Paola Cano | Para no extinguirnos / SOBERANÍA ALIMENTARIA
Hace unos días me detuve en el supermercado, en un día de promociones y probaditas de alimentos. Entre cereales, bebidas y dulces, me encontré con una leche con la promoción de ser «orgánica» pero con más del doble de precio.
Su bifoliar atrayente con papel reciclado nos prometía una leche certificada libre de pesticidas, hormonas y antibióticos; también nos hacía ver que este alimento es producido por una empresa que se preocupa por el bienestar animal y protege el ambiente.
Esta imagen, supuestamente amigable con la salud y el ambiente, solo me hizo pensar que las otras 13 opciones de leche en el pasillo de bebidas, están cargadas de químicos que nos enferman.
También me hizo recordar a mi abuela, quien me contaba que consumía leche al pie de la vaca y que esto fue fundamental para la nutrición y crecimiento de sus hijos e hijas.
Las guías alimentarias para Guatemala, a través de la olla familiar, nos recomiendan consumir productos lácteos 3 veces por semana [1], debido a que es un alimento con proteínas importantes para nutrirnos, además contiene vitamina A, D, calcio para los huesos y otros. La leche es uno de los 34 alimentos de la canasta básica alimentaria [2], aunque su consumo por persona no llega a 65 litros por año, y en la última Encovi se evidenció que la leche es consumida por menos del 50 % de la población y es la población pobre quien menos la consume debido a su costo.
Muchos de los pesticidas organoclorados son prohibidos en el mundo desde los años 70 por su alta toxicidad. En Guatemala, en los años 80, eran rociados por avionetas «para erradicar la malaria», y en la actualidad se siguen comercializando por la empresa que vende las semillas genéticamente modificadas y otros dueños de farmacéuticas. Estos pesticidas se acumulan por casi 10 años en el tejido graso de los animales que comen pastos contaminados y por ello los encontramos en la leche.
Las hormonas en la leche han causado que las niñas tengan su primera regla a temprana edad, así como problemas de colesterol en adultos, obesidad y otros. Mientras que los antibióticos están relacionados con el aumento de la resistencia bacteriana a los antibióticos.
El problema es que no tenemos seguridad de que estos químicos contaminantes estén presentes en la leche que consumimos a diario, además de que no existe una ley que regule esto en Guatemala. Por lo tanto, la misma industria láctea utiliza hormonas y otros elementos para aumentar la producción, reducir sus costos, sin importar nuestra salud, incluso nos pretenden vender una leche sana por más del doble de precio, cuando todas las leches deberían estar libres de estos químicos.
En Guatemala se han realizado algunos estudios de tesis que han evidenciado presencia de antibióticos en leche, entre estos están los de Guillermo Rivera[3] (1982) y Jorge Serrano[4] (1996). Sin embargo, quiero recomendar a la academia que siga estudiando sobre los contenidos de estos químicos en la leche de consumo actual. Además, el Estado debería prohibir y regular cuanto antes la presencia de elementos que nos enferman, principalmente a los niños y las niñas, y debería involucrar a pequeños y medianos productores, porque los monopolios nos siguen enfermando.
No estoy diciendo que dejemos de tomar leche. Para evitar enfermedades intestinales, tuberculosis y otras, pienso que se debería hacer un programa nacional para apoyar a pequeños ganaderos a producir leche limpia y sana, porque un porcentaje de la población consume leche directamente de las granjas.
Sí quiero recomendar que no compremos leche «orgánica» porque ayudamos a que la industria nos venda más caro un alimento que debería estar libre de químicos dañinos que el Estado debería regular, y quiero recordar que esta es una razón más para darle lactancia materna exclusiva a los infantes menores de 6 meses y después de esa edad iniciar con alimentos acompañados de lactancia materna hasta los dos años o más.
Sí debemos consumir leche de vaca, pero libre de químicos contaminantes.
Imagen tomada de VidaCaixa Blog.
Versión actualizada, a petición de la autora, el lunes 10 de diciembre.
Paola Cano

Nutricionista, con una Maestría en Ciencias Sociales, feminista y en permanente dedicación a la investigación en el tema alimentario nutricional con un pesamiento crítico. Viajera amante de la fotografía y la comida típica que guarda la cultura de los pueblos.
2 Commentarios
Gracias Paola, te agradezco tus aportes.. los estoy imprimiendo para hacer un archivo de ellos…un abrazo a tu hija y tu hijo.
Gracias por todo apreciado Ruddy
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