Marcos Gutierrez | Arte/cultura / LA VITALIDAD DE LO INÚTIL
Sí y no/ dos sílabas hermanadas
Octavio Paz
Si la poesía es esa nube que busca darle forma al sueño prelingüístico de la definición del ser humano, esta debe huir y negarse, debe escapar del lenguaje. Si la poesía fuese puramente música, sería la continuación onírica de la animalidad, de la libertad, de la perfección de la inconsciencia. En cambio, al ser la poesía una consecuencia inevitable del lenguaje, es una consecuencia de algo más grande: la consciencia.
La poesía y el ser humano son igualmente absurdos. Uno es fruto del caos del conflicto, una cosa podrida que nace de lo podrido, una cosa imperfecta que nace de la ilusión de lo perfecto. El ser humano es una tragedia hermosa, lírica, erótica. El ser humano es el desencanto, un humo gris intrascendente. Y la poesía, la eterna metáfora de sí misma, la mentira, la otredad. La poesía se volvió el batiscafo de los astronautas que confunden el cielo estrellado con el canto diabólico de las luces del fondo del océano.
Las palabras son la metáfora de la consciencia. Del caos sagrado y biológico del pensamiento. El ser humano pasó la historia intentado definir todo desde sí mismo y así se dio cuenta de que el pensamiento es una negación misma de la libertad. Las cosas no son una proyección de la consciencia, son un ente en sí mismas, son sí y no, su definición no es un realismo dibujado en el cerebro; la definición es una nube multiforme. La libertad del pensamiento –por lo tanto, la libertad en general– colinda con los límites de la definición. Mientras el ser humano persigue las palabras exactas para definirse, se niega. En cambio, la poesía describe al ser humano natural y desnudo, lo define en el único mundo donde se puede definir: en un significado que deriva de toda la poesía, de toda la locura, de todos los poetas.
La relación de la poesía con la naturaleza del ser humano la condena a ser una consecuencia innegablemente política. La política: la eterna puta de los poetas, dijo por ahí, Jesús Silva-Herzog. La política no es una puta poética, no es la consecuencia de las violaciones históricas de la humanidad. La política es una consecuencia del ser humano. La poesía es el «sí» y la política el «no» o viceversa, al final, no importa. Isaiah Berlín se dio cuenta de que la política es algo inevitablemente práctico. La política se debe vivir con la misma intensidad que la poesía. La poesía define al ser humano en una nube de conceptos, la política lo resuelve de la mejor forma con todas sus contradicciones.
La historia trasciende a la voluntad. La aplasta. La historia trasciende al individuo, a millones de individuos. De alguna forma, el ser humano se condenó a enamorarse de la utopía. Algunos la visualizan y la conciben como un objetivo. La utopía es la cosa más triste, porque nunca perece, pero tampoco vive. Conocer la naturaleza trágica del ser humano y su historia implica aterrizar en la triste nebulosa de su poética. En el triste mundo de su política. Cuando nunca se tuvo en el horizonte a la utopía, se cae en el limbo de la embriaguez. El poder es una metáfora casi perfecta del sexo, el sexo es todo lo que hay en el poder. El vicio, el desencanto, el vicio. La continuidad de la inmortalidad, los tres minutos de eternidad, la constante búsqueda de la inmortalidad en el orgasmo. La poesía, en su intensidad y locura, encuentra lo más cercano a una definición del ser humano: el acto de intentar definir lo indefinible. En ese «sí» de la poesía, se debe entender el «no» en la política. Al final, todo resulta ser lo mismo. Se negaría la utopía, pero la tragedia siempre es una constante. Sin embargo, en la poesía, esta tragedia es el camino para entender al ser humano, es el abrazo de los límites de la libertad, de la interacción armónica entre los múltiples conflictos del ser humano.
Marcos Gutierrez

(Chimaltenango, 1997). Ha publicado en distintos medios de España y Latinoamérica. Ha publicado los libros Autorretrato (edición de autor, 2012) y Poemas a la nada (Tujaal ediciones, Guatemala, 2017).Desde el 2017 es columnista en la Revista Literaria Monolito (México). En el 2018 recibió una mención honorífica en XV Concurso Literario Gonzalo Rojas Pizarro (Lebu, Chile) en la categoría de cuento y fue finalista en el certamen de poesía Ipso Facto 2018 (Editorial Equizzero, El Salvador). Es uno de los organizadores del Festival Pulso Volcánico.
Correo: gutierrezmarcos01997@gmail.com
Un Commentario
La poesía como praxis política es ante todo el desafío supremo a la conciencia y el cuestionamiento incesante sobre la necesidad de la misma. Además, conlleva el abandono de cualquier intento de domesticar la vida y sus contradicciones, la conciencia y sus abismos bajo fórmulas lingüísticas, juegos de palabras y el «deber ser» del lenguaje poético que exhiben sin pudor tantos «poetas». No es de extrañar entonces, que los carceleros de la corrección poética sean los mismos de la corrección política.
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