La sagrada familia de Gaudí

Camilo García Giraldo | Arte/cultura / REFLEXIONES

El genial arquitecto catalán Antonio Gaudí y ferviente creyente católico se propuso, cuando comenzó en 1885 a construir su famoso templo de La Sagrada Familia en Barcelona, «hacerle una alabanza a Dios». Labor a la que a partir de este momento le dedicó gran parte su vida, especialmente desde 1915 hasta su muerte ocurrida en 1926 al ser atropellado por un tranvía, sin haberla terminado. Por eso decidió construir el templo imitando un bosque de árboles en el que sus columnas fueran semejantes a los troncos y las ramas de cada uno de esos grandes y altos organismos vegetales vivos que están presentes en gran parte de la naturaleza terrestre. Columnas arborescentes en forma helicoidal dividas en diversas ramas en las que se sostienen las bóvedas que se entrelazan entre sí y a las que les dio la forma geométrica de hiperboloides.

Pues Gaudí creyó que estos seres vegetales son, por su altura y tamaño, los que unen, o por lo menos, los que acercan, la tierra donde viven los hombres al cielo donde habita soberano Dios. Pero, además, porque los árboles tienen características como la quietud serena y pacífica, su altura y grandeza espacial, la larga duración de sus vidas, y su función de garantizar y proteger la vida de otros múltiples organismos vegetales y animales, que invocan o aluden simbólicamente a las cualidades propias de Dios. De ahí que para él construir un templo que reproduzca la imagen de estos seres vegetales es construir el mejor lugar posible, el lugar ideal, donde se produzca el encuentro entre Dios y los creyentes que acudan a él.

Pero al construir este templo Gaudí hizo, tal vez sin proponérselo, algo más igualmente significativo: mostrar que la «muerte de Dios» en los tiempos modernos que Nietzsche anunció a través del profeta Zaratustra no es completa, que su retirada y desaparición del universo político y cultural, especialmente artístico, no es definitiva, que el triunfo del arte profano que se impone en la modernidad no es absoluto, porque los artistas como él, si así lo quieren, siempre pueden crear una obra que alabe y muestre su presencia en el mundo. En efecto, Gaudí se negó a aprobar esa muerte de Dios que parecía consumada en la época que vivió, se negó a aceptar como un hecho definitivo la desaparición de los significados religiosos del arte. Por eso, al construir esa majestuosa obra arquitectónica de La Sagrada Familia, lo que hizo en el fondo fue resucitar a ese Dios que había muerto, repetir a través de una obra de arte el acto por el que Dios encarnado en el hombre Jesús resucitó de entre los muertos después de 3 días, tal como los Evangelios lo relatan.

Y al hacerlo así, Gaudí confirmó una vez, con inmenso vigor, la excepcional capacidad que tienen los artistas de darle vida con sus obras a lo que no existe en la realidad o de revivir personajes, hechos o acontecimientos de esa realidad que parecían muertos o desaparecidos para siempre. Pues el arte es el medio más poderoso que tienen los hombres para salvar de la muerte a todo lo que naturalmente está condenado a morir, de preservar o revivir lo que por su propia naturaleza está llamado a perecer con el paso del tiempo. Es, entonces, aquí, donde brota el significado tal vez más profundo de esta obra maestra de Gaudí, para decirnos o recordarnos que los hombres nunca debemos declarar o celebrar la muerte definitiva de alguien o de algo en el mundo, porque siempre puede existir un artista hoy o mañana, en cualquier época y lugar, que se encargue de revivirlo y ponerlo presente de nuevo ante nuestras existencias.


Fotografías proporcionadas por Camilo García.

Camilo García Giraldo

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá en Colombia. Fue profesor universitario en varias universidades de Bogotá. En Suecia ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo. Además ha sido profesor de Literatura y Español en la Universidad Popular. Ha sido asesor del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA) en asuntos colombianos. Es colaborador habitual de varias revistas culturales y académicas colombianas y españolas, y de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Ha escrito 7 libros de ensayos y reflexiones sobre temas filosóficos y culturales y sobre ética y religión. Es miembro de la Asociación de Escritores Suecos.

Reflexiones

Un Commentario

Miguel Gómez 23/06/2019

El talento de crear obras maestras ,la acción que casi inconscientemente no hace Dioses , o nos inmortaliza

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