Luis Zurita Tablada | Política y sociedad / SUMAR, SIEMPRE SUMAR
Los asiáticos llegaron a la globalización
con una población bien formada
y el comportamiento ilustrado de sus élites.
Alguna vez escuché por ahí que los pecados políticos eran escandalosos porque los políticos pecaban por todos y públicamente.
Luego, Carl Jung, en su Libro rojo, asegura que solo una persona muy inconsciente e ingenua puede creer que el pecado de pensamiento, palabra, obra u omisión es evitable.
Por último, también dijo Jung que si un día te encuentras con el diablo, platica con él, porque es tu diablo, el que te tienta y te tuerce el camino…
Así las cosas, para empezar a entender las causas más íntimas de la corrupción política, es necesario una inmersión en la naturaleza humana, o sea, en las profundidades del alma, pues, como lo refiere el neurobiólogo David Eagleman en su obra Incógnito, hay alguien dentro de mi cabeza que no soy yo, lo cual coincide con el psicoanálisis freudiano que demuestra que pensamos cosas, deseamos cosas y hacemos cosas que no sabemos por qué las pensamos, las deseamos y las hacemos…
De esa cuenta, la psicología profunda establece que el yo no es todo lo que hay, lo cual hace de la especie humana un ser trágico/cómico, dado que, por un lado, somos un brote excepcional que evolucionó de los monos, y, por el otro, la certeza moderna de que no somos el centro del universo.
El propio Freud solía decir que el yo, o sea, la parte consciente, solo era la punta del iceberg de la personalidad, y como tal solo representa 7 % de la psique, mientras el resto no se ve, pero determina el comportamiento humano más, mucho más de lo que se quisiera, pues es la parte poderosa, pero inconsciente y caótica, heredada filogenéticamente de generación en generación, pero sus raíces devienen desde el principio de los tiempos.
En ese contexto, el yo o lo consciente constituye lo adquirido en la experiencia social, el cual se expresa a través de la razón, con la expectativa de que ordene la vida individual y social. Sin embargo, la realidad confirma que, en muchas ocasiones, las actividades individuales y sociales no se desarrollan racionalmente, lo cual se comprueba con el devenir de la historia cual símil de una nave de locos sin control y a la deriva.
De esa cuenta, si lo inconsciente es lo ancestralmente heredado a través de los cromosomas del padre y de la madre, el ser humano es una especie donde la razón y la sinrazón mantienen un pulso permanente, lo cual ha llevado a los entendidos al supuesto de que no somos solo Homo sapiens, sino Homo demens, pues nuestras vidas transcurren entre luces y sombras. Las primeras, devenidas de la parte sapiente y, las segundas, de la parte demente.
Aunque hay un agravante, pues, como lo demuestra Erich Fromm en su obra Anatomía de la destructividad humana, pareciera que la crueldad propiamente humana difiere de la agresividad animal, cuyo objeto instintivo es defensivo, en tanto pareciera que en la crueldad humana hubiera algún grado de placer racional, tan parecido al amor, su opuesto por antonomasia.
Sin embargo, ya lo decía Heráclito, la educación es el segundo sol del ser humano. Por el Astro Rey estamos aquí como seres biológicos. En tanto que, como seres humanos estamos aquí por obra y gracia de la educación.
Con ello, lo que quiso decir Heráclito es que el ser humano es susceptible de formación o deformación, o sea que, sin educación, los instintos serían los amos y señores de la vida cotidiana, como es común al resto de especies animales. Sobre ese esquema, Scheler demostró en su obra El puesto del hombre en el cosmos, que la civilización y la cultura era una apuesta contranatural, cuyo objeto es enfrentar, sobrellevar y superar la selección natural, puesto que la humanidad ha invertido los factores de la evolución, dado que, mientras la flora y la fauna se adaptan unilateralmente a las circunstancias naturales, el ser humano adapta la naturaleza a sus necesidades, aspiraciones y propósitos.
Justamente, como la civilización y la cultura implican el sacrificio de los instintos para poder convivir pacíficamente, cuando los instintos sacrificados en aras del bien común no son compensados con satisfactores axiológicos y existenciales apropiados, la vida se vuelve un pandemónium.
