Ricardo Gómez Gálvez | Política y sociedad / GUATEMALA: LA HISTORIA INCONCLUSA
Creo que nos debe importar lo que ocurre a Venezuela, porque se trata de una tragedia parecida a la nuestra, guardando las distancias que son muy grandes. Se trata del fracaso de la democracia por la prostitución de las élites. Se trató de las élites venezolanas y sus partidos «democráticos», fundados por personajes de gran calado, como Rómulo Bethancourt, Rafael Caldera y Jovito Villalba, organizaciones que fueron prostituidas por el petróleo, y unas clases medias que se dejaron comprar. El pueblo se desesperó y se acomodó al mismo tiempo, optando por el caudillismo, padre y madre de todas las desgracias de América Latina. El resultado está la vista: la democracia venezolana, un día nave insignia de la democracia latinoamericana fracasó, víctima de la corrupción del régimen político, del clientelismo partidista, del caudillismo histórico y de la desesperación popular.
En Guatemala, el sistema de participación e intermediación política, comenzó a hacer agua desde los inicios de la restauración de la democracia en 1986. De hecho las elecciones primarias efectuadas por el partido Democracia Cristiana en 1989, fueron objeto de múltiples acusaciones y repulsas, dada la injerencia de instituciones públicas a favor de los entonces pre candidatos presidenciales. Desafortunadamente para Guatemala, la DC y sus líderes no estuvieron a la altura del desafío que enfrentaron.
Los resultados electorales de 1990, meced a un débil candidato del gobierno, con un partido, la DC, fragmentado y confrontado; a una oposición torpe y primitiva encabezada por los partidos UCN y MAS de Jorge Carpio y Jorge Serrano, que no supieron entender la trascendencia de la coyuntura, al igual que la dirigencia dividida de la DC, todo lo cual dio al traste muy tempranamente a la posibilidad de un Pacto por la Democracia, que no figuró en los prolegómenos de la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente y tampoco en las agendas de los partidos políticos de la época.
Por su parte, el Ejército se dividió con motivo de las intentonas frustradas de golpe de Estado, en contra del Presidente Vinicio Cerezo, abriendo el camino a la instalación de reductos de militares retirados y en activo que privatizaron los servicio de seguridad, creando las condiciones para los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de seguridad, -CIACS- cuyo necesario combate para evitar el fracaso de Estado, dio lugar al mandato de la CICIG, como institución especializada de la ONU para esos efectos y como resultado de un Convenio con el Estado de Guatemala.
El empresariado de entonces, con mentalidad de guerra fría, adoptó una actitud beligerante en contra del primer gobierno, revelando su obtusa mentalidad medioeval-finquera, especialmente a partir de la iniciativa presentada en 1987 por el empresario Rodolfo País Andrade, Ministro de Finanzas, para modernizar el todavía hoy caduco sistema fiscal, ampliamente injusto, ineficaz y regresivo, incapaz estructuralmente de responder a los desafío de la modernización y del desarrollo del país.
El resultado ha sido, igual que en la Venezuela de los años ochenta, un conjunto de élites corruptas y trasnochadas, acostumbradas a las estructuras de un Estado patrimonialista, que dan la espalda a los desafío de la modernidad y que son por ello responsables de la instalación de un caldo de cultivo que desemboca invariablemente en diferentes manifestaciones de populismos de diferente signo, caracterizados por el autoritarismo político, los cuales hemos visto desfilar en los últimos año en América Latina, en algunos casos posponiendo el progreso integral de la sociedad y la efectiva institucionalización de la democracia, generando caudillismos catastróficos, lo cual genera las condiciones para agravar el atraso social, la miseria económica y como consecuencia la violencia social y política.
Es por ello que el caso de Venezuela debe preocuparnos. No cabe duda que en Guatemala, los políticos de ayer no supimos producir los resultados que viabilizarían enfrentar el desafío de la democratización política, del desarrollo económico y del progreso social. También las élites dominantes de siempre, conspiraron para mantener el status económico y político y así mantener sus injustos y reprochables privilegios. Eso está muy claro.
Pero lo que ahora también está claro y debe ser motivo de honda preocupación nacional, es que en el espacio actual de la política, no hay políticos, con muy escasas excepciones, ya que la mayor parte de los puestos de decisión actualmente están ocupados por inversionistas de probada mala reputación, impresentables aventureros inmorales de ocasión y con frecuencia preocupantes casos de maleantes dedicados a negocios ilegales.
Sin una reacción consciente y enérgica de los líderes de las elites existentes en el país, como hemos visto aparecer recientemente en el escenario nacional, adoptando posturas claramente definidas de frente a la debacle que se ve venir, el futuro de Guatemala se verá comprometido a un destino parecido al de Venezuela, marcado en el caso de Guatemala, no por el corruptor petróleo, sino por la narcoactividad y por el crimen organizado.
Ricardo Gómez Gálvez

Político de vocación y de carrera. Cuarenta años de pertenencia al extinto partido Democracia Cristiana Guatemalteca. Consultor político para programas y proyectos de la cooperación internacional y para instituciones del Estado.
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