Las “históricas” elecciones mexicanas del 2018

Jorge Lara Borges | Archivo gAZeta / POLITEIA

Las elecciones en México del 2018 apuntan a ser históricas y de gran relevancia para la incipiente democracia mexicana. No solo por el número de puestos de elección popular en disputa, sino por el contexto que las envuelve y las consecuencias de sus resultados para el futuro mexicano. Unas elecciones marcadas por la fuerte desafección de la ciudadanía hacia su clase política, por la incapacidad de esta de disminuir la violencia que se ha extendido a todo el país y por los numerosos casos de corrupción que la impregnan. Las/os mexicana/os están enojada/os y quieren un cambio en estas elecciones. Para entender algunos aspectos de la relevancia de este proceso electoral, este artículo buscar responder a 5 preguntas importantes que explican lo especial de estos comicios: ¿qué se vota este 1º de julio en México?, ¿quiénes participan y qué los define?, ¿cuál es el pasado y cómo se llegó hasta aquí?, ¿qué circunstancias marcan estas elecciones?, ¿cómo votarán los mexicanos y cuáles son los escenarios después del 1º de julio?

¿Qué se vota este 1º de julio en México?

Este 1º de julio de este 2018 están convocados la mayor cantidad de mexicana/os en la historia de las elecciones en México: 88.3 millones de ciudadana/os que aparecen en la lista nominal del padrón electoral. Habrá más de 3 400 cargos de elección popular en disputa, desde el presidente de la República hasta síndicos en casi todos los municipios de México. Entre las elecciones más importante están la del presidente de la República, los 128 senadores y 500 diputados del Congreso Federal Mexicano. Además, 8 estados del país elegirán también gobernadores y en la Ciudad de México, jefe de Gobierno. Asimismo, habrá elecciones para congresos locales. Por primera vez, y después de la aprobación de una Constitución local, en la Ciudad de México se elegirán alcaldes y no delegados. En 30 estados habrá elecciones locales y ayuntamientos. Otro dato interesante será la equidad de género que se tendrá que reflejar en el Congreso Federal Mexicano. Y habrá 13 distritos electorales indígenas a nivel nacional, para garantizar la representación de estos grupos de la población.

Además, otro dato adicional es la mayor influencia de la tecnología en el proceso electoral que ha alterado la forma tradicional de hacer campañas. En especial, con el uso de los teléfonos móviles y de las redes sociales. No se puede asegurar que en este momento sea el principal factor, pero juegan un rol determinante en las guerras sucias, fake news y campañas negativas. Aunque también permiten que, como nunca antes, los candidatos tengan una mayor cercanía y contacto casi “directo” con los ciudadanos.

Otro factor, y posiblemente uno de los principales, es la gran cantidad de jóvenes, quienes representan 40 % del padrón electoral. Los famosos millennials, que tienen otra visión de la sociedad, del mundo, del poder y de qué rumbo debe tomar el país. Además de que se informan más por las redes sociales que por los medios tradicionales de comunicación.

¿Quiénes participan en esta elección y qué los define?

En esta contienda hay dos figuras que destacan en este proceso: las coaliciones electorales y la novedad de candidatos “independientes”. En las alianzas partidistas, que son más electorales que ideológicas, participan los 9 partidos políticos con registro federal: PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, MC, PANAL, Morena y PES. De estos 9 partidos han surgido para esta contienda 3 coaliciones. Una se denomina “Coalición por México al Frente”, integrada por el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, que postula a Ricardo Anaya; otra es la de “Juntos haremos historia”, conformada por MORENA, PES y PT, que candidatea a Andrés Manuel López Obrador; y la de “Todos por México” que propone a José Antonio Meade, integrada por el PRI, PANAL y PVEM. Vale la pena decir que las coaliciones no son 100 por ciento plenas, hay diferentes acuerdos para postular candidatos comunes a nivel a nacional y local, pero ninguna es absoluta, es decir, que pueden poner de manera independiente a candidatos en procesos electorales locales.