¿Por qué?
Porque los instintos sacrificados no desaparecen, solo quedan enmascarados y atenuados, y se mantienen apaciguados en tanto hay compensación. Pero si no se da la compensación, es como soltar a los demonios, y salen a hacer de las suyas. Esto ha sido comprendido por algunas sociedades mejor que otras. Los países escandinavos, por ejemplo, son maestros en tal sentido, lo cual es fácil de comprobar con solo leer los informes estadísticos de la violencia en todos los sentidos, así como de los niveles de la corrupción, que en esos lares son menores que las demás latitudes del planeta.
Los países nórdicos han alcanzado tal nivel de satisfacción del mínimo vital (educación, salud, trabajo, vivienda, vestido, recreación y canasta básica) que la igualdad social ronda el 90 %, en otras palabras significa que todos las personas desde el momento mismo de la concepción ya tienen asegurados sus derechos humanos, así como las oportunidades para desarrollar su totalidad humana sin distingo alguno, puesto que a esas sociedades no les importa tanto el punto de llegada como el punto de partida, que ha de ser igual para todos.
Aunque el tema es mucho más complejo que estos simples apuntes, la idea es que tomemos consciencia de que el combate de la corrupción y del crimen solo punitivamente no es suficiente si a la par no se impulsan ajustes estructurales que garanticen el bienestar de las personas, lo cual equivale al desarrollo humano integral y transgeneracional. Ergo, todo lo contrario de lo que acontece en Guatemala, en donde, a lo largo de los siglos, la desigualdad, la exclusión y la injusticia social son el caldo de cultivo que exacerba a los demonios del crimen común y organizado, entre ellos la corrupción, fenómenos de los cuales no se escapan los individuos de todos los sectores y grupos sociales del país.
Ojalá el proceso político electoral al que estamos abocados a la vuelta de pocos meses gire alrededor de tales preocupaciones, y no solo sea un distractor más como ha sido hasta ahora a lo largo de todas estas tres décadas perdidas, pues hasta ahora no ha sido objeto de los interesados en las lides político-electorales la discusión y la propuesta de soluciones concretas para sacar al país del subdesarrollo que nos ahoga en todos los sentidos, a todos a y cada uno de los guatemaltecos.
Luis Zurita Tablada

Guatemalteco (1950), químico, político, escritor. Ha desempeñado cargos en el ejecutivo en áreas ambientales, candidato a la vicepresidencia de Guatemala, docente universitario, director del Instituto Guatemalteco de Estudios Sociales y Políticos, autor de varios libros, notas periodísticas e ideólogo de la socialdemocracia en Guatemala. Es miembro del Centro Pen Guatemala.
2 Commentarios
Gracias Arturo. La gran tarea es educar. Rolando Araya Monge, lìder socialdemòcrta costarricense, me contó que hace medio siglo su paìs privilegió la educación. No tenìan dinero, pero priorizaron el 30 por ciento del presupuesto para logarlo. Aquì hace falta mucho para alcanzar tales heroicidades… En fin. es cuestión de consensos, o sea, que aquellos que tienen el sartén por el mango tomen la gran decisión de avanzar hacia un progreso sostenible… Mientras eso no suceda, como en la obra de Bécquet, seguiremos esperando la llegada de Godot, un mìtico personaje que nadie conoce, pero que, en el imaginario ignorante, espera que se aparezca como el gran salvador que de todas maneras nunca llegará… Puuuuffffff…
Es comprobable realmente dentro de nuestro campesinado que los instintos son los amos de la formación, aunque sienten no son conscientes de de lo que viven, hacen ó les ocurre; eso hace evidente que las baterías deben volcarse de lleno al tema de la educación porque de lo contrario, ese deseo del ojalá que los políticos ó la política modifique en bien sus procederes es utópico principalmente porque no entienden ni mucho menos comprenden el los conceptos tan claros como este tema expuesto, pues el porcentaje a combatir es demasiado alto y no se vislumbra aún un chapulín colorado dentro del conglomerado politiquero nacional que sea capaz de sacarnos de ese hoyo de la ignorancia y marginación.
Buen tema, gracias.
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