Jacobo Vargas-Foronda | Política y sociedad / BÚHO DE OCOTE
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, solicitó al rey Felipe VI de España y al papa Francisco, a principios de marzo, que pidan perdón a los pueblos originarios de México por los abusos cometidos durante la Conquista del país, hace 500 años. AMLO también pedirá perdón en 2021 indicando que: «Yo lo voy a hacer también porque después de la Colonia hubo mucha represión a los pueblos originarios».
Las cartas enviadas por AMLO provocaron diversas reacciones, tanto descalificativas, como favorables, dentro y fuera de México. Cristóbal León Campos, sintetizando, nos dice que «España no solo debe pedir perdón, también debe indemnizar a los pueblos originarios de toda Nuestra América (…). La solicitud del Gobierno mexicano va acompañada del compromiso del presidente de sumarse a esa solicitud de perdón añadiendo a la cuenta histórica del agravio los años que han transcurrido desde la independencia y en los cuales la opresión a los pueblos originarios no terminó, sino que encontró nuevas formas para reproducirse y justificarse» [1].
León Campos dice, con claridad, que «en contraposición a la solicitud los partidarios de la nostalgia colonial (conscientes o no) reproducen viejos eslóganes convenientes al neocolonialismo que mantiene en la conciencia del pueblo mexicano el sometimiento sufrido durante el genocidio más grande la de historia humana (…). Dicho genocidio continúa hasta la fecha, los pueblos originarios no son aún reconocidos en plenitud con todos sus derechos y con todos sus rasgos culturales (…). El propio Gobierno mexicano, si pretende una verdadera solicitud de perdón, tendrá que repensar su relación con los pueblos originarios y favorecer su real reconocimiento como sujetos de derecho en las leyes y en los hechos (…). A nadie sorprende la respuesta del pontífice ni del rey de España, ambos son representantes de instituciones y gobiernos con una larga tradición de opresión» [2].
La solicitud para que se pida perdón, continua León Campos, «es la puerta para el respeto de la dignidad de los pueblos, es el hecho de que nuestra nación no puede ni tiene por qué seguir sometida a los intereses neocoloniales de las viejas potencias europeas, mucho menos, en un contexto latinoamericano tan álgido por la revitalización de las agresiones imperialistas de Estados Unidos. Las cartas corresponden en suma a la exigencia de respeto pleno para nuestra nación (…). El desagravio también tiene que incluir una revisión de la historia que se enseña en las aulas mexicanas y latinoamericanas, la construcción del perdón debe cimentarse en la toma real de conciencia del valor y la importancia de los pueblos originarios en términos históricos como actuales (…). romper las formas neocoloniales de dominación cultural que mantienen los currículos escolares y las mentes colonizadas y que reproducen valores, ideas y prejuicios insertados de la mano con la espada y la biblia (…) [especificando que] todos los símbolos coloniales que se mantienen en las ciudades mexicanas y latinoamericanas como las estatuas y monumentos dedicados a los conquistadores han de ceder su lugar a la verdadera memoria de los pueblos hermanos desde su raíz más profunda, la historia de nuestros pueblos debe florecer con la libertad plena y el reconocimiento justo que desde siglos se les ha negado. La reivindicación será plena o no será» [3].
También tenemos que la portavoz indígena del Consejo Indígena de Gobierno de Oaxaca, Bettina Cruz, según el Diario de Yucatán, pidió al presidente AMLO que «respete los derechos de los pueblos originarios y no se lave las manos exigiendo disculpas a España por la conquista (…) que no se lave las manos con disculpas ajenas (…) [asegurando que] es una simulación que no sirve para nada (…) [que] en lugar de pedir disculpas a un rey debe respetar la autodeterminación de los pueblos indígenas (…) [que es insuficiente] una disculpa y nada más (…) [porque los agravios] se siguen perpetuando al día de hoy (…). No queremos una disculpa por lo que pasó sino por lo que sigue pasando bajo el Estado mexicano» [2]. El mencionado periódico no menciona opinión alguna expresada por Bettina Cruz, en relación a la participación de la Iglesia católica, tanto en el pasado como en el presente.
Creemos que este contemporáneo debate debe puntualizarse. Por ello hemos retomado el tema que pareciera agotado. Sin discusión alguna, compartimos lo expresado por Cristóbal León Campos y Bettina Cruz, en cuanto que el solo hecho exigir que se pida «perdón, disculpas» sin cambiar lo que sigue ocurriendo en el presente en México y Nuestra América Latina, sin olvidar a los pueblos de otras partes del mundo sometido a los procesos invasores de la llamada «colonización» por parte de las potencias de aquella época, muchas de las cuales siguen con sus mismas prácticas escondidas bajo nuevos «conceptos», demagógicas propuestas elaboradas en extensos convenios, declaraciones, internacionales de los Estados y otras instancias como la tan mencionada Organización Internacional del Trabajo con convenios dedicados para unos países, pero negados para los Pueblos Indígenas y otros pueblos en su país y otros.
