Marcos Gutierrez | Arte/cultura / LA VITALIDAD DE LO INÚTIL
El lenguaje parece ser la única justificación de la consciencia. Por eso, la música y la literatura son las artes que trascienden. Son el flujo de las consciencias vociferantes, el dolor, el grito primitivo de los humanos y todas sus formas.
Son objetos que perseguimos como si se desprendiesen del instinto. Aunque no se tenga formación musical, buscamos, entre toda la posible precariedad, una radio con un poco de señal o lámina y madera para crear un ritmo que, con los segundos, adquiere la función de un mito. También, en el idioma que sea y con las palabras que sean, las personas cuentan historias y las convierten en poemas metálicos que se extienden como un himno. El ritmo de la música y de la poesía son algo que nos acompaña desde la aparición de la consciencia.
Son la eterna metáfora del ser. La palabra muere cuando deja de ser pronunciada o cuando su función en la frase ya se cumplió. La música muere en el ocaso del éxtasis. Ambas ideas nos poseen como demonios, siendo así la expresión máxima de la alienación. El ser humano es víctima de su propia aparición al tener una consciencia; esta lo convierte en un ser que se ve forzado, por tantas estructuras sociales, a aceptar la condición impuesta de la vida. Una imposición que se origina en el temible mundo del azar. Nadie se quiere considerar el número de un dado, por eso, en el mundo alienado, busca encontrar una justificación vacía. Así es como el humano arrastra tras de sí un lamento interminable, histórico, siendo víctima de su propia alienación y construyendo el eterno bucle de su historia.
Esta alienación no es un factor de clase, la mera existencia garantiza al ser alienado. El ser humano persigue, en el mundo tangible, el vicio o la pasión necesaria para justificar la imposición de su existencia. El lenguaje es la proyección de un intelecto que se derrumba con los días al intentar negar lo innegable. Las palabras y la música son ese lugar donde la consciencia no se enmudece.
Ambas artes han buscado, en algún punto de su historia, el automatismo. Este efecto es algo tan primitivo como el arte mismo: es el factor religioso, ritual y místico de las artes. Se pasó de no saber por qué sucedían las cosas, a inventar el absurdo de las musas, para luego derrumbar todo objetivo. Ahora, la ausencia de objetivo no es causa de la ignorancia, sino de todo el conocimiento adquirido por siglos y siglos de exploración.
La inspiración no es un fenómeno ajeno al ser. Es algo casi inalcanzable en su totalidad. El creador recibe chispazos de una consciencia despierta y grita lo que las vísceras de su ser dicen. Busca el ritmo y la palabra, construye un lecho para que estas se apareen en soledad. Allí nace la pequeña musicalidad de las palabras y el idioma del sonido. En la ceguera, en la mudez, en la sordera, buscamos gritar con el cuerpo. Por eso estos infortunios son ejemplos vivos de la necesidad del ser por gritar. No es por una necesidad social, es porque el rito de las palabras y el sonido son el oxígeno del ser. Es la devoción pura, entregada a soportar la existencia.
La historia es una consecuencia inevitable. Este bucle es escrito por seres vencidos por su existencia, alienados porque su naturaleza así lo define. La palabra y la música son lo único que nos queda en lo profundo; por su complejidad metafórica, por su sinceridad. La música y la palabra, en su máxima expresión, no se pierden en los callejones del mundo alienado, sino que profundizan y exploran el ser, la esencia de todos esos eventos que vemos en el mundo, de todo lo que está fuera de lugar.
Marcos Gutierrez

(Chimaltenango, 1997). Ha publicado en distintos medios de España y Latinoamérica. Ha publicado los libros Autorretrato (edición de autor, 2012) y Poemas a la nada (Tujaal ediciones, Guatemala, 2017).Desde el 2017 es columnista en la Revista Literaria Monolito (México). En el 2018 recibió una mención honorífica en XV Concurso Literario Gonzalo Rojas Pizarro (Lebu, Chile) en la categoría de cuento y fue finalista en el certamen de poesía Ipso Facto 2018 (Editorial Equizzero, El Salvador). Es uno de los organizadores del Festival Pulso Volcánico.
Un Commentario
Me da gusto que pueda haber un medio como este para compartir. Y gracias a Marco Gutiérrez por regalarnos sus ideas para reflexionar con la belleza de su escritura.
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