Las imágenes del Volcán de Fuego: desastre y repetición

Mónica Albizúrez | Literatura/cultura / INTERLINEADOS

Las imágenes de muertos, heridos y desplazados como consecuencia de la erupción del Volcán de Fuego ponen en evidencia una vez más la vulnerabilidad social, el abandono institucional por parte del Estado y la nula prevención de desastres en Guatemala. Las imágenes, que ya sabemos tienen un poderoso efecto de realidad, ponen en movimiento afectos e iniciativas sociales para paliar la ausencia de una política de Estado. Las palabras del presidente Morales «Me da vergüenza volver a decirlo pero por la Ley de Presupuesto no podemos contar con un solo centavo para emergencias», sentencian la inutilidad como máxima del liderazgo político en estos tiempos.

Las imágenes que circulan en los medios también arrojan un sentido espectral: traen a la memoria otras destrucciones, particularmente el terremoto del 4 de febrero del 76. Y al comparar aquel día y este 3 de junio, las imágenes de entonces y de ahora parecieran fácilmente intercambiables. En todas ellas el observador puede cercenar Guatemala con precisión quirúrgica: entre quienes limpian la ceniza de sus casas y quienes quedan en la intemperie. En esas fotos de entonces y de ahora, resulta reiterativa la miseria que no es otra cosa sino vida de urgencia, vida sin infraestructuras, vida sin planificación, vida al límite. Pareciera que erupción brutal del volcán, deslaves, corrimientos de ríos o terremoto exhuman periódicamente un país paralizado.

Meses después del acaecimiento del terremoto del 76, la Universidad de San Carlos editó un número especial de la Revista Alero dedicado a reflexionar lo sucedido desde distintas disciplinas y a hacer un recuento de las labores de apoyo social seguidas por facultades, escuelas y asociaciones estudiantiles. En ese marco, Roberto Cabrera analizaba las prácticas de comunicación y particularmente los documentos gráficos que circularon en los días y meses posteriores al terremoto, como por ejemplo, “los cuadros de Tereso Xoxoxic (pintor ‘primitivo’ de Comalapa), los desnudos de Gallardo con ‘fondo de terremoto’ o el cartel de una película con el mismo tema; (…) los dibujos de un niño de la ciudad o del campo; (…) el anuncio de la compañía Mahler, que ‘se emociona al comprobar una vez más el valor y la abnegación de nuestra raza, que no se doblega al infortunio’”. Roberto Cabrera veía en estos lenguajes gráficos una sentimentalización de la realidad, sin posibilidad de interpelar al observador hacia otras referencias y signos que dejaran ver las contradicciones éticas y los fracasos yacentes en las ruinas de Guatemala.

Volver a las imágenes desoladoras cuando el Volcán de Fuego no ha parado su actividad, es volver también a las palabras de Cabrera. Indagar por qué una vez más, tras la ceniza y el polvo, aparece la precariedad brutal; por qué una Guatemala tan desigual; por qué un Estado ineficaz; por qué un Presidente, que debió haber renunciado hace tiempo, sentencia cínica y chapuceramente resignación.

En la “Leyenda del Volcán”, Miguel Ángel Asturias narra la erupción como una gran huida: “Y a grandes saltos empezaron a huir las piedras, dando contra las ceibas, que caían como gallinas muertas y a todo correr, las aguas, llevando en las encías una gran sed blanca, perseguidas por la sangre venosa de la tierra, lava quemante que borraba las huellas de las patas de los venados, de los conejos, de los pumas, de los jaguares, de los coyotes…” Ceibas como gallinas muertas, sangre venosa de la tierra, lava que borra las huellas de lo viviente y, en este 3 de junio de 2018, hombres, mujeres y niños en la desolación. Esa es la gran huida, la del desastre.

Pero, en el relato de Asturias, hay un sobreviviente que, después de la catástrofe, funda un pueblo. Quizás huir de la pura sentimentalización, comprender los fracasos y las ruinas de Guatemala, así como irrumpir en la acción política para desterrar la inutilidad/la corrupción como liderazgo, sean una forma de construir otras imágenes que hablen de un nuevo pueblo-Guatemala bajo el Volcán. Más justo, menos condenado al infortunio.


Imagen principal proporcionada por Mónica Albizúrez.

Mónica Albizúrez

Es doctora en Literatura y abogada. Se dedica a la enseñanza del español y de las literaturas latinoamericanas. Reside en Hamburgo. Vive entre Hamburgo y Guatemala. El movimiento entre territorios, lenguas y disciplinas ha sido una coordenada de su vida.

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Un Commentario

america arminda torres moya 07/06/2018

Vivir en Hamburgo, es como salir huyendo de una pais en miseria…Guatemala…Guatemaya…Guatebuena…Guatelinda…un pais conformista, que se vende barato, en las elecciones generales, se vende por un acarreo, turistea, porque viaja de gratis…recibe una playera, porque siente que se gano la loteria,.. pero esa gente que es mayoria es la que elige Presidentes…el resultado en un desfile de ExPresidente que han robado hasta la saciedad…y ahora con la desgracia y el infortunio la viven los mas olvidados, los que sepulto la laba del volcan de fuego y los aldeanos, que se quedaron sin vivienda…esa es nuestra realidad…

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