Luis Melgar Carrillo | Política y sociedad / NUESTROS HIJOS
Los estímulos negativos, también llamados caricias negativas, son invitaciones que se lanzan con el propósito de que quien las recibe se sienta mal. Buscan que la persona, al recibirlas, se humille, se desagrade, se sienta ridícula, torpe o en general que se vea disminuida. Inclusive que se hunda. Este tipo de mensajes buscan producir emociones o sensaciones desagradables en el interlocutor. Este tipo de estímulos en general son esfuerzos para tratar de rebajar a la otra persona. Cuando se está tratando al otro como si fuera insignificante, también se le está dando una caricia negativa. Por ejemplo, decirle: «Vaya, tú sí que eres un burro» o «No me importa lo que pienses» y «Simplemente ignorarlo».
Muchas de las caricias negativas son principalmente las palabras que se emiten. Sin embargo, no solo las palabras trasmiten mensajes. Mostrar una cara agria, un dedo acusador o un entrecejo apretado, es una manera de lanzar invitaciones para que la otra persona se siente mal. Naturalmente, si en paralelo a las palabras se dan muestras de este tipo de desagrado, se duplica o triplica el efecto. Las facciones y otros movimientos corporales están diciendo: «tú no me agradas».
Las caricias negativas pueden ser tanto agresiones, como mensajes de lástima, de desvalorización e inclusive bromas. Cuando se le dice a una persona «no sirves para nada», se la está agrediendo. Si la intención del mensaje es mostrarle al interlocutor que se siente lástima por él, también se le está dando una caricia negativa. Si el mensaje es con la intención de restarle valor al otro, por ejemplo decirle: «Yo creía que eras más inteligente», también se lo está humillando.
Las bromas en muchas ocasiones son intentos para destacar la parte oscura de una persona. En el fondo son emitidas con el propósito de agredir. Se agrede mediante una broma, cuando se tiene la intención de poner en ridículo a quien es objeto del mensaje. Se puede generalizar que las bromas son caricias negativas.
Es probable que un niño en su primera infancia haya recibido golpes y hasta maltrato físico por sus errores o por su conducta. Esos golpes muchas veces van acompañados de agresiones verbales tales como gritos, regaños y otros estímulos auditivos. Hay ocasiones en que los padres hasta los insultan. Hay padres que se les ha escuchado decir, «hijo de tu chis…tosa madre…». Los mensajes recibidos son grabados en paralelo a las expresiones faciales y movimientos del cuerpo de quien los agrede verbalmente. Todas esas expresiones producen sentimientos que quedan grabados en el cerebro del pequeño.
A una persona mayor, muchos años después de la grabación original de su primera infancia, se le puede decir que es tonto, torpe, haragán, sucio, feo, malcriado o en general le lanzan un «estímulo negativo». Esta emisión generalmente se hace con la intención de que el interlocutor se sienta mal. El cerebro de quien recibe el mensaje direcciona el estímulo recibido para asociarlo con sentimientos similares captados en su primera infancia.
Lo bien o mal que una persona se siente cuando recibe una caricia negativa, es proporcional al número, intensidad y sentido de los registros de grabación de su cerebro. El cerebro los direcciona hacia mensajes que hayan sido pronunciados antes de la segunda dentición, aproximadamente a los siete años. Los sentimientos asociados con los recuerdos de las palabras recibidas, se asocian con estímulos similares recibidos muchos años después. Por tal razón, es muy probable que vuelvan a aflorar los sentimientos originalmente recibidos y grabados.
Por otra parte, tanto los estímulos positivos, como los negativos, se van acumulando en el cerebro. Cada vez que se recibe un nuevo estímulo, el cerebro refuerza la grabación original y las posteriores. Este proceso de grabación es un continuo que se da para toda la vida. Por esa razón, cuando las relaciones interpersonales se desarrollan en un ambiente de estímulos positivos, el estado psicológico tiende a enriquecerse. La autoestima mejora.
Por el contrario si el entorno es de bromas, descuentos y en general de agresiones constantes, quienes las reciben, aumentan la probabilidad de ir disminuyendo cada vez su propia estima. Por esas razones es conveniente que se busque que los pequeños se asocien en ambientes que favorezcan su crecimiento y desarrollo personales.
Por todo lo anterior se puede llegar a la conclusión de que el hogar debe ser el epicentro del bienestar futuro de los infantes. Ese bienestar influye significativamente en la autoestima con que crezca el niño. Un hogar de constante agresión, desvalorización y bromas, tiende a disminuir la autoestima que todo infante necesita. Por tales razones los padres deben cuidar muy atentamente las palabras que emiten para tratar de fortalecer la autoestima de su hijito.
También deben cuidar el tipo de amistades que frecuentan. Unas amistades agresivas van a influenciar para finalmente deteriorar la personalidad de su pequeño. Por esas razones es de mucha importancia que el niño tenga la libertad para comunicarle a sus padres el tipo de trato que está recibiendo afuera de la casa, tanto en la escuela, como con sus amistades y parientes. Esa confianza es un fruto del amor y la seguridad que le han brindado desde el vientre.
Imagen tomada de Soñando despierta.
Luis Melgar Carrillo

Ingeniero Industrial, Colombia 1972. Máster en Administración de Empresas (INCAE 1976). Nueve libros. (Dos aparecen en Google). Autor de 20 artículos (revista Gerencia, Guatemala 1994 -95. Director de Capacitación (Asociación de Azucareros de Guatemala). Director de Recursos Humanos (Polymer-Guatemala). Excatedrático en universidades de Costa Rica, Guatemala y Tepic, México. Residencia en Tepic.
4 Commentarios
Magnífico artículo. En mi entorno, será casi imperativo que se lo envíe, como asimismo el anterior, el de ‘caricias positivas a algunas parejas con retoños tiernos. Saludo cariñoso. Eva Inés.
Querida Eva: Muchas gracias por tu comentario. Gracias también por difundirlo. Si todos ponemos un poquito de nuestra parte, a la larga tendremos unas mejores generaciones. Con mucho cariño, Luis
Muy buen mensaje y oportuno sobretodo para Guatemala y aún para la América Latina.
Estimada Susana: Muchas gracias por tu comentario. Te quiero contar que mi libro «Perdedores y Triunfadores» nació como respuesta de lo que escuchaba de boca de las madres que llevaban a sus hijitos a la guardería. Algunos niños no querían entrar. Obviamente por que el trato adentro no era grato para ellos. Las madres tenían que ir a trabajar y por lo mismo dejaban a sus hijitos en la guardería. Personalmente escuché muchas veces sus insultos debido a que mi casa está frente a una guardería. Los insultaban y agredían para tratar de que los niños entraran. Padres así se paran quejando muchos años despueés del qué sus hijos terminan siendo alcoholicos o drogadictos. Sobre este tema pienso escribir en el futuro próximo un artículo.
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