Jorge Mario Salazar M. | Política y sociedad / PALIMPSESTO
En mis crónicas diarias muchas veces me encuentro con demasiado ruido mental. Ruido que proviene de un sistema de alarma encendido permanentemente. No sé a ciencia cierta si ese ruido es creado artificialmente con fines específicos o bien, si este ruido es producto de una circunstancia histórica en la que han confluido elementos que nos acercan a un cambio, o un final de ciclo de esta humanidad, con todo lo que ello significa.
No es la primera vez que la realidad sociopolítica y cultural se presenta de esta manera frente a mis ojos pero hay indicadores que se perciben de una manera casi homogénea sobre la fatalidad del sistema económico global en donde los actores políticos, económicos y los íconos de la cultura popular se encuentran implicados en problemáticas que tienen que ver con la pérdida de los valores, los vicios, la corrupción y el crimen.
Es entonces cuando muchas voces exigen cambios profundos, tanto en las estructuras del poder como en el pensamiento de los principales actores de esta dinámica social. El mundo entero está lleno de llamamientos, denuncias, protestas, antidiscursos, propuestas parciales, sabiduría de revista, frases religiosas y máximas de los máximos exponentes de las artes, la ciencia y la política para adornar el sentimiento o reforzar una actitud que debería ser la que adopten todos por el bien de la humanidad.
Todas esas voces, aisladas, separadas por barreras invisibles llenan de ruidos el ambiente. Me incluyo entre esas individualidades que presumimos de portar una parte de la verdad y que alguien debería estar pegando como un enorme rompecabezas, de tal manera que logremos armonizar en los lectores una orientación más o menos organizada de las prioridades necesarias para el mejor funcionamiento del mundo y el mayor bienestar de las sociedades que se encuentran al borde una enfermedad integral, es decir física, mental y social
El escritor, en esa soledad se pregunta si también contribuye a la formación de ese ruido que nubla la razón en las sociedades que, hoy día leen más palabras y menos contenidos, y muestran su desesperación en manifestaciones tan abiertamente destructivas como el consumo masivo de todo tipo de accesorios supuestamente necesarios para lograr el confort o la vida digna (aquí uno de mis ruidos es cómo, también la dignidad tiene una tasa de consumo mínima), de acuerdo con la escala social a la que se pertenece.
Por supuesto que muchos de los elementos que trae el ruido son manifestaciones auténticas de estos tiempos de democracias y derechos sociales descubiertos al calor de la mitigación de las luchas de clase. Manifestaciones auténticas por derechos individuales y colectivos que se anteponen (deberían estar imbricados) a la necesidad de transformar el modo de producción de la riqueza que permanece intacto, aún y cuando requiere cada vez más de la violencia para reproducirse en medio de sociedades que cada vez tienen más conciencia de ser sujetos de esos derechos contrarios al modelo.
En el mundo no parece haber personas en su juicio cabal que no critiquen la guerra, la proliferación de armas, la destrucción de los recursos naturales, el aprovechamiento cada vez más limitado a ciertas elites de los recursos estratégicos. No hay persona en el mundo que esté de acuerdo con el excesivo poder de la banca y las instituciones financieras internacionales en la definición del estilo de vida de la ciudadanía. No veo personas que desde su fuero interno, sin intereses específicos, que respalden las actividades de sus gobiernos, de los políticos en general, de los empresarios, de los militares, de la Educación y la Seguridad Social. El modelo, en el mundo está agotado y las opciones se han terminado. O se cambia el modelo o el mundo se acabará en pocas décadas, envuelto en el mayor caos social.
El cronista debe seleccionar, clasificar, ordenar entre los diferentes acontecimientos y circunstancias de su realidad inmediata aquellos que comprenda como clave en el desarrollo de otros acontecimientos. Especialmente porque todos ellos se perciben dentro de un ruido producido por los medios de comunicación o acompañados por voces especializadas que contornean las imágenes a través de las cuales el individuo accede a dicha información y aprehende su realidad sin que esta pase por un tamiz crítico en su mente.
Entonces es que el cronista, el escritor describiendo su experiencia frente al mundo intenta reconfigurar esas imágenes con otros contenidos extraídos de la ciencia y las disciplinas, la mayoría de las veces sin lograr ese cometido. Los ruidos en el ambiente son casi absolutos. Habría que vivir aislado físicamente de la sociedad como Robinson Crusoe y aún el aura de todas esas ondas sensoriales le acompañaría durante un largo período. El escritor, en estas instancias lucha contra el ruido y su paradoja.
¿Estaremos llegando al final de un ciclo de la humanidad? El modelo expansivo del capitalismo empieza a contraerse. Las grandes soluciones a su crisis permanente fracasaron. Su sobrevivencia depende del control estricto de los recursos estratégicos y para ello es necesario el caos en la economía, en la política y en las ideas. El mal se ha entronizado en el poder y la deshumanización cunde en un mundo en donde no nos escuchamos los unos a los otros en medio del ruido.
Imagen principal tomada de Diccionario Metápolis de Arquitectura Avanzada.
Jorge Mario Salazar M.

Analista político con estudios en Psicología, Ciencias Políticas y Comunicación. Teatrista popular. Experiencia de campo de 20 años en proyectos de desarrollo. Temas preferidos análisis político, ciudadanía y derechos sociales, conflictividad social. Busco compartir un espacio de expresión de mis ideas con gente afín.
Un Commentario
Excelente y esclarecedor artículo, felicitaciones
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