La salud y el cinismo de los corruptos

Bienvenido Argueta Hernández | Política y sociedad / DANZA CÓSMICA

Mientras el procurador de los Derechos manifiesta la necesidad urgente de atender con prioridad, celeridad y voluntad política los problemas en el Sistema de Salud, que se encuentra en colapso técnico y operativo, los políticos dan gritos al cielo porque sus compañeros acusados de corrupción son enviados al Hospital Roosevelt. No obstante, ellos, durante décadas, han sido responsables de robar los recursos del Estado causando, entre otros males, precariedad en los hospitales, centros y puestos de salud en calamidad y falta de medicamentos. Pero hoy se revierten sus acciones contra sí mismos. De manera irracional y condenable, los políticos se quejan de que tanto un expresidente como exdiputados en la cárcel al enfermarse sean atendidos en uno de los dos principales hospitales públicos del país.

El Hospital Roosevelt es un centro en estado de miseria para la gente pobre o empobrecida luego de gastarse sus recursos en los hospitales privados o siendo estafados por los seguros médicos. En la perspectiva de los políticos corruptos, la gentuza es responsable por haber nacido pobre y por no poder generar los recursos necesarios para pagar un hospital privado, por tanto, deben suplicar atención en este hospital a pesar de que se mantiene desabastecido, con bajos salarios para el personal médico y en condiciones de infraestructura deplorables. En otras palabras, lejos de haber creado condiciones para hacer efectivos los principios básicos de la Constitución y garantizar la vida de todas y cada una de las personas, así como cumplir con la protección del derecho a la salud, más bien se reservan el goce de una salud privada y privativa. Ser funcionario público y, particularmente, ser miembro del Congreso justifica el derecho ilegítimo para apropiarse de los recursos del Estado y encima reclamar que, de ser procesado ante la justicia, se le atienda en un hospital diferente al asignado al ciudadano común y corriente.

Acá se obvia la discusión clara sobre la política de salud pública. En su lugar, se trata de chantajear y amedrentar a los ministros para sacar los negocios correspondientes, sea esto a través de citaciones o interpelaciones en el Congreso. A cambio de debatir las condiciones de los pacientes, el mejoramiento de los hospitales o la situación del personal médico, la idea es controlar la acción ministerial por la vía de las contrataciones, los pactos colectivos, la compra sobrevalorada de los escasos medicamentos o dejar que se cierren las consultas externas de quienes no tienen otra opción que utilizar las mismas para aliviar sus dolores y sus enfermedades.

¿Qué podemos esperar de un sistema político que mantiene en condiciones infrahumanas a su gente, a los enfermos, a sus infantes y a sus ancianos? Nada. Acá la gente ha esperado. Los enfermos se dejan morir. La gente que sufre su enfermedad curable se le deja a su propio destino, sola y esperando.

La única vía posible para acceder a la salud es tener las agallas y revelarse en contra de quienes niegan y han hecho imposible el ejercicio de un pleno derecho. Con un cinismo del tamaño de la corrupción, hoy se autodenominan mártires, porque habiéndose quedado de manera anómala con los recursos para la salud, protestan porque los envíen a los hospitales públicos y no les dejan gastarse el dinero que debieron invertir en los centros de la salud del pueblo.


Bienvenido Argueta Hernández

Aprendiz permanente de los relatos encantadores de las gentes y explorador de las historias que nos muestran mundos diferentes entretejidos entre poesía, cuentos y pinturas. Me gusta jugar, subir volcanes y cruzar arroyos, recorrer laberintos y ser capaz de observar estrellas, paisajes y sonrisas. Escucho jazz o rap y en los intermedios hago investigación social y escribo sobre filosofía y educación.

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