Carlos Juárez | Política y sociedad / CLANDESTINO Y ARTESANAL
La realidad nacional nos ha presentado panoramas difíciles de creer en un país con tantas necesidades como Guatemala. Es insostenible la figura presidencial con tantos actos que en ningún momento representan la unidad nacional.
Las noticias parecen sacadas de una novela digna del realismo mágico propio de Latinoamérica, cada semana los funcionarios públicos tienen la capacidad de sorprendernos con las actividades en las que enfocan sus esfuerzos.
Suspender conciertos de música que ofende a Dios y el llamado constante a la divinidad se ha convertido en el diario vivir. Los más perversos funcionarios descubrieron que en la finca Guatemala aún nos pueden convencer de que el status quo es un mandato del ser supremo, y los simples mortales no podemos cambiarlo.
Ya como país somos un ejemplo a nivel internacional de las prioridades que los servidores públicos tienen, las discusiones legislativas pasan por prohibir colores, ritmos y prácticas propias del ejercicio del derecho a la libertad de expresión.
En más de 30 años de vida que posee este servidor, nunca había escuchado con tanta vehemencia el discurso divino en la política nacional. Los ciudadanos deben despertar de esta estrategia, el arcoíris no es un signo del demonio, no debemos satanizar símbolos que en ningún momento representan peligro para la vida.
Rol importante poseen las iglesias en la actualidad, católica y evangélica se han sumado a ese discurso. La política y la religión jamás deben mezclarse, la historia condena esa intromisión, pero en pleno siglo XXI permanecemos en un Estado eclesiástico.
Es momento de hacer un llamado a la población, la corrupción no es normal, rezar u orar no cambiará la coyuntura nacional, solo el estar vigilante y exigir transparencia nos puede llevar a que el Gobierno dirija su actuar en búsqueda de ese soñado bien común.
La voluntad divina no mantiene a los corruptos en sus puestos, ese argumento además de falaz es ofensivo para la inteligencia humana. La población requiere madurez política, separar sus creencias del ámbito terrenal, y, en esa realidad, convertirse en ciudadanos activos, participativos, que fiscalicen y exijan la rendición de cuentas a sus gobernantes. Luego de eso, esperemos que las creencias de cada quien alcancen para tener bienestar, salud y educación, y que estos lleguen a todas y todos.
Carlos Juárez

Estudiante de leyes, aprendiz de ciudadano, enamorado de Guatemala y los derechos humanos, fanático del diálogo que busca la memoria de un país con amnesia.
2 Commentarios
Si las estupideces de los politicos afectaran solo a ellos, no habria problema, lo que pasa es que sus muladas de farsas divinas nos joden a todos.
Exactamente Saul, lo peor de todo es el llamado a la pasividad bajo la consigna de atentar contra Dios si criticamos ese actuar de los políticos.
Dejar un comentario