La segunda, es la novedad de las candidaturas independientes. Se registraron 283 aspirantes: 48 para la Presidencia de la República, 54 al Senado y 181 para la Cámara de Diputados. Para presidente de la República los aspirantes debieron recolectar 866 mil 593 firmas (1 % de la lista nominal nacional) en 17 estados del país. En el caso de las senadurías, los candidatos deberían sumar 2 % de la lista nominal estatal y perteneciente al menos a la mitad de los distritos electorales. Finalmente, para diputaciones, se debe recolectar 2 % de la lista nominal del distrito electoral federal perteneciente al menos a la mitad de las secciones electorales. De todos los independientes solo quedaron registrados Jaime “El Bronco” Rodríguez y Margarita Zavala. La última, decidió no continuar participando, alegando inequidad en el proceso electoral.

¿Cuál es el pasado y cómo se llegó hasta aquí?

La historia política en México durante el siglo XX estuvo marcada por un régimen que tenía una fachada democrática, división de poderes, pluralismo político y elecciones periódicas. Sin embargo, su desempeño en la práctica era el de un régimen autoritario controlado a través de un partido hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su presidente en turno. Este régimen tenía 3 principales características. Un presidencialismo fuerte, un presidente de la República que era al mismo tiempo jefe de Estado, presidente del país y jefe del partido (PRI). Un fuerte centralismo, todo este poder estaba ubicado en la capital del país. Además, los procesos electorales eran una fachada para dar legitimidad y continuidad al régimen. El presidente era designado por su antecesor, acotado a 6 años de poder. A pesar de que había partidos políticos de oposición, estos eran partidos satélites, no ejercían una oposición real, ni planteaban verdaderos desafíos para el régimen. Y por ello, las elecciones constitucionales, tanto locales como nacionales, eran más bien rituales que carecían de incertidumbre y confianza para los ciudadanos, porque se sabía, desde un inicio, quien iba a ganar. Es decir, el PRI. Por lo tanto, las elecciones y los resultados estaban controlados por el partido hegemónico y el aparato del Estado.

Pero, a pesar del fuerte control político del régimen priista, el cambio político en México se fue dando de manera paulatina. No hay una fecha precisa ni exacta de la transición política mexicana. Más bien fue la suma de muchos acontecimientos que se pueden ubicar desde la masacre de estudiantes en 1968 hasta acontecimientos como los suscitados en 1994, cuando aparece el EZLN y se da el asesinato del candidato priista a la Presidencia de la República y del líder nacional del PRI. Esta serie de acontecimientos internos aunada a los externos, como la imposición del modelo neoliberal y de la apertura comercial de México hacia el exterior, generaron mucha presión al régimen y a sus dirigentes.

En el 2000, después de 71 años del PRI en el poder, ganó las elecciones presidenciales el partido de derecha Acción Nacional (PAN) y el régimen tuvo que aceptar los resultados. Este cambio lento se dio por una apertura política a través de diversas reformas electorales a lo largo de los últimos 30 años. Sin embargo, a partir de entonces las elecciones mexicanas siguieron careciendo de credibilidad, confianza y, en la actualidad, la mayoría de los triunfos obtenidos por cualquier fuerza política son cuestionados y judicializados a través de órganos y tribunales electorales. De esta manera, inmerso en la “tercera ola democrática” que azotaba a varias partes del mundo, y en especial a América Latina, México empezó un proceso de cambio político caracterizado por una serie de reformas electorales que iniciaron desde 1977, pasando por 1989, pero que tienen un parteaguas en 1996, cuando dichas reformas cambiarían profundamente no solo quiénes y cómo se organizaban las elecciones, sino que tendrían importantes consecuencias políticas para el poder centralista, el poder del presidente, el sistema de partidos y el rol de las elecciones en la vida política mexicana.

