Rudy Alfonzo Gomez Rivas | Arte/cultura / 29 DE SEPTIEMBRE (3:30 A. M.)
Cuando me mudé de casa a mediados del año pasado, entre llevar todos los cachivaches a la nueva morada, descarté la posibilidad de seguir viendo morir decenas de abejas sin más ni más sobre la base de la ventana de la cocina. Con mucha pena, dolor y tristeza las recolectaba una a una y las colocaba sobre la tierra del jardín que tiene la casa, nimio gesto para demostrar que su pequeña muerte, un tanto inexplicable, no fuera del todo en vano. Colocar sus restos sobre la tierra era una forma de devolverlas a donde pertenecemos todos. Con el tiempo, su diminuto cuerpo se integraba a la tierra y desaparecía para siempre, pero en mí iban quedando decenas de preguntas que posiblemente no tengan respuesta humana.
Pasados varios meses de estar instalado en la nueva vivienda, una mañana al entrar a la cocina, la tristeza y la congoja se apoderaron de mí con mucha más fuerza, encontré, a varios centímetros de la pared de la ventana de la cocina, varias abejas agonizantes, otras ya muertas. Fue entonces que me percaté que lo que había sucedido con las abejas en la anterior vivienda no era un hecho aislado, era un suceso que debía tener una explicación.
Sé que las actividades humanas han impactado significativamente la vida de las abejas. Ver morir hasta la fecha más de cien abejas genera una serie de preguntas. ¿Qué desorienta a las abejas? ¿Por qué la muerte las sorprende de esa manera?
Hace más de veinte años las abejas no se imaginaban tener escenarios adversos y oliendo a muerte. Las abejas han dejado de posarse sobre las flores y recolectar polen, que es sinónimo de vida, de alimento y de perpetuar las diferentes especies incluyendo a la humana. Hoy las abejas deben lidiar con olores que traen el sello de muerte instalado en la esencia de las sustancias. Hoy las abejas vuelan por campos minados, donde la explosión no las mutila sino las hiere de muerte.
Hoy las abejas, que siempre disfrutaron de lindos colores y de resplandores que los amaneceres en planicies descampadas ofrecen, llevan en sus patas la oscuridad impregnada como polen disfrazado.
Ondas invisibles, resultado de antemas parabólicas, telefónicas y satelitales, están provocando que pierdan su orientación. Las abejas transitan sin rumbo, vuelan desorientadas a tal punto de parar en escenarios inhóspitos que las mata ipso facto. Se han cambiado sus mieles por mejores sistemas de comunicación, que en suma ha provocado perder comunicación con otras especies de la naturaleza, perdiendo con eso vida.
Son las siete de la madrugada, es una mañana llena de luz, la miel de abeja contenida en un frasco de cristal se acaba. El pan francés ha quedado más delicioso. En un futuro no muy lejano, las abejas, como tantas otras formas de vida, se extinguirán y ese será para los humanos el pago irrefutable de nefastas decisiones donde las abejas son el eslabón de la debacle que sobrevendrá.
Fotografía principal por Rudy Alfonzo Gomez Rivas.
Rudy Alfonzo Gomez Rivas

Aguacatán, Huehuetenango, Guatemala. 2 de julio de 1977. Premio Especial de Monólogo Teatral Hiperbreve Concurso Internacional de Microficción Garzón Céspedes 2008, Madrid, España. Primera Mención con la obra Aves de papel en el Certamen Internacional de Poesía «Premio María Eugenia Vaz Ferreira» Montevideo, Uruguay 2008. Ha publicado poesía y narrativa. Ha participado en congresos, encuentros, ferias de libros y festivales a nivel nacional e internacional. Director de la Revista Literaria Voces Convergentes, de alcance internacional. Dirige el sello editorial Cafeina Editores. Fundador y organizador del Festival Internacional de Poesía Aguacatán FIPA.
Correo: vocesconvergentes.34@gmail.com
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