Las caras monedas, sus caras

-Leonardo Rossiello Ramírez / LA NUEVA MAR EN COCHE

Hay gente que está convencida de que las monedas tienen dos caras. Solo dos. Bueno, vamos a ver. Para casi todo uno puede malentender y contrargumentar. En plan mala leche se podría argüir, para empezar, que no todas lucen la jeta de algún monarca o poderoso. Es que siempre es la autoridad emisora quien elige los distintivos para acreditar su valor, su legitimidad. Y los emisores van a tratar de quedar bien con la autoridad que está por encima de todos: no podrían jamás emitir una moneda con la cara de un orangután.

Esas monedas emitidas no deberían remitirse, según cristológico mandato, al césar de turno: solo si tienen la esfigie de César deberían darse a ese césar. Pero podrían enviarse, impuestos mediante, a otros representantes de la aristocracia. Aun así, terminarían también escondidas, y esto bajo otro mandato: dad al conde lo que es del conde. Y pienso el archiconde, epítome de todos los condes escondidos: Drácula, chupasangre formidable, y en todos sus sucesores. Da esa moneda al conde y este la esconderá, que para eso es conde.

Para terminar con esta digresión: esas, las monedas sin esfinges que pretendan representar, no rostros sino perfiles, serían monedas sin caras. Las hubo y hay de diversos países y valores, claro está. Admitamos sin embargo que al hablar de la otra cara de la moneda, sugiriendo así que esa pieza tiene dos caras, la gente se refiere a la cara que “no se ve”, la que está “detrás” de la que se está viendo en un determinado momento. Así considerada, “cara” es una superficie, y la opuesta, ya que se trata de cuerpos que ocupan un lugar en el espacio, sería la otra “cara”. Estas caras son, en la mayoría de los casos, circulares, y esto por dos razones: porque se trata de círculos (imperfectos, basta verlas con lupa: son en realidad, no-círculos) y, sobre todo, porque son objetos que circulan (o sea: pasan de mano en mano y así van juntando sucediad, esto es, bacterias). El asunto, en resumen, es que ambas caras constituirían lo que se llama “moneda”.

La palabra, recordémoslo, está etimológicamente emparentada con la diosa latina Juno. El lugar donde se acuñaba el denario (de ahí “dinero”) estaba en Roma, cerca del templo de esa diosa. Odiosa manía metonímica la de las palabras, esa de decir el autor por la obra, el todo por la parte, el contenido por el continente y el lugar por la cosa. Lo cierto es que la moneda pasó a denominarse como el sobrenombre de la diosa, que también era la protectora de la casa acuñadora: Moneta. Parece ser que Livio Andrónico, un escritor, le dio a la diosa Juno este sobrenombre, y esto porque los gansos que vivían alrededor de su templo advirtieron con sus graznidos a los romanos de un ataque. Y por qué demonios “Moneta”, se preguntará el lector. Es que en latín “avisar” es monere. En fin: compliqueta la cosa, y lo cierto es que tampoco fueron los gansos los advertidores sino la mismísima Juno la que se habría encargado de que los gansos advirtieran a los romanos. Y ya le quedó pegado el nombrete, porbre Juno. Juno Moneta, y a otra cosa.

La historia de lo que sucedió luego es otra historia. Merece no un artículo, no un capítulo ni un libro, sino un congreso. Bah, una sucesión de megacongresos.

Pero mi punto es que cuando las gentes conciben como un cuerpo “circular” con dos superficies el objeto “moneda” (en vías de extinción, presumo), están equivocadas. Porque no piensan en la cara curva gracias a la cual nosotros -o la Fortuna- las hacemos rodar. Esta consituye la tercera cara de toda moneda. No piensan que lo que tienen en el bolsillo, en realidad, es un cilindro, común y corriente: un cilindro y nada más que un cilindro.

Uno podría imaginar monedas más grandes que el promedio, cuya tercera cara fuera también mucho más ancha: serían como un cilindro más cilindro que la cara moneda. Pesarían mucho y serían un poco incómodas de transportar en el bolsillo, pero nada impediría que se hicieran bolsillos adaptados a tales monedas. Además, serían bastante impresionantes y seguramente más valiosas que las actuales.

Si los bancos que las acuñaran tuvieran un poco de audacia, se les podría hacer un agujero en cada una de las dos caras tradicionales y hacerlas más grandes: allí se podría introducir palos que no giraran con el cilindro. Con dos de estos adminículos se podría hacer un cuadrado y sobre él poner una caja de madera: sería un carro con cuatro monedas-ruedas.

Es más: si la audacia de los bancos fuera del tamaño de su codicia, se podrían acuñar monedas de madera, incluso con manubrios ya fijados. Hecho esto, la moneda podría también llamarse «palote” y podría servir para amasar. Esas monedas también podrían ser usadas (cuidado: sigue una imagen sexista que espero se me perdone) por las esposas para castigar a sus maridos infieles o borrachos o trasnochadores: un adecuado pago al contado.

Pensar que viví tantas décadas sin saber que iba a haber monedas virtuales: el bitcoin, por ejemplo, cara, carísima (más de mil euros, en estos días) moneda ideada como espejo de especuladores y para la flor y nata de los piratas financieros. Seré admonitorio: le auguro un destino terminal, burbújico y fatal.

En tanto ese engendro revienta, camino por las calles de las ciudades europeas, y veo la pobreza europea hecha seres humanos. Meto la mano en el bolsillo, saco una o dos monedas y pago mi voluntario impuesto social a los muy abundantes mendigos. Y cuando llego a casa, recuerdo el consejo de mis padres, evoco las bacterias de las monedas (la suciedad de los billetes), y me lavo las manos. Como enseñó Poncio Pilatos.

Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Uruguay en 1953 y resido en Suecia desde 1978. Tengo tres hijos, soy escritor y profesor en la Universidad de Uppsala.

La nueva mar en coche

2 Commentarios

claudio caprio 12/12/2017

Querido Leo , no dejo de sorprenderme de esta maravilla de poder leerte casi cotidianamante y disfrutar, pensar y reírme de lo que tu corazón-cabeza nos regala , así nomás , como si estuviéramos escuchándonos en alguna remota en el tiempo playa de rocha .Salú «hermano mayor» , te quiero mucho .

Camilo García 03/12/2017

Muy buen artículo, Leonardo, lleno como siempre de fino humor e ironía.

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