La USAC, una fábrica de sueños imposibles

Carlos Juárez | Política y sociedad / CLANDESTINO Y ARTESANAL

La única opción pública para buscar la educación superior en Guatemala se llama Universidad de San Carlos de Guatemala, su nombre es sinónimo de diversas reacciones dentro de la sociedad, estas pueden ser positivas o negativas, lo cierto es que la USAC nunca pasará desapercibida.

A lo largo de los años, el papel de la USAC ha sido importante. Las etapas más críticas del país han tenido, en la mayoría de los casos, la participación de la comunidad sancarlista como fuente de conocimiento superior y representación legítima del pueblo.

Cómo no representar al pueblo, si en la misma Constitución Política se le otorga ese rol. Su deber es egresar profesionales que cumplan con elevar el conocimiento científico de los habitantes del país y proveer la oportunidad de estudio a la mayor cantidad de guatemaltecas y guatemaltecos posible.

También es cierto que en la actualidad tiene muchos retos por delante, la academia no escapa a la corrupción y la politización es evidente en las distintas facultades y escuelas de la Carolingia. No se puede negar tampoco que los espacios de representación en la vida nacional, no siempre cumplen con los intereses del pueblo. Esa es una realidad que debe aceptarse.

Sin embargo, he de referirme a la fábrica de sueños individuales que aún significa la universidad del pueblo. Al ser la única opción de estudio para muchos, sigue representando la vía para soñar le cambio de la realidad de quienes buscan mejores oportunidades.

Por eso han dolido tanto las palabras que desde la Presidencia se han proferido en contra del estudiante sancarlista, algo que el binomio presidencial también fue, pero que ha olvidado como producto de la asesoría militar que lo rodea.

Y es que por las aulas de la USAC uno conoce la solidaridad, la entrega, el amor por el país y la lucha diaria de quienes con sus actos inspiran a las personas a mejorar sus condiciones de vida.

Los oficios más nobles ven florecer a futuros profesionales diariamente. En la USAC, hay una oportunidad para el zapatero que a partir de las 17:00 horas cierra su taller y busca el conocimiento en la ciudad universitaria; o el carpintero que se presenta a la zona 12 llevando aún consigo el olor a madera tras una larga jornada de trabajo.

En sus aulas también se ven las graduaciones de quienes con 60 o 70 años de edad alcanzan las metas de estudio, convirtiéndose en otro ejemplo para los estudiantes que recién empiezan el camino. Y nunca faltarán los casos de los padres y madres de familia que, con sus hijos en mano, se presentan a obtener el conocimiento devotamente. Esos casos especialmente son enternecedores.

Todos esos ejemplos son representativos de la vida en la máxima casa de estudios, que es más que unos simples números. La USAC son historias que cambian la vida de las familias, son esfuerzos inimaginables de personas comunes y corrientes que desean capacitarse y hacer un mejor país.

La USAC es ese único espacio que no le pertenece a nadie más que al pueblo, son de los últimos rincones que aún no tienen dueño, es un lugar en el que quien se apropia del conocimiento se apropia de su destino, su condición social propiamente no incide en la obtención del conocimiento.

En la USAC la lucha es un deber, es un largo camino plagado de obstáculos enormes. Las grandes mayorías son primero trabajadores antes que estudiantes, desde ahí se encuentra en desventaja el sancarlista. No es para poco mencionar otras dificultades como el transporte y la burocracia, grandes obstáculos a sumar a esa lucha.

Con todo y eso, la USAC sigue siendo resistente a la discriminación, en ella cabemos todos, por eso la importancia de defender, a toda costa, esa gran fábrica de sueños imposibles.


Carlos Juárez

Estudiante de leyes, aprendiz de ciudadano, enamorado de Guatemala y los derechos humanos, fanático del diálogo que busca la memoria de un país con amnesia.

Clandestino y artesanal

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