tiene la potestad de transformar el ambiente digital con un like o un dislike, haciendo del entorno una imagen complaciente de sí mismo, afirmando una falsa verdad, un fractal distorsionado formado a partir de la falta de oposición. De esta manera se acaba con la tolerancia y con la capacidad de compartir otras realidades.

El problema con los sujetos narcisistas es que tienden a dirigir su vida de un modo tendencioso, y por consecuencia la de los demás. Todo aquello que no es «él» ni suyo es desvalorizado, se vuelve inferior. Así que el sujeto narcisista vive en un plano de la realidad deformado, logrando una relación de aprobación-desaprobación bastante patológica con sus pares.


Imagen principal tomada de Hospitalitynet.

Matheus Kar

(Guatemala, 1994). Promotor de la democracia y la memoria histórica. Estudió la Licenciatura en Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Entre los reconocimientos que ha recibido destacan el II Certamen Nacional de Narrativa y Poesía «Canto de Golondrinas» 2015, el Premio Luis Cardoza y Aragón (2016), el Premio Editorial Universitaria «Manuel José Arce» (2016), el Premio Nacional de Poesía “Luz Méndez de la Vega” y Accésit del Premio Ipso Facto 2017. Su trabajo se dispersa en antologías, revistas, fanzines y blogs de todo el radio. Ha publicado Asubhã (Editorial Universitaria, 2016).

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