Olga Villalta | Política y sociedad / LA CONVERSA
A lo largo de la historia, el cuerpo de las mujeres ha sido objeto de interpretaciones diversas. Al instalarse el sistema patriarcal (hace más de 10 000 años), se genera una concepción basada en la capacidad del cuerpo femenino de concebir vida y, por lo tanto, destinado a la reproducción humana. Se establece la maternidad como destino y no opción. Por ello nuestras abuelas, a principios del siglo pasado, todavía concebían 10 y hasta 16 hijos. Aún ahora, si vamos a aldeas alejadas de los centros urbanos, nos encontramos con mujeres multíparas.
A pesar de ello, sabemos que desde tiempos antiguos se recurría a medidas para controlar el embarazo. En papiros del antiguo Egipto están registradas fórmulas artesanales que se introducían en la vagina para evitar la concepción y provocar abortos. Se pueden encontrar vestigios de métodos anticonceptivos y abortivos en las culturas griega y romana. Todavía en nuestras comunidades las comadronas tienen conocimiento sobre infusiones que pueden evitar el embarazo.
Si una investiga un poco sobre la historia de los métodos anticonceptivos, se dará cuenta que estos fueron objeto de interés para muchos médicos que intentaban dar respuesta a las demandas de sus pacientes. Esos inventos quedaban en la clandestinidad debido a la influencia de la Iglesia católica (sobre todo en la Edad Media), institución que ejercía, y aún ahora ejerce, una influencia política a partir de su creencia religiosa, ejemplo que han seguido otras iglesias.
El avance tecnológico en la medicina occidental produjo la pastilla anticonceptiva a mediados del siglo pasado. Esta pastilla permitió a las mujeres mayor libertad y responsabilidad sobre su capacidad de reproducción. Ahora sí, nosotras podíamos decidir cuántos hijos tener. Yo soy de esa generación, y cuando decidí ejercer mi sexualidad a los 18 años, lo primero que hice fue informarme sobre los métodos anticonceptivos. A esa temprana edad, constataba que mis amigas ejercían su sexualidad a escondidas de su progenitores, y solo cuando surgía el embarazo corrían a casarse. Siete meses más tarde nacía el primer bebé. Era curioso como la excusa era «nació antes de tiempo» o «quedé embarazada en la luna de miel». En mi caso, el acceso a la información me permitió decidir cuándo y con quién quería tener hijos. Y cuando tomé la decisión, ese niño tuvo la fortuna de venir al mundo siendo deseado, esperado y querido. Este es el mínimo derecho que cada ser humano debería tener, y no ser producto de falta de información, descuido, imposición o, en el peor de los casos, violación.
Cuando hablamos de la prioridad del Estado de atender la salud sexual y salud reproductiva de la población, y especialmente de las mujeres, estamos partiendo de que esta atención es un derecho humano que corresponde a la dimensión de los derechos sexuales y reproductivos. Toda mujer, en tanto ciudadana, y no feligresa de una iglesia, tiene derecho a recibir información sobre los cambios fisiológicos que ocurren en su cuerpo, sobre el ejercicio de la sexualidad, anticoncepción, riesgos de enfermedades ginecológicas, violencia sexual y otros aspectos más. La niñez necesita ser formada en educación integral en sexualidad y las/os jóvenes precisan de formación e información para ejercer de manera responsable, libre y placentera su sexualidad.
En los últimos años hemos asistido a una suerte de ofensiva de parte de sectores conservadores que intentan encasillar de nuevo a las mujeres únicamente como cuerpos reproductores. Han logrado influenciar en los órganos de poder, presentando iniciativas de ley retrógradas y conservadoras; bloqueando políticas públicas; instalando funcionarios conservadores que en su accionar hacen retroceder los avances alcanzados como país en materia de salud sexual y reproductiva. Han creado figuras «blancas» que ofrecen capacitar en las escuelas públicas sobre valores, llevando un mensaje ultraconservador a las/os jóvenes.
El 28 de mayo se celebra el Día de Acción Mundial por la Salud de las Mujeres [1], muchas organizaciones en América Latina realizan jornadas de divulgación sobre la situación de salud de las mujeres en el mundo. El Grupo Multidisciplinario para la Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos en Guatemala, inició el 21 de mayo la campaña «La salud sexual y reproductiva de las mujeres es prioridad. El Estado debe garantizarla» que tiene por objeto hacer un llamado a las/os funcionarios y personal del sistema de salud estatal a realizar sus funciones desde una visión laica y no basándose en sus creencias religiosas.
[1] En 1987, la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe –RSMLAC– hizo la propuesta de instaurar un día de acción global a favor de la salud de las mujeres, y en 1988 se conmemoró el primer 28 de mayo con el lanzamiento de la «Campaña para la prevención de la morbilidad y mortalidad materna», coordinada por la Red Mundial de Mujeres por los Derechos Reproductivos –RMMDR– y la Red de Salud.
Olga Villalta

Periodista por vocación. Activista en el movimiento de mujeres. Enamorada de la vida y de la conversación frente a frente, acompañada de un buen café.
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