-gAZeta | PREGUNTAS A-
La República Oriental del Uruguay es un país pequeño en población y superficie. Muchas personas de África, Asia y Europa lo ubican vagamente en América Latina y lo confunden con Paraguay, pero muchas más ni siquiera saben que existe. Menos conocido aún es que, junto con otros 28 países, Uruguay sea firmante y parte consultiva [1] del Sistema del Tratado Antártico (STA) desde 1980, que haya reservado sus derechos sobre el continente helado y que mantenga en el mismo una presencia.
Simplificando, digamos que el STA considera la Antártida a todas las tierras y barreras de hielo existentes al sur del paralelo 60, excluyendo por lo tanto las aguas internacionales. Atendiendo al cambio climático, resulta evidente que cualquier resolución que tomen las partes consultivas ―algo que pueden hacer solo por unanimidad― traerá indefectiblemente consecuencias globales. Por esas razones, que los países firmantes del STA mantengan bases para las investigaciones científicas es algo importante, también por las repercusiones políticas que acarrea.
Desde luego, fundar y mantener bases en una región con un clima tan inhóspito debe de implicar, conjeturé, unas infraestructuras y unos esfuerzos económicos y logísticos sustanciales.
Con estas consideraciones in mente, y con el propósito de difundir más esta realidad tan poco conocida, me propuse entrevistar al comandante del ROU[2] 26 Vanguardia , el buque uruguayo que actualmente realiza las campañas antárticas. El prefecto del Puerto de Montevideo, capitán de navío, Gabriel Guida, tuvo la gentileza de gestionar la autorización para que yo pudiera ingresar al Área Naval del puerto de Montevideo donde está el Vanguardia y parte de los buques de la Armada Nacional.
Una vez a bordo, el C/N Guida me acompañó hasta la sobria la cámara de oficiales: una mesa larga (hace las veces de mesa de operaciones en caso de emergencia, con una lámpara de quirófano que se baja del techo), bancos, reconocimientos y placas recordatorias de las diferentes campañas antárticas.
Luego de una breve espera, entró un hombre en los cuarenta años, sonriente, con uniforme de fajina camuflado, que me saludó con un firme apretón de manos: el comandante del barco, capitán de fragata Artigas Zorrilla [3]. Saludos de cortesía. ¿Con qué podía invitarme, café, agua, té, mate? De inmediato apareció un mate y mientras cebaba, el comandante se mostró como un excelente anfitrión. Yo podía hacerle cualquier pregunta, que él respondería y, si yo así lo deseaba, me mostraría lo que quisiera ver del barco. Le pregunté si podía tomar fotos. Sí, podía tomar todas las que quisiera. Mate mediante, pronto pasamos al tuteo. Así, de forma distendida y transparente, comenzó la entrevista.

LR: ¿Dónde está la base uruguaya en la Antártida?
El capitán sacó una tablet y desplegó una carta de navegación que cubría la proyección antártica.
AZ: Uruguay tiene dos bases; una permanente, es decir, con personal e investigadores durante todo el año, y otra con personal e investigadores solo durante los meses de verano. Acá ―dijo, señalándola― está la base permanente: en la isla Rey Jorge, también llamada 25 de Mayo, sobre todo por los argentinos, en una de las islas Shetland del Sur [4]. Se la conoce como Base Artigas, pero el nombre oficial es Base Científica Antártica Artigas (BCAA). Como podés ver, está a unas 55 millas (100 kilómetros) de la Península Antártica.

LR: ¿Cuándo se instaló?
AZ: En 1984 [5]. Depende directamente del Instituto Antártico Uruguayo, que financió las instalaciones y pagó viáticos a los investigadores de la primera campaña.
LR: ¿Cuánta gente hay, normalmente?
AZ: La dotación varía. En invierno hay ocho o diez personas, pero en verano puede recibir hasta 60 personas, la mayoría investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, del Instituto Clemente Estable y otros centros de investigación.
LR: ¿Sabés qué tipo de investigaciones hacen?
AZ: También es bastante variado. Hay una estación de meteorología con dotación permanente, todo el año, y también se hacen estudios de las mareas (hay una estación mareográfica), de cetáceos otros y animales marinos [6], de glaciología, sobre el agujero de ozono…, basura marina y plásticos, relevamiento de aves marinas, vigilancia o monitoreo del medio ambiente… incluso estudios de psicología del hombre en la Antártida.