Cuando Bettina Cruz, de ser exacta la información publicada en la nota del Diario de Yucatán citada, afirma que AMLO «se está lavando las manos y todo es una simulación que no sirve para nada», tenemos la más clara expresión de la enorme fractura, distanciamiento, conflictividad y desconfianza, no solo hacia AMLO, quien apenas tiene un poco más de 100 días como presidente de México, que AMLO no es ni tiene a todo el Estado mexicano bajo su absoluto control o dominio, sino que además estamos ante las enormes fisuras, bisagras de incomunicación, ausencia de confianza, con las cuales tendremos liar en el futuro inmediato e inventar las formas de comunicación que nos permitan encontrar los lenguajes, medios y mecanismos para construir las mutuas confianzas en la honestidad, sinceridad, de las intenciones y conjugación de esfuerzos colectivos para las impostergables transformaciones.
Para intentar esclarecer lo que quiero expresar, decir, nos ubicaremos en Guatemala, país cuya realidad hacia los pueblos indígenas y las grietas mencionadas no se diferencian sustancialmente a la sustantividad de México. Sin duda alguna, solamente pedir perdón es insuficiente. En marzo de 1999, el presidente estadounidense Bill Clinton pidió disculpas a Guatemala por la intromisión, invasión gringa de 1954 y en la participación directa con el apoyo estadounidense a las fuerzas militares, aparatos de inteligencia, etcétera, en la violenta, genocida, selectiva y generalizada represión desatada contra los pueblos de Guatemala, indicando que Estados Unidos de Norteamérica no debe repetir ese error. Y el error se repite incesantemente.
Hasta hoy, gringolandia continúa haciendo lo mismo, jugando el papel de juez y policía militar, ejecutando dictámenes y acciones concretas contra los pueblos tanto de Guatemala como de Nuestra América, organizando y efectuando sus guerras sucias contra los gobiernos que no siguen siendo sus lacayos. En Guatemala, jugando con el garrote y la zanahoria, no solo sigue apoyando la corrupción e impunidad del gobierno titiritero actual, 2019, sino que además con su ficticio plan para la prosperidad sigue ampliando las condiciones de expoliación económica y territorial del país. ¿Acaso ha cambiado el sistema económico, político-social-cultural impuesto desde 1954, sin olvidarnos del iniciado con la invasión colonial española, que no permite ni el respeto y reconocimiento de los derechos de los cuatro pueblos y mucho menos su desarrollo humano con dignidad, capacidades económicas, bienestar y toma de decisiones? Lo que ha sido llamado «error» sigue siendo una imperial práctica generalizada.
En este sentido, en la posibilidad de realizar los cambios transformadores exigidos por León Campos y Cruz, en la temática del «perdón», el «pasado y el presente», debemos indicar que toda la grave conflictividad del presente cargando en su interior el pasado, su pasado-presente vivo, requiere de una análisis, comprensión, de los diversos niveles, en lo nacional e internacional, que debemos tener en mente para buscar conjuntamente las mejores y más rápidas posibilidades de resolución de las conflictividades para alcanzar el escalón hacia la transformación, que con certeza tiene que ser a escala mundial, de adentro hacia afuera y viceversa. ¿Tenemos un panorama cierto, con sólidas bases para lograrlo?
Cuando Cruz afirma que AMLO «se está lavando las manos», no solo muestra la enorme grieta de la desconfianza, sino que además es una descalificadora afirmación lanzada contra AMLO. Esa tendencia, descalificadora y difamatoria, ha estado presente desde el tiempo del proceso electoral mexicano a partir de los ocultos y públicos poderes de la corrupción, impunidad, y clicas empresariales monopólicas que han saqueado a México, como país, Estado y pueblos.
Estamos ante el panorama, interno y externo, que profundiza el debilitamiento de las instituciones públicas, corroe las bases del Estado sin presentar los pilares que fortalezcan a un Estado que puede encaminarse a crear las bases sociales, jurídicas, institucionales, económicas, políticas e ideológicas que fundamenten las transformaciones realizables. Y es en este punto cuando debemos visualizar e indagar si la comunidad internacional, los países autonombrados «desarrollados» y las enormes mandíbulas empresariales y financieras transnacionales, públicas y privadas, van aceptar, respetando los derechos de soberanía estatal, independencia económica y política de los Estados y pueblos que intentan alcanzar la libre autodeterminación.
En Guatemala, en el actual proceso electoral, una de las demandas más sonadas es la convocatoria de una Asamblea Constituyente para redactar una nueva constitución política que permita y jurídicamente respalde los impostergables cambios transformadores, refundadores, que la institucionalidad pública y toda la sociedad en su conjunto requiere para poder realizarlos. Pronto veremos, con el ejercicio del voto, si la ciudadanía guatemalteca ha logrado alcanzar una madurez, una conciencia sociopolítica y la voluntad de transformar a Guatemala con clara capacidad de superar las enormes grietas mencionadas.
[1] León Campos, Cristóbal. «México: la herencia colonial y el desagravio cultural». Guatemala, gAZeta, Puertas abiertas, abril 7, 2019.
[2] Íbid.
[3] Íbid.
[4] «Es una simulación». México, Diario de Yucatán, marzo 29, 2019, p. 7.
Jacobo Vargas-Foronda

Jurista y sociólogo. Aprendiz de escritor, analista y periodista freelance. Libre pensador y autodefinido como gitano, es decir, ciudadano universal.
Correo: forvar33@yahoo.ca
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