Vinicio Barrientos Carles | Para no extinguirnos / QUADRIVIUM
Dado que la textura del universo es la más perfecta obra de un creador sapientísimo,
nada en lo absoluto tiene lugar en él sin la obediencia de alguna regla de máximos o mínimos.
Leonhard P. Euler
Hace varios meses que muchas voces, supuestamente guías de la población guatemalteca, en medio de una incertidumbre bastante alta respecto a la crisis por la que el mundo está atravesando, se alzaban en torno de la noción denominada «el pico de la epidemia infecciosa». Hace varios meses que algunos han venido hablando, con aires de pronóstico cientificista, sobre lo que está por venir. Hace varios meses, también, que se ha venido escuchando la expresión de que «pronto llegaremos al pico», sin aclarar realmente qué exactamente significa esta expresión. En fin, hace varios meses que también formé parte de ese concierto de voces, en mi caso, procurando advertir sobre los conceptos elementales que había que tener claro para poder representar, coherentemente, situaciones al respecto de los posibles escenarios que la pandemia podría tomar en nuestro país. Sin embargo, al observar cómo crecían más rápidamente los desaciertos, desatinos y desafortunadas y erróneas expresiones, opté por guardar un silencio prudencial, tratando de no participar en la debacle posterior.
Fue el caso en un muro de las redes sociales, en la primera mitad de mayo, cabalmente cuando muchos se lucían con la obcecada necedad de que estábamos «llegando al pico», que advertí al propietario de las publicaciones que no hiciera una mala interpretación del gráfico que mostraba el número de los contagiados diariamente, confundiendo esta variable (contagios diarios) con el concepto de contagios circulantes. Como era un profesional, doctorado, letrado y con miles de seguidores, consideré oportuno hacer el señalamiento, y haciendo a un lado su autoimagen de experto en el fenómeno que él se había dispuesto explicar, me animé a indicarle, de manera respetuosa, de que estaba incurriendo en un craso error, uno en el que muchos, virtualmente todos, estaban cayendo: creer que el punto más alto de los contagios diarios correspondía al denominado «pico de la infección».
A decir verdad, cabe manifestar que el señalado no atendió, y sea que captó el contenido del mensaje o bien que no lo hizo, el daño al gran público continuó perpetuándose. Fue cuando me di cuenta de que todo este tipo de manifestaciones públicas no responden al deseo de explicar y mostrar las cosas tal cual son. Son fundamentalmente acciones políticas que lo único que persiguen es el poder, sea a través de la fama o de la satisfacción personal o de la manipulación de las masas, como cuando el sujeto se sube a un escenario para montar y proporcionar un show… pues lo que se persigue, tarde o temprano, es el aplauso, ligero y superficial. Mi mente de científico honesto me volvía a traicionar, cayendo de ingenuo en lo que muchos asumen como sobreentendido. Y es que es el show el único objetivo, y todo lo que se deriva de este. Ese show que hemos estado presenciando, vez tras vez, en el presidente Giammattei, y en general en la clase política nada representativa de la población de nuestro país. Pero esto no nos asombra, no es ninguna sorpresa. Sin embargo, en el caso citado, yo no tenía la más mínima idea de que alguien que asumía la voz de científico experto, alguien que pretende explicar de manera técnica y analítica los fenómenos, muchas veces inaccesibles a la intuición, terminara, lamentablemente por ego, actuando en forma igualmente irresponsable, sin evaluar las consecuencias de difundir nociones erróneas, tan solo por el mero placer de ser aplaudido.
Sin embargo de mi retiro parcial, he querido retomar la palabra, motivado por las recientes palabras que expresó el mandatario del Ejecutivo, indicando que el pico de casos por COVID-19 se registró en la semana del 2 de julio, es decir, en la semana epidemiológica número 27. Específicamente el presidente dijo lo siguiente:
Después de haber tenido el pico más alto en la semana del 2 de julio, a partir del 9 de julio vemos un decrecimiento en cinco semanas consecutivas. Hemos visto días que a duras penas rebasan el promedio de lo que se mira ya en una tendencia a la baja.
El error que se comete cuando se está afirmando que el pico de casos se dio en la semana 27, es que se está hablando de dos variables diferentes, porque una cosa es el número de casos registrados (sean los activos o los acumulados) y otra muy diferente es hablar del ritmo al que cambia este número de casos, variable que viene dada, en forma aproximada, por el número de casos nuevos que van apareciendo en un día de medición. En la citada ocasión, así se lo hice ver al experto doctor, pero no médico, por si acaso el equívoco se aparece en la mente del lector, en vista del mal uso que de este término hacemos en nuestro país, pues el calificativo «doctor» refiere a un grado académico, justamente para alguien que se ha doctorado en alguna disciplina. Pues bien, al emergente experto en modelos, esos que pretendían predecir el punto más alto de nuevos casos, en aquel lejano entonces le indiqué: una cosa es la función F y otra diferente es su razón de cambio, o función derivada, la cual matemáticamente solemos simbolizar por F’, en donde el apóstrofe indica la operación diferencial de «derivada». En esa oportunidad, aunque personalmente podía pronosticar que sus modelos estaban mal (y débilmente) construidos, es decir que no iban a funcionar predictivamente en el mediano plazo, me parecía que el error más grave, ese que debía ser corregido inmediatamente, es este que estoy citando, justamente porque ya una mayoría en la voz popular estaba incurriendo cabalmente en esa errónea interpretación.
Hagamos un ejemplo ilustrativo, el mismo que dio origen a las fluxiones y las razones de cambio que utilizó Isaac Newton por primera vez en sus Principia mathematica, hace ya más de trescientos años. Imagine el lector que un auto, bastante alejado, se dirige sobre una carretera recta directamente hacia su persona. De alguna manera podemos aceptar que es posible medir la cantidad de metros que el móvil va avanzando. Esta cantidad va en aumento, creciendo momento a momento, porque el vehículo está en movimiento. El lector bien puede distinguir lo que significa la distancia recorrida y la velocidad del móvil, que no es otra cosa que el ritmo al que aumenta la distancia recorrida. En este momento, el analista de datos decide registrar en dos gráficos separados estas dos variables. En una coloca los metros avanzados y en la otra coloca la velocidad, es decir, el ritmo en que aumentan este número de metros recorridos, digamos en metros cada segundo.
Por otro lado, imaginemos que esta velocidad empieza muy pequeña (digamos desde cero) y va paulatinamente incrementándose. El conductor, al ver que usted será impactado, decide no seguir aumentando su velocidad, por lo que en el proceso la velocidad del vehículo llegará a un máximo para posteriormente empezar a descender, hasta que, en algún momento posterior, esta velocidad llegue a ser cero nuevamente. Este es el momento en que la distancia recorrida alcanzará su máximo, que no es el mismo momento en el que la velocidad alcanzó (anteriormente) su máximo. Y aquí es cuando esta analogía cinemática queda en suspenso, con el ofrecimiento de que le estaremos dando oportuna continuidad en la segunda parte de este artículo.
Imagen principal tomada de AGN, editada por Vinicio Barrientos Carles.
Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
Correo: viniciobarrientosc@gmail.com
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