-Ricardo Gómez Gálvez / GUATEMALA: LA HISTORIA INCONCLUSA–
Las transformaciones que han ocurrido en el mundo configuran un cambio de época a escala global. Los cambios que se han producido no atañen solamente a la economía y la política, sino a la civilización misma, en términos del desplazamiento paulatino de Occidente por la presencia cada vez mayor del Oriente.
El cambio de época tiene múltiples manifestaciones, y ha sido precedido y acompañado por cuatro acontecimientos fundamentales: el colapso del socialismo real a fines de la década de los años ochenta del siglo pasado; la inserción plena de las llamadas economías emergentes en el mercado mundial; la revolución científico-tecnológica, que producen las nuevas tecnologías de comunicación, y en particular la comunicación en tiempo real; y la innovación acelerada que se ha producido en el campo de la biotecnología y la nanotecnología, con sus inmensas potencialidades y peligros.
Al mismo tiempo, y en ese contexto, se ha potenciado desmesuradamente el predominio del conocimiento científico y de la tecnología en el proceso civilizatorio, ensanchando la brecha entre los países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo. La política ha cedido terreno al poder de las finanzas mundiales, ahora todopoderosas por la globalización, introduciendo también un elemento de caos, ya que las lógicas del lucro y de la maximización de las utilidades sin marcos normativos estatales suficientes, con frecuencia desatan procesos carentes de toda lógica política, deteriorando el orden sociopolítico a escala global.
La gran recesión mundial iniciada por la recesión de la economía de EE. UU. en 2003 y que desembocó en la crisis financiera mundial del 2008, es un ejemplo incontestable de esta peligrosa disfuncionalidad entre la política y los mercados financieros. En el tratamiento de este tema aparece como precursor George Soros en su libro La crisis del capitalismo global, editado en 1999, y Joseph Stiglitz, quien lo describe en forma amplia, en su libro Caída libre.
En tanto, en América Latina, la hegemonía de Estados Unidos ya no es la misma y por ende no se puede imponer de la misma manera. Ha surgido en el mundo la tendencia aparentemente irreversible hacia una nueva multipolaridad, traducida en el predominio de regiones geoestratégicas tales como EE. UU., la Unión Europea y Japón, unidas a la creciente presencia de China y Rusia.
En la geoestrategia mundial, la realidad ha impuesto un nuevo concepto: potencias energéticas, de la cuales Rusia es la número uno, y en América Latina se ubican en esta categoría países como Brasil, Bolivia y Venezuela. Mientras tanto, el poderío militar convencional sigue mostrando que no puede ser el factor decisivo en la guerra, dando lugar a la preeminencia de las armas de alta tecnología monopolizadas por algunas pocas potencias.
Otro suceso determinante en este cambio de época lo constituyen los atentados del 11-S contra Estados Unidos en 2001, al generar una reorientación en las políticas de seguridad global. En este sentido, la lucha contra el terrorismo y la vinculación que se ha hecho con la cultura islámica hacen que también se considere la tesis de “choque de civilizaciones” como otro elemento de la tensión entre Occidente y Oriente
Por consiguiente, el mundo actual se encuentra marcado por un proceso de transición de la unipolaridad a la multipolaridad.
Como resultado de ello, se ha producido un proceso de transferencia de soberanía, que anuncia la declinación de los estados nacionales tal como los hemos conocido históricamente; se manifiesta la tendencia hacia un mundo cada vez más independiente, aunque también cada vez más asimétrico, basado en bloques geoestratégicos.
Lo descrito anteriormente lleva al planteamiento de cuestiones clave en el mundo de hoy: ¿qué están haciendo los Estados nacionales fuertes para lidiar con estos procesos? ¿Y en particular, qué pueden hacer los Estados periféricos como Guatemala, para lidiar con las reconfiguraciones del sistema mundial en el marco de la globalización?
No se pretende una respuesta comprensiva para explicar esta situación, sin embargo, se pueden dar algunos elementos para comprender la complejidad actual.
Una primera constatación es que no hay respuestas globales. Otro elemento importante es que en la nueva configuración global se desarrolla como se propone, hacia una nueva expansión: de la tradicional alianza de potencias occidentales encabezada por Estados Unidos de América, hacia una equidistancia entre las potencias que se anuncian para el futuro: China y Rusia; en este sentido la respuesta son las alianzas geoestratégicas entre estos bloques mundiales y en nuestro caso como región, con esos bloques mundiales.
En el caso de los Estados nacionales periféricos, la incertidumbre es muy grande y no existe la posibilidad clara de alianzas geoestratégicas, en suma, la mayoría se encuentran equidistantes de una respuesta en este sentido frente a las transformaciones generadas bajo el influjo de la globalización, sobre conceptos anteriormente sólidos del sistema político internacional, tales como la soberanía o la seguridad nacional, reelaborándose en fórmulas novedosas como soberanía compartida o interdependiente y la seguridad global.
Con base en lo anterior, es de una importancia estratégica aclarar en qué bloque está siendo ubicada Centro América como región, y más específicamente Guatemala como país, frente a la nueva dinámica de bloques geopolíticos a escala mundial.
A lo anterior se suman hechos incontrovertibles que definen al llamado Triángulo Norte de Centroamérica como una amenaza a los intereses vitales del EE. UU. por razón de las dinámicas derivadas de la migración, la maras, el narcotráfico y el terrorismo y su suma: el crimen organizado transnacional.
De esa cuenta surgen interrogantes clave como: ¿tiene Guatemala como país una agenda política ante las tendencias geopolíticas mundiales? Y si no existe, ¿cuáles son las razones? Y finalmente: ¿existe alguna agenda política regional o extra regional al respecto?
Ricardo Gómez Gálvez

Político de vocación y de carrera. Cuarenta años de pertenencia al extinto partido Democracia Cristiana Guatemalteca. Consultor político para programas y proyectos de la cooperación internacional y para instituciones del Estado.
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