En una de las campañas llevamos un grupo de estudiantes y expertos en cetáceos. Los muchachos se pasaban el día entero en el puente, vigilando el mar con largavistas. Algo realmente admirable. Podían distinguir qué especie de ballenas eran por el tipo de chorro que hacían. Al final nosotros mismos aprendimos a identificarlos. Hicimos una relación muy cordial con esos investigadores.
LR: ¿Cómo son las instalaciones de la base?
AZ: Fueron mejorando. Al comienzo eran dos construcciones, una con habitación, un baño y cocina, y un laboratorio [7]. Ahora hay 13 edificios con muchos miles de metros cuadrados, estaciones de diverso tipo, placas de energía solar, helipuerto. Es algo serio.
LR: ¿Hay otras bases cerca de la Artigas?
AZ: En la isla hay varias; de Chile, Argentina, China, Polonia… La más cercana es la base rusa, llamada Bellingshausen. Aunque es un apellido alemán, fue un marino ruso. Destacado, por lo visto.
LR: ¿Y el aeropuerto?
AZ: No es mi área, como marino no sé tanto de eso, pero estimo que es más bien una pista y algunas instalaciones. Está en la base chilena Frei; queda a unos cinco kilómetros de la base Artigas.
LR: ¿Y la base uruguaya que no tiene dotación permanente?
AZ: La otra base está acá (dice el capitán Zorrilla, señalándola en la carta marina sobre la tablet), ya en la Antártida misma: al sureste de la bahía Esperanza [8]. Tiene un nombre largo: Estación Científica Antártica Teniente de Navío Ruperto Elichiribehety (ECARE) [9]. Es un poco más más difícil llegar, por los hielos y los icebergs, bastante más de los que hay en la base Artigas. Había sido del Reino Unido, pero hubo una transferencia, para evitar que se hiciera otra base más en la Antártida y hubiera un nuevo impacto ambiental. Se la reacondicionó y en 1997, cuando la campaña de verano, se izó la bandera uruguaya.
LR: ¿Hay icebergs en verano, en la bahía de la base Artigas?
AZ: El agua marina, por las sales, se congela a partir de los cuatro grados bajo cero. En verano, en la bahía… anda cerca de uno o cero grados, pero sí que hay icebergs. Los más peligrosos son los que apenas se asoman sobre la superficie. El radar no los capta y exigen vigilancia constante del personal, desde la cabina de mando o desde el puente. Los llamamos «gruñones», por el ruido que hacen contra el casco del buque. El hielo firme se forma desde mayo a octubre. Para entrar se necesita un rompehielos.
LR: ¿Y si alguien se enferma ahí…?
AZ: Hay un médico en forma permanente, hay camas y medicamentos y equipos para lo más inmediato. La base rusa tiene quirófano, también. En caso de urgencia se puede disponer de helicópteros, de aviones ligeros y de aviones Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Uruguaya. Cada temporada se hacen hasta siete vuelos con el Hércules.
LR: Así que con el avión se envían implementos necesarios. ¿Y qué lleva el Vanguardia?
AZ: Desde luego, también implementos. En la reciente campaña, la Antarkos XXXV, llevamos una carga de 28 toneladas: víveres, artículos de limpieza y oficina, materiales de construcción. Y diversos equipos para los laboratorios y las estaciones. A veces se llevan mucho más. En la pasada Campaña Antártica de Verano (CAV) se transportaron unas 100 toneladas. Desde la base nos hacen los pedidos y se los llevamos. Tienen que durar todo un año, porque las campañas se hacen en verano. Pero sobre todo llevamos lo más importante, lo que no se puede transportar en aviones: combustible. Es decir, gasoil.
LR: Me imagino; para el invierno tiene que ser fundamental…
AZ: Sin duda, pero sobre todo es fundamental para el verano, porque es cuando hay más personas en la base, como cinco, seis, siete veces más que en invierno. Así que la principal misión del Vanguardia es proveer de combustible a la base. Es para la generación de electricidad y para los vehículos.
LR: ¿De cuántos litros estamos hablando?
AZ: 180 000 litros.
LR: ¿Podrías describir cómo es el procedimiento de la descarga?