Después del 2000, el PAN, volvió a ganar las elecciones presidenciales en el 2006. Pero en medio de un fuerte conflicto electoral y sobre todo la sospecha de un fraude electoral en contra del candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Debido a esta enorme crisis, se decidió reformar de nueva cuenta las normas electorales. Además, durante la gestión del gobierno de Felipe Calderón, este inició –ya sea para legitimarse– una guerra sin precedente contra el narcotráfico. En el 2012, AMLO vuelve a contender, pero en esta ocasión el triunfador fue el actual presidente Enrique Peña Nieto, quien ganó con un pequeño margen, al igual que en la elección anterior. En esta elección la sospecha de fraude se mantuvo fuerte, aunque en menor medida que en el 2006.

¿Qué circunstancias marcan estas elecciones?

La agenda electoral en las elecciones de este 2018 está marcada por tres temas principales: corrupción, inseguridad y crisis económica en gran parte del país. Durante el sexenio de Peña Nieto, no solo aumentó la violencia producida por la lucha “fallida” contra el narcotráfico, sino que se incrementó la violencia en el país. La masacre de 43 estudiantes afectó fuertemente la imagen del Gobierno y de las fuerzas encargadas de la seguridad pública. Al mismo tiempo, la percepción de corrupción aumentó. De manera particular, el escándalo de corrupción del presidente y su esposa, con la donación de un empresario de una mansión, conocida como la “Casa Blanca”. Este escándalo aunado a otros escándalos, incrementaron el malestar ciudadano ante la clase política nacional y contra todos los actores políticos y partidistas.

Esto fue hábilmente capitalizado por AMLO, quien en el 2016 decidió fundar un nuevo partido denominado Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Pero a pesar de ser nueva esta formación política, muchos de sus militantes provienen de otras fuerzas políticas y muchos de ellos son cuestionados por su pasado. En medio de este ambiente, el tema de la violencia en las elecciones es alarmante. Han asesinado a más de un centenar de candidatos, atribuidos la mayoría de ellos al crimen organizado.

¿Cómo votarán los mexicanos y cuáles son los escenarios después del 1º de julio?

Los mexicanos votarán enojados y dando un voto de castigo al actual régimen y a sus aliados. Votarán buscando un cambio de régimen. Votarán molestos por la corrupción, pero sobre todo por la incapacidad para reducir la violencia e inseguridad en el país. Votarán en medio del uso de la guerra sucia, fake news y campañas negativas como principales herramientas electorales.

A diferencia del pasado, estas elecciones serán una de las primeras elecciones presidenciales donde se sabe que el factor de partido hegemónico no va influir en el resultado, a pesar de las ayudas extraoficiales a las que se rinde el candidato del actual gobierno. Las encuestas perfilan a AMLO como ganador, pero no existe certeza al respecto. Otro factor importante, será la votación de los jóvenes, los millennials, casi la mitad de los votantes. Votarán en medio de un contexto de crisis política, económica y de seguridad en muchas partes del país, en donde la ciudadanía no va a votar por el más idóneo sino por el menos malo.

De esta forma, los mexicanos votarán por un cambio, pero las tres principales alternativas dejan más incertidumbres que respuestas para el futuro. Y la que más genera inquietud es la de Morena. No se sabe si es un cambio al pasado o a una transformación democrática del país. A pesar de ello, el próximo gobierno federal mexicano deberá, en muy corto plazo, dar resultados en materia de seguridad, combate a la corrupción y resolver la crisis económica que hay en varias partes del país.


Jorge Lara Borges

Politólogo por la Universidad Complutense de Madrid, España, e investigador asociado al Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo, Suecia. Consultor parlamentario, electoral y de gobiernos locales. Temas de interés: democracia, transición democrática, gobernabilidad, partidos políticos, financiamiento partidista, corrupción, transparencia, paradiplomacia, modelo nórdicos, entre otros. Fundador y coordinador del primer Observatorio Ciudadano en México.

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