Claudia Mejía | Cóncavo/convexo / EL PLACER DE SER MUJER
Estoy asqueada de que los hombres se burlen de las mujeres que decimos que «que no tenemos nada». De esos comentarios, diciendo que no nos damos a entender, que no nos explicamos, que somos berrinchudas, y bueno, en realidad tenemos un motivo siempre.
Claro está que no puedo generalizar, porque no todas las mujeres somos iguales, pero estoy tratando de poner en palabras lo que he venido sintiendo y pensado a raíz de tantas experiencias de mi propia vida, así que esto podría reducirlo a hablar de mí.
Las mujeres somos por naturaleza emocionales, somos hormonales, cambiantes, por momentos somos cariñosas, amorosas, y de repente somos distantes, herméticas hasta para con nosotras mismas. Y ahí es donde un hombre debería sentir hasta miedo, cuando somos distantes y calladas, cuando ya no queremos decir lo que pasa y eso se convierte en casi permanente.
Generalmente, cuando «no tenemos nada» es porque ya no hay nada nuevo que decir, ya dijimos tanto, de tantas formas, ya lloramos para decirlo, ya gritamos, ya nos enojamos, ya exigimos, ya pedimos, ya suplicamos, y agotamos las formas, los mensajes. Simplemente ya lo dijimos directamente o con rodeos, y de verdad, ahora sí: ya no tenemos nada para decir. Solo tenemos ganas de irnos. Pero en ese lllorar, gritar, pedir, suplicar, nos hemos quedado sin nada, hasta sin valor para irnos, que no es poco, porque debemos romper con todas las ilusiones, con los sueños y proyectos que día con día construímos para poder quedarnos, para dar un plazo más. En ese llorar y esperar nos hemos quedado sin el valor necesario para irnos, para tomar de decisión de volver a empezar, para aceptar que volvimos a fracasar.
Pero llega el momento en el que nos damos cuenta de que nos fuimos antes de partir. Una mujer que toma la decisión de dejar físicamente a un hombre, ya lo había dejado mucho antes de irse, ya se había aislado, ya había llorado de tristeza y frustración, ya había compartido muchos silencios, y ya había contestado mil veces «no tengo nada»; y su hombre, nunca fue tan valiente y sincero para reconocer que él estaba fallando, simplemente la dejó partir.
El duelo de la ruptura lo vivimos antes de partir, dejamos de amar poco a poco, sufrimos el abandono, y dejamos de querer estar en esa relación aún estando en la relación, y el hombre –ciego por naturaleza– simplemente no se da cuenta. Luego dicen que las mujeres dejamos de querer de la noche a la mañana, porque decimos «¡se acabó!, ¡me voy!» y jamás volvemos, pero nuestra pareja no vio que la decisión la tomamos estando con ellos, y ellos simplemente no quisieron ver.
Las mujeres que nos sentimos abandonadas, poco valoradas, dejadas y comúnmente poco deseadas, llegamos a vernos en la peor de las disyuntivas: ¿nos vamos?, o peor aún, ¿nos vamos con ese otro que nos ha estado conquistando la mente, mientras la pareja no pone atención?
Por que una mujer que es infiel, no está siendo infiel para quitarse la calentura, que es como generalmente un hombre engaña cuando aún ama. Una mujer que es infiel, ya fue infiel aún sin haber tenido sexo con ese otro, ya piensa en ese otro, alucina con ese otro, se siente completa con ese otro, y es ahí cuando finalmente la infidelidad se termina de concretar, y ella se va a largar para estar con ese otro.
De ninguna manera puedo justificar la infidelidad en las relaciones, pero con todo mi pesar, esas cosas suceden. La diferencia es que un hombre lo hace por cobarde, porque amando a su pareja es incapaz de ir a reconquistarla y ganarla de nuevo, mejor busca conquistar a una mujer que no lo conoce, que no le conoce el mal genio ni lo conoce en sus peores días, va y gana una nueva conquista para disfrutar en soledad en aquellas noches en que es incapaz de atraer a la mujer que tiene junto a la cama.
La mujer no busca olvidar por un momento las insatisfacciones que padece con su pareja, la mujer se va a ir con ese nuevo porque ese nuevo quizá la entiende más, la valora, la mira, la escucha, la desea y la hace suya. Esa mujer infiel jamás va a regresar jurando que solo fue una vez y que la perdonen, esa mujer que fue infiel, va a agarrar sus cosas y se va a largar.
Las relaciones de pareja quizá no son fáciles, pero valen la pena. Intentar ser feliz con alguien más no está mal, pero tampoco está mal no acomodarse, no conformarse, conquistar a diario a tu pareja, y escuchar cuando tu pareja «no tiene nada».
Imagen principal tomada de Psicología Paula Álvarez Bargados.
Claudia Mejía

Mujer guatemalteca, en busca de la libertad de expresión en todas sus formas, artista, deportista, modelo y madre de tres. La vida ha sido mi mejor escuela, la resiliencia ha sido mi acompañante fiel durante el camino y aprender a ser feliz con lo que la vida me ha regalado mi mejor herramienta para seguir adelante.
2 Commentarios
Gracias por abrir su alma
Haz dejado plasmado lo que una mujer es entrega con el alma pero también con el dolor se va perdiendo se va matando el amor. Claudia mujer virtuosa guerrera mis más sinceras felicitaciones haz descrito a la mujer verdaderamente.
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