María Pineda | gAZeta joven / BITÁCORA DEL FIN DEL MUNDO
Otra vez despierto solo, Beatriz no está a mi lado. Me quedé estancado en aquella mañana, la confusión nunca se fue, desde ese día vivo en una especie de catatonia que me priva de lo real, a veces, hasta de lo imaginario.
Supe que se había ido cuando desperté y no la vi a mi lado, ella hablaba tanto de huir, sabía que lo haría algún día. Desde que perdimos a Samantha, ambos fuimos construyendo un muro, fue difícil lidiar con la pena y la ilusión quebrantada. Hicimos un hueco y al final nos arrastramos en él.
Cuando Beatriz partió, me sentí abandonado, a pesar de que lo sabía, era difícil asumir esa situación. Algo en mí se quebró, me convertí en una persona que no reconozco, temía al futuro y dios no me parecía más una deidad.
Era como si la malla se hubiese caído de mis ojos, yo me enfrentaba a un mundo extraño. Poco a poco me fui aislando, la gente no me parecía interesante, no idealizaba más… la tristeza dejó de parecerme atractiva de un momento a otro. Solo permanecí ahí, estático frente al sol. Mis ojos dejaron de parpadear y perdí el contacto.
No sé cuanto tiempo estuve así, mirando por la ventana sin esperanza alguna. Nada podía sacarme de ese estado letárgico en que me encontraba, o al menos era lo que creía, pues un día, justo cuando el sol caía en mi pupila, escuché una pequeña risa. Al principio creí que estaba enloqueciendo, pero fue un claro y contundente –¡papá!– lo que me sacó de mi ensueño.
Y ahí estaba ella, sentada en la mecedora frente a mí. Lo primero que noté es que había crecido y me parecía una especie de mentira. Tal vez era un engaño de Beatriz, pero ella, a pesar de como terminó lo nuestro, no se atrevería a una broma tan cruel. Me limité a pensar que solo era el milagro divino. Mis piernas no volvieron a funcionar y ella nunca se acerca a mí, tampoco me habla, solo está viéndome y mirando por la ventana. Yo tampoco puedo hablar, solo puedo verla y ver por la ventana. A veces no está, otras soy yo el que se va… La niña que me ve desde aquella silla es Samantha, mi hija.
María Pineda

Comunicadora, fiel creyente de que las mentes pueden modificarse a través de los distintos códigos de lenguaje. Me gusta ser ese medium que traslade información y fantasía a quien quiera recibirlo. Actualmente dirijo Quimera Editores y ocasionalmente realizo trabajos como copywriter o creativa. Tengo el programa radial Antes que todo termine en Chimaltenango Multicultural los viernes por la noche.
Correo: odalyspineda5@gmail.com
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