Los estímulos VI: el refuerzo positivo

Luis Melgar Carrillo | Política y sociedad / NUESTROS HIJOS

El refuerzo positivo es una técnica de enseñanza, usada desde hace muchísimo tiempo. Se basa en los esfuerzos, para que la persona sujeta al aprendizaje establezca una asociación mental. La asociación mental que se busca es entre la conducta que se espera de él, a cambio de algún tipo de premio o gratificación.

La conducta es función de sus consecuencias. La gente hace lo que hace por lo que le pasa cuando lo hace. El ser humano por naturaleza busca la felicidad. Se está dispuesto a hacer una gran cola de una hora en la montaña rusa, a cambio de un minuto de felicidad. Cuando una persona hace algo y le sigue una consecuencia positiva, lo más probable es que la conducta se fortalezca para continuar haciendo aquello que le brindó algo de felicidad o de satisfacción.

La relación de estímulos y reacciones se puede reforzar cada vez que las personas sean gratificadas al producir los resultados que se espera de ellas. En ese sentido, una manera muy práctica de ofrecer un refuerzo positivo es mediante el reconocimiento. Por reconocimiento se entiende todo aquel estímulo que les haga saber a las personas que se ha notado personalmente lo bien que han actuado. Este reconocimiento puede ir desde un simple «gracias», hasta recompensas que pueden representar considerables erogaciones.

Se le llama refuerzo porque la manera de enseñar con este procedimiento se basa en la repetición. Repetición constante de la gratificación o premio que se espera. Por esa razón lo importante es que se repita el premio cada vez que se obtiene la respuesta esperada. La repetición se hace con el propósito de tratar de establecer una grabación permanente en su cerebro.

Cuando se dice refuerzo positivo, se está hablando de estímulos que se deben ofrecer diariamente y aún varias veces al día. La repetición es la causa que hace posible orientar la conducta en función de lo que las personas tienen como expectativa. Por esa razón, quien intente usar este método de enseñanza, debe hacer un doble esfuerzo. Tanto por estar pendiente de los resultados, como por ofrecer el estímulo cada vez que haya una mejoría en esos resultados.

Naturalmente, para que los estímulos positivos puedan modificar la conducta, se debe considerar que aquello que es positivo para una persona no necesariamente producirá impacto en otra. Si las consecuencias por haber hecho algo bien no son significativas para quien así actuó, lo que se debe hacer es cambiar esas consecuencias. Y si no resulta, cambiarlas otra vez, hasta que se asegure haber acertado en lo que las personas esperan.

El refuerzo positivo se ha aplicado en diferentes escenarios. Por ejemplo, un jefe lo puede implementar con sus subalternos. Un maestro puede hacerlo con sus alumnos. Los padres pueden hacerlo con sus hijos. Inclusive en la domesticación de animales se puede aplicar con éxito. Por ejemplo, en la enseñanza de perros se puede hacerlo dándole al cachorro una salchicha o galleta cada vez que logre la respuesta esperada.

Todos los padres desean que sus hijos repitan determinadas conductas, consideradas deseables, y que inhiban otras consideradas no deseables. Por ejemplo, se desea que los pequeños aprendan a lavarse diariamente los dientes, después de cada comida. Como conducta no deseable, se quisiera que no entren a la casa con los pies enlodados.

El refuerzo positivo puede ser una compensación por medio de beneficios tangibles, como darle dulces. Sin embargo, también se puede reforzar dando pequeños regalos, permisos para salir a jugar, sonrisas, palabras agradables de aliento, comidas, salidas al cine o a la playa. En general, ofrecer premios que los padres han detectado que son del agrado del pequeño.

Lo importante es que una vez que los padres advierten que su hijito ha realizado lo que se desea, le den el premio que espera. Una madre que felicita a su hijo pequeño cada vez que se lava las manos antes de comer, le está enseñando mediante esta técnica. Muchas veces basta con que se le diga «muy bien». El aprendizaje se fortalece como consecuencia de la repetición agradable que el menor está esperando.

La motivación del pequeño para ejecutar la conducta esperada es consecuencia de su expectativa de llegar a obtener la recompensa. Por esa razón, es de mucha importancia que los padres traten de poner atención cada vez que el pequeño ha realizado lo que se espera de él. La constancia para dar y para repetir el estímulo es la fuerza que permite que la enseñanza se consolide.


Fotografía tomada de Hola.

Luis Melgar Carrillo

Ingeniero Industrial, Colombia 1972. Máster en Administración de Empresas (INCAE 1976). Nueve libros. (Dos aparecen en Google). Autor de 20 artículos (revista Gerencia, Guatemala 1994 -95. Director de Capacitación (Asociación de Azucareros de Guatemala). Director de Recursos Humanos (Polymer-Guatemala). Excatedrático en universidades de Costa Rica, Guatemala y Tepic, México. Residencia en Tepic.

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2 Commentarios

Andrea 07/08/2018

Concuerdo en cuanto a lo de las recompensas por buen comportamiendo exceptuando la de los dulces, porque el azúcar es un veneno para la salud. Preferiblemente dar una buena fruta,, un juguete, un librito, una linternita, en fin, cosa de imaginación.

    Luis Melgar Carrillo 07/08/2018

    Estimada Andrea: Muchas gracias por tus comentarios. Yo personalmente soy enemigo de los dulces. Soy diabético. Estoy de acuerdo contigo respecto al cuidado que hay que tener en ese tipo de premios. Pero por otra parte no hay que olvidar que a los niños les encantan los dulces. Es un balance y coincido contigo en que es mejor ofrecer preferentemente otro tipo de estímulos..

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