AZ: Después de la travesía –normalmente hacemos una escala en Punta Arenas para repostar y cargar o descargar lo que sea necesario–, que es de unas 1 700-1 800 millas náuticas [10], se llega a la bahía y el barco se hace firme, fondea con anclas y amarras, a unos 300 metros de la base. Si es necesario, se pone una barrera de contención. La manguera, que está en la base, se lleva hasta el barco en lanchones de goma y acá se conecta. Primero se llena de aire. Nuestros buzos la revisan, centímetro a centímetro, para comprobar que no haya pérdidas. Hecho eso, se vacía de aire y se comienza el bombeo hasta los depósitos de la base. El procedimiento dura, grosso modo, entre cinco y seis horas.
LR: ¿Cuánto dura una campaña antártica?
AZ: Esta última fue de 36 días de navegación. Por ahí.
LR: ¿Es una navegación difícil, por las condiciones meteorológicas? ¿Qué velocidad de crucero tiene?
AZ: En verano lógicamente no hay mayores problemas de visibilidad, pero hemos registrado vientos de hasta 70 nudos, y olas… significativas. Dependiendo del viento y las corrientes, claro, pero hace unos 14 nudos [11].
LR: ¿Cuántas campañas antárticas hiciste? No veo tu nombre en la placa de comandantes del Vanguardia.
AZ: Hice ocho. Mi nombre no está porque soy el comandante actual. Cuando cambia el comandante de la nave, entonces se agrega el anterior a la lista.
LR: ¿Podrías contarme de las características del buque?
AZ: Desplaza 1.872 toneladas, tiene 72 metros de eslora… dos motores diésel… Es de fabricación polaca. Lo construyeron en el astillero de Gdansk; entró en servicio en 1976.
LR: A lo mejor Lech Walensa trabajó en él. Digo, por la época…
AZ: Podría ser. No lo sé. Pero fue refaccionado y modernizado en 1991 y en 1992 entró al servicio de la Armada. En 2017 participamos en la búsqueda del submarino argentino ARA San Juan, que se hundió en el Atlántico sur.
LR: ¿Qué dotación tiene?
AZ: Para la campaña antártica vamos alrededor de ochenta marinos, incluida la oficialidad, cuatro de la Prefectura y los cinco buzos. Además están los invitados. Esta vez llevamos a un investigador del Instituto Antártico de Colombia. Siempre trato de llevar una mezcla de tripulación con experiencia y novatos. En la campaña reciente viajaron por primera vez el 40 por ciento.
LR: ¿Siempre es el Vanguardia el que hace las campañas antárticas?
AZ: Han ido tres buques de la Armada, el ROU Artigas y otras embarcaciones de apoyo logístico, pero el Vanguardia es el que está mejor preparado para una campaña completa, por la capacidad operativa en general que tiene.
LR: Bueno, capitán, muchas gracias por tu tiempo y las respuestas, tan ilustrativas. ¿Podríamos, para terminar, hacer una recorrida por el barco, ahora?
AZ: Con mucho gusto. Por acá, por favor.
El comandante Artigas Zorrilla me acompañó a recorrer el barco. De especial interés fue la cámara de compresión. Antes de bajar al agua, los buzos entran en la cámara de compresión, se adecuan a la presión que encontrarán a los 20 o 30 metros en la que van a trabajar, después de lo cual se llena la cámara con agua, se la baja y al salir ya están con la presión de dos o tres atmósferas en la sangre. El procedimiento es inverso al terminar el trabajo. Entran a la cámara de compresión y descompresión bajo el agua, luego se la sube y se quedan ahí hasta que recuperan la presión normal. De esa manera se evita, por un lado, pérdida de tiempo –el que insumiría bajar hasta y subir desde, lentamente, la profundidad que se requiera–, y por otro, se gana en seguridad: se evitan de ese modo barotraumas en las fosas perinasales o incluso la muerte por un ascenso o descenso demasiado rápido.
El comandante del Vanguardia me enseñó finalmente el puente de mando, los diferentes instrumentos, el cuaderno de bitácora, los camarotes de la tripulación. Ya era la una de la tarde cuando, después de tres horas de cordial compañía a bordo del buque, me despedí del joven aunque experimentado capitán Artigas Zorrilla. Este marino me dejó la impresión de ser un digno heredero de las mejores tradiciones de la Armada Nacional.
Por Leonardo Rossiello Ramírez
[2] Las iniciales ROU corresponden al nombre oficial del país: República Oriental del Uruguay.
