López Obrador, ¿neoliberal?

Víctor Manuel Reynoso Angulo | Política y sociedad / INTERÉS PÚBLICO

El concepto de ideología en muy importante en las ciencias sociales. De sus diversos significados destaco dos: ideología como cualquier conjunto de ideas, opiniones, creencias, que tienen relación con la política y que representan los intereses de un grupo o clase social; e ideología como «ideas que han dejado de ser ideas, es decir, que han dejado de ser pensadas». El neoliberalismo, ¿es una ideología en el México contemporáneo? ¿En el primer sentido, en el segundo o en ambos?

Los dos significados pueden coincidir. La ideología puede ser un conjunto de creencias y opiniones que favorecen a un grupo social y que ya no son cuestionadas, que se repiten acríticamente sin ser verdaderas (ni tienen vínculo con la realidad, ni lógica interna). Pero se trata de dos cuestiones claramente distintas. La primera es social (la relación entre ideas e intereses de determinados grupos); la segunda es epistemológica (tiene que ver con la verdad o falsedad de nuestros planteamientos.

Para muchos, el neoliberalismo es una ideología en el primer sentido, el social o sociológico. Según esto, el neoliberalismo es un proyecto diseñado para satisfacer los intereses de los grupos dominantes en el país y en el planeta. Para hacer a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Es una ideología y un proyecto de clase. En el llamado consenso de Washington los poderosos del mundo se pusieron de acuerdo para diseñar e implantar el proyecto neoliberal.

Y, de acuerdo a esta visión, ese proyecto fue el gran derrotado en la elección mexicana de 2018. En lugar del proyecto de las clases dominantes, estará ahora en el poder presidencial el proyecto de las clases dominadas. Es decir, con la cuarta gran transformación se acabará el neoliberalismo en México.

¿Qué tan cierto es esto?

Uno de los rasgos de ese proyecto es la limitación del comercio internacional y la búsqueda de la autosuficiencia para cada país. Si no una autosuficiencia total, sí en cuestiones básicas, como la alimentaria. Aquí todo indica que López Obrador continuará con el neoliberalismo: aprobó el Tratado de Libre Comercio en los mismos términos en que los negoció el presidente «capitalista» de México, como Trump llamó a Peña Nieto. La autosuficiencia alimentaria, y otras autosuficiencias económicas, parece que quedarán fuera de la agenda del próximo Gobierno. Seguiremos comprándoles maíz y vendiéndoles aguacates y legumbres a los Estados Unidos. Los productores eficientes de ambos países ganarán más y los consumidores tendrán, en general, mejores precios.

En otro aspecto crucial, el próximo Gobierno también parece coincidir con el neoliberalismo, incluso ir más allá de lo que habían hecho gobiernos anteriores: el tamaño del Estado. López Obrador quiere un Estado más pequeño y con menos impuestos. Menos funcionarios y más mal pagados. El Estado mínimo, todos estarán de acuerdo, es uno de los principios del proyecto neoliberal. Y un Estado que cobre menos a sus contribuyentes: ya se anunció no solo que los impuestos no subirán, sino que incluso bajarán algunos, como el IVA en la frontera norte.

No se ven, me parece, medidas antineoliberales. Al contrario. Es asunto a discutir. Pero de ser cierto, de acuerdo a las ideas y datos que he presentado, los críticos al neoliberalismo que apoyan a López Obrador estarían en el segundo sentido de la palabra ideología: una idea que dejó de serlo, que dejó de ser pensada.

Debido a lo que podemos considerar medidas «neoliberales» de López Obrador, el segundo sentido de ideología, ideas que ya no son ideas, que son creencias y opiniones sin un correlato sólido con la realidad ni con congruencia interna, puede aplicarse a quienes plantean el fin del neoliberalismo en México.

Aquí hay cuestiones muy polémicas ciertamente. Todos los datos indican que el proyecto «neoliberal» (entendido de una manera laxa como el conjunto de políticas predominante después de la Guerra Fría) ha generado más desigualdad, ha favorecido la concentración de la riqueza. Pero no es claro que ese haya sido ese su propósito, o si más bien es una falla en lo que se proponía.

Otra cuestión a discutir es si el llamado neoliberalismo se diseñó como una opción clasista, a favor de ciertos grupos, o como conclusión de que sería lo mejor para las sociedades contemporáneas. O como la vía menos mala en el mundo real. Claro que aquí habría que definir con mínima claridad qué se entiende por ese proyecto, y ver si hay alternativas razonables al mismo. Un buen ejemplo pueden ser las políticas que ha propuesto el presidente electo. ¿Representan el fin del neoliberalismo? Parece que no.

Otra cuestión es el liberalismo a secas, sin el neo. Concretamente, el liberalismo de dos de los héroes patrios que el próximo presidente ha reivindicado como autores de grandes transformaciones: Juárez y Madero. En un sentido muy preciso ambos fueron liberales. ¿Coincidirá el próximo Gobierno con ese liberalismo?


Víctor Manuel Reynoso Angulo

Profesor investigador de la Universidad de las Américas, Puebla. Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de México, maestro en Ciencia Política por FLACSO México y licenciado en Sociología por la UNAM.

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