-Jiménez Suchité / VOZ EN OFF–
Christine es una adolescente que está comenzando a experimentar sus primeras veces en aspectos fundamentales de la vida, como el amor y el sexo, y deberá comprender que están lejos de ser la misma cosa, que todo es más complejo de lo que creía. Se educa en un colegio religioso donde avanza con antipatía por el limitado entendimiento de la religión para con la vida real y debe aguantar con hartazgo la visión simplista y motivacional que pretenden darle. En su casa se enfrenta a la crisis financiera familiar con un padre desempleado, un hermano con título universitario que trabaja de cajero en un supermercado y una madre que hace dobles turnos para poder cubrir los gastos, y que encima tiene una visión más personal de lo que su hija debería ser. Como no podía ser de otra manera, a esto hay que sumarle que Christine odia Sacramento, el lugar donde vive y ha crecido. Siente que pertenece a otro lugar, que debe escapar y buscar una mejor formación académica, un futuro más allá de las cajas de supermercado. Esto es todo un dilema, pues por un lado siente agradecimiento por lo que sus padres le han brindado, pero por otro no está dispuesta a conformarse.
Hasta aquí Lady Bird es solo otro indie americano con una historia que se siente cercana y muy buenas actuaciones, pero no me quedaba claro de qué se trata exactamente, si es una película sobre el final de la etapa escolar, sobre los dilemas de la adolescencia, sobre las dificultades de una familia de clase media baja gringa, sobre el primer amor, la amistad, o si es sobre esa necesidad que todos tenemos o hemos tenido de escapar. Perfectamente podríamos decir que trata de todos estos temas, cada uno se ve reflejado en la trama, sin embargo yo tenía la sensación de que había algo más, otro tema central que condensaba todos los que yo podía observar más fácilmente. Y así es.
Este es un viaje por la transición que vive una joven adolescente hacia la generación de identidad. Si hay un tema central en la película que la hace valiosa, es justamente ese: la identidad.
Lady Bird es el sobrenombre que a Christine le gusta que le digan, no importa si se trata de sus amigos, de sus profesores o de sus padres, ese apodo tiene más valor que su nombre, porque lo ha elegido ella. Es por eso que Christine tiene la necesidad de librarse de todo lo que le ha sido impuesto, que para ella significa todo lo que no ha elegido conscientemente, que va desde su formación hasta el lugar donde le ha tocado existir. La identidad tiene para ella un sentido de pertenencia individual, considera que lo más importante es pertenecerse, poder elegir y decidir sobre su vida, arrancando de raíz todo lo demás. Todos hemos estado ahí, de qué más se va a tratar la adolescencia sino es de eso.
Lady Bird irá descubriendo poco a poco, a través de una trama nostálgica y divertida, que no hay nada de malo en querer escapar, pero que su identidad no es únicamente lo que ella quiere, sino todos los vínculos que la unen con su pasado, con su familia y el lugar donde ha crecido. Todo lo que es ahora, sus sueños y anhelos, no podrían existir sin todo lo que ha vivido antes. Tal vez nuestros cuerpos no sean árboles para echar raíces, pero nuestras almas son otra historia.
Greta Gerwig debuta como directora con este magnífico retrato que se siente bastante personal y que le ha valido la nominación al Oscar por mejor dirección, siendo la única mujer en la categoría. También Saoirse Ronan ha deslumbrado en el papel principal, su actuación llena de personalidad a Christine y la convierte en un personaje adorable que en varias escenas se torna cercana y real.
Aquí tienen otra obra indispensable en esta temporada de premios, un indie en toda regla que termina siendo algo más que otro indie americano.
Fotografía principal tomada de Business Insider.
Jiménez Suchité

Mal amante de la literatura y el cine, series, música e historias en general. El arte me salva la vida y yo la voy haciendo peligrar, así nos complementamos y así, algún día, algo saldrá mal. Cargo con muchas etiquetas, pero solo me hago responsable de las que he elegido yo. Ya no pregunto por quién doblan las campanas, ahora sé que doblan por mí. Rechazo y resisto, no conozco otra forma de vivir.
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