[3] El capitán Artigas Zorrilla es nieto del muy honroso contraalmirante Juan José Zorrilla, Ciudadano Ilustre del departamento de Rivera y fallecido en 2012. Este marino, siendo comandante en jefe de la Armada uruguaya, se opuso al levantamiento de los militares (en febrero de 1973), anunciador del golpe de Estado que en junio de ese año quebró la institucionalidad democrática. En esa ocasión, el comandante Zorrilla mandó acordonar la Ciudad Vieja y acuartelar la Marina, a la vez que sacó de la rada del puerto todos los buques de guerra. Sin el apoyo del presidente Bordaberry ni de los restantes mandos militares y con la amenzada de que si no renunciaba la aviación militar bombardearía la Escuela Naval, el comanante resolvió finalmente evitar un derramamiento de sangre y deponer su actitud en defensa de la Constitución y las leyes.
[4] En las coordenadas geográficas son 62º 11’ 3.29” S y 58º 54’ 14.12” O (Google Earth).
[5] De acuerdo con la información gentilmente proporcionada por el oceanógrafo dr. Guillermo Cervetto Stiglich, en 1982 hizo un viaje a la zona y estuvo tres semanas en una base argentina situada en la misma isla a los efectos de evaluar la logística necesaria y las posibilidades de instalar una base uruguaya, la que finalmente, se comenzó a construir en 1984.
[6] De acuerdo con Guillermo Cervetto, pionero de las investigaciones uruguayas en la Antártida, el primer proyecto de investigación, en 1985, se llamó «Contribución al conocimiento ecológico del litoral antártico». El proyecto general apuntaba a un relevamiento del hábitat de la bahía en que se instaló la base: plancton (animales microscópicos sin desplazamiento propio que viven en la columna de agua), bentos (cuyo hábitat es el fondo marino) y necton (peces de la zona). En la primera campaña, de 1985, Cervetto y otro buzo hicieron el relevamiento del bentos, por buceo autónomo, entre 0 y 20 m de profundidad.
[7] Cervetto, en una comunicación personal, narra cómo era en enero de 1985: «Las dos construcciones albergaban, una a 14 y la otra (más chica) a 8. No había cuartos, tabiques ni nada; era un cuarto comunal (y no se podía pedir más). El baño-cocina, era un medio tubo de zinc, de esos que hay por todos lados en nuestro campo, pero que no parece lo más indicado para el clima antártico, cocina de campaña, generador, dos baños químicos (por supuesto, juntos, sin nada parecido a un tabique) y dos duchas. Los baños químicos se vaciaban en un arroyo cercano (unos 100 m) y, si bien “no correspondía”, los biólogos decidimos participar en los turnos de vaciado. El baño era toda una experiencia, ya que eran dos duchas sin aislamiento térmico alguno. La temperatura dentro del medio tubo era solo 2 o 3 grados más que afuera (porque el generador entibiaba ligeramente), pero había que desbolarse con temperaturas por debajo del 0. Para mejorar la situación, había dos duchas, sí, pero solo un calefón de 30 litros (!). No te imaginás la experiencia de pasar buceando una hora y pico en agua a 1ºC e intentar entrar en calor en ese ambiente helado y con 15 litros de agua caliente (porque se bucea de a dos). El laboratorio era otro medio tubo de zinc, aunque más chico. Cuando llegamos estaba armado el techo, pero no tenía paredes, se las pusimos después. Cuando había viento, se filtraba la nieve por las ranuras del techo y nos nevaba arriba».
[8] En las coordenadas geográficas 63° 23′ 52.36″ S y 56° 59′ 51.41″O.
[9] Este marino uruguayo estuvo al mando de la memorable Expedición Nacional al Sur. El 8 de junio de 1916, en pleno invierno, zarpó del puerto de Montevido en el buque Instituto de Pesca Nº 1 para auxiliar y rescatar a los náufragos de la expedición de Shackleton en la Antártida. Todos los participantes fueron voluntarios que respondieron enseguida a un pedido de ayuda. Ruperto Elichiribehety tuvo un comportamiento destacado por su arrojo.
[10] La milla náutica equivale a 1.852 metros.
[11] Aproximadamente unos 26 kilómetros por hora.
2 Commentarios
Magnífica entrevista en torno a un tema apasionante.
Muy interesante artículo, muy ameno e ilustrativo sobre un tema muy poco tratado.
Excelente
Dejar un comentario