Mauricio José Chaulón Vélez | Política y sociedad / PENSAR CRÍTICO, SIEMPRE
En 1978 se llevó a cabo un importante proceso de unidad entre estudiantes, docentes y trabajadores administrativos de la Universidad de San Carlos, para obtener asociaciones estudiantiles –comenzando por la Asociación de Estudiantes Universitarios–, la Rectoría y algunas decanaturas. Este fue liderado por el grupo FRENTE, la Juventud Patriótica del Trabajo y el Partido Guatemalteco del Trabajo, en una histórica organización de sectores de izquierdas en el contexto popular revolucionario y de las feroces dictaduras militares contrainsurgentes y desarrollistas. Fue la búsqueda valiente e histórica de la unidad en el espacio de la universidad pública. Dos resultados importantes fueron las victorias del estudiante de Ciencias Económicas, Oliverio Castañeda De León, como secretario general de la AEU, y del economista Saúl Osorio Paz como rector magnífico de la USAC. No se ha vuelto a dar un caso así en la historia de nuestra casa de estudios superiores.
La represión estatal y de la clase dominante, auspiciada por Estados Unidos, se incrementó para tratar de quebrar tanto a esta alianza, la cual también confiaba en un proceso de participación de masas a través de las institucionalidad electoral (por eso se sumaban a ella el Frente Unido de la Revolución, el sector progresista de la Democracia Cristiana y otros grupos y personas individuales), como a los grupos más radicales adscritos al Ejército Guerrillero de los Pobres como el Frente Estudiantil Robin García –FERG– y otros. Los asesinatos de líderes estudiantiles, sindicales, intelectuales, políticos y campesinos, así como la configuración de un clima de terror, crecieron. La masacre de Panzós, al término del Gobierno de Laugerud García, abrió el camino para las políticas de genocidio. Y la USAC fue de los espacios donde más se sufrió la violencia del Estado y de los grupos de poder de este país.
Por ello, después del asesinato de Oliverio Castañeda De León, de otros estudiantes y de profesores y trabajadores universitarios, la administración de Osorio Paz también se cortó. Solo duró dos años. El rector humanista y socialista, que se había enfrentado a los poderes desde su papel como director de la Universidad de San Carlos, tuvo que exiliarse en México en 1980. Vivió en la misma Rectoría, amenazado constantemente y protegido por brigadas de estudiantes, docentes y trabajadores. Fue un momento de alta moral revolucionaria, pero al mismo tiempo de angustia e incertidumbre. Al final, el rector administró la Universidad desde el exilio y ya no volvió. La máxima casa de estudios superiores de Guatemala no volvió a tener tal experiencia de unidad. Las rectorías posteriores han sido muy distintas, demasiado.
Las consecuencias de que la Universidad de San Carlos haya sido penetrada hasta lo más hondo de su ser, las estamos viviendo con suma preocupación. Prueba de ello es que varios de los planes de las candidaturas a Rectoría se quedan cortos de acuerdo a las necesidades que hoy enfrentamos. No pretendo promover la candidatura de nadie, pero las opciones de los dos candidatos hombres me parecen sumamente vacías. Están definidas por un mercadeo de lo que la USAC puede ofrecer y no rebasan el neoliberalismo que nos aqueja y corrompe. Ninguno de los dos habla de democratización de la Universidad, porque con las escuelas y centros regionales no van más allá de una administración tutelada y limitada. Ninguno de los dos habla de los urgentes problemas nacionales y del nivel académico-científico con una postura política comprometida. Separan los términos «academia» de «política», y ni siquiera los definen.
Con canciones que pululan en los expendios de licor pretende uno de ellos atraer votantes. El otro lo hace con un listado de mercadeo en sus afiches, que no se diferencia de las universidades privadas más masificadas. ¿Qué nos espera con cualquiera de ellos? Muchos de sus ofrecimientos ya funcionan, no tienen nada de extraordinario.
La única candidata mujer presentó un recurso para que estudiantes y profesionales de las escuelas y centros regionales podamos votar. Es nuestro derecho, pero tampoco nos hemos movilizado para ejercerlo: siendo autocríticos, nos hemos quedado de brazos cruzados, muy cómodos ante los clientelismos. Esto que ha hecho ella y su grupo ha sido un buen paso. Por eso me ha generado confianza y espero no decepcionarme. Sus planes son más concretos y aterrizados. Y es la única organización que ha tratado de volver a la unidad estudiantil, docente y de trabajadores administrativos. Si bien es cierto de que no es un proceso como el de 1978, se están generando condiciones más adecuadas en la política universitaria a través de este proyecto.
Lo principal es que se está presentando una alternativa coherente con la diversidad de intereses universitarios que no la he distinguido en los dos candidatos hombres. Confío en que se pueda venir un cambio necesario. Aunque la lucha sigue.
Mauricio José Chaulón Vélez

Historiador, antropólogo social, pensador crítico, comunista de pura cepa y caminante en la cultura popular.
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