Liderazgo simbólico

-Gabriela Carrera / FÍJESE USTED

No fui nunca fan del concepto de liderazgo. El «líder» me hace pensar en ese hombre encorbatado que le dice a otros qué hacer: hombre y autoritario. El imaginario me remite a una empresa y su gerente o a un partido-busca-votos y su caudillo. Honestamente, es la manera de hacer política que me repele: no se escucha razón, se manda, se cierra el diálogo, se marca el ritmo, no permite ningún «fíjese que». Enojo, impaciencia y rechazo. Mucho de lo último, por todos lados.

Leí algo por estos días de los señores Bernardo Blajmar, Olga Nirenberg y Néstor Perrone que me hizo cambiar de opinión. Parafraseando a quiénes llevan ya décadas analizando el liderazgo político en el ocaso de los «grandes hombres» al estilo de Fidel Castro o Hugo Chávez, conciben el liderazgo como una función dentro de una organización en un determinado momento. Es decir, la función del liderazgo depende de los momentos políticos que vive su colectivo y el país. Ese líder es importante en tanto pertenece a una organización que lo respalda y la organización que lo legitima es importante en relación a los procesos de transformación que propone. En algunos momentos se necesita de alguien que fortalezca las estructuras, en otro de alguien que se ocupe de la moral de quien hace parte de un proyecto compartido, habrá cuando sea necesario que alguien articule, y represente y hable por todos. Pero hay uno, uno…

Está el liderazgo simbólico. Está el que logra contar nuestra historia, no ajena de sus contradicciones y complejidad. Es la voz que teje una narrativa en donde nos identificamos todos y que nos hace hablar un idioma propio, un lenguaje que sentimos nuestro y en el cual nos encontramos. El lenguaje como ese sistema de comunicación cargado de sentido que nos permite apalabrar las luchas, las demandas. Es la manera en como nombramos el país que queremos. Son las palabras sin espacio precedidas por un numeral que se vuelven de uso común y cotidiano, o son las consignas que gritamos a todo pulmón y pasamos tarareando tiempo después.

En este tiempo, el liderazgo que llamaron simbólico alguna vez, nos invita a abrazar una causa. Es imprescindible para impulsar el corazón, para convertirlo en voluntad y en acción. Permite que nos encontremos en la concepción común, materia prima de la construcción de una visión de la lucha y del proyecto político propio y alternativo.

Gabriela Carrera

Creo firmemente que la política y el poder son realidades diarias de todos y todas. Por eso escogí la Ciencia Política para acercarme a entender el mundo. Intento no desesperanzarme, por lo que echo mano de otros recursos de observación como los libros y las salas de cine. Me emocionan los proyectos colectivos que dejan ver lo mejor de las personas y donde el interés es construir mundos más humanos.

Fíjese usted


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