-Cristóbal Pacheco / A LA CASA DE LIBROS–
Este fue, a mi entender, el periodo más recalcitrante y oscuro contra la cultura de los libros. El decreto 59, o Ley Preventiva contra el Comunismo, que fue promulgado por el Gobierno de Castillo Armas luego del período de la Revolución de Octubre, incitó a legalizar uno de los más brutales linchamientos contra la cultura de nuestro país y que ha presenciado el mundo. En el capítulo 11, artículo 8, inciso c, dice textualmente: «queda punible, la publicación, impresión, producción, venta, etc. De hojas, volantes, panfletos, libros, de ideología comunista» y el inciso k: «queda prohibido el tráfico de libros de propaganda comunista destinados a textos de enseñanza de primaria y secundaria, y el castigo será de un año correccional o igual a tres años de cárcel», siendo esta una monstruosidad jurídica según la Asociación del Derecho, que por aquella época vigilaba este tipo de atrocidades.
Con toda la mentalidad macartista de aquella época, entra en juego el papel de los Estados Unidos, estando muy al tanto de la producción nacional. Entre las muchas actividades que en contra de la cultura se realizaron están: la suspensión de la Revista El Maestro, la Revista Alegría (infantil), la Revista Guatemala, utilizando para estos sendos decretos. Al mar fueron a parar muchos de los libros que se decomisaron en aquella época, es famosa la exposición que montaron en el Palacio Nacional de Guatemala para demostrar cuáles eran los «libros prohibidos», luego hicieron lo que siempre hacen los enemigos de la inteligencia: «prenderles fuego».
Se expurgaron bibliotecas, extrayendo los libros que para ellos eran peligrosos para la sociedad. Los autores prohibidos eran: Dostoyevski, Carlos Marx, Engels, Lenin, Tolstoi, Gorki, como podemos ver todo escritor relacionado con Rusia, escritores que ni siquiera tenían o profesaban ideología comunista. Algunos escritores guatemaltecos prohibidos eran: Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Manuel Galich, Enrique Muñón Meany, Otto-Raúl González, Raúl Leiva y la mayoría de intelectuales que tuvieron alguna participación en la cultura del periodo de la Revolución de Octubre.
Se vaciaron los anaqueles de la Biblioteca Nacional de muchos escritores, extranjeros y nacionales, y que se consideraban sediciosos y transformadores del orden público.
En el anecdotario se habla de que «el color rojo» era el distintivo para que los cateadores buscaran libros (rojos), era el mote hacia los que profesaban la doctrina comunista. Incluso se decomisaban biblias con tapas rojas, libros que nada que ver con esta doctrina.
Esta persecución «liberacionista» hacia los libros obligó a muchas personas a enterrarlos, quemarlos o romperlos. Es decir que, además de los que fueron quemados y lanzados al mar por Castillo Armas, se sumaban estas acciones hechas por los mismos dueños de los libros.
Las acciones de censura la realizaban personas o «censores culturales», quienes se encargaban de catear o de apostarse en las aduanas fronterizas para requisar material que era prohibido, en este caso «libros». Se diferenciaban de los censores de la Inquisición en que muchas veces no tenían la suficiente cultura sobre autores, libros y obras que eran prohibidas. Y cuando la policía cateaba una casa, los cancerberos cargaban absolutamente con todo sin hacer ninguna distinción, como llevarse biblias con tapa roja. Partían de lo siguiente: si eran libros de economía, política, derecho, sociales, ideas, libertad, democracia, pensamiento, comunismo, materialismo, etcétera, debían eliminarlos.
Como nos podemos dar cuenta, los casos eran risibles. Cualquiera podía ir a la cárcel por tener La rebelión de las masas de Ortega y Gasset; La historia de la teoría política de George Sabine, libro que fue regalado por la Embajada de los Estados Unidos a todos estos países. Para los censores era peligroso tener libros en idiomas extranjeros, aunque dependía de los cursos recibidos por el censor en países como Panamá y los Estados Unidos.
Esta labor destructora de la cultura del libro y de los escritores y escritoras, hizo que nuestro país cayera en una época oscura de la que aún no logramos recuperarnos totalmente.
Cristóbal Pacheco

Nací en la Antigua Guatemala el 30 de julio de 1963. Soy maestro de profesión pero vendedor de libros por pasión.
2 Commentarios
Felicitaciones por tan emocionante y completa información.
siga adelante…
Súper interesante, algún libro que me pudiera recomendar sobre censura, censura en Guatemala?
Me encuentro investigando sobre ese tema.
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