Luis Felipe Arce | Política y sociedad / EL CASO DE HABLAR
La potencia intelectual de un hombre
se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar.
Friedrich Nietzsche
Las revistas mensuales internacionales eran de muy limitada circulación, aún a mediados del siglo pasado. Dentro de este contexto, solamente existían dos memorables revistas en español con temas variados, de humor e información general: Selecciones del Readers’s Digest (1940) y Life (1952-1969).
Una sección que era muy leída y esperada en Selecciones se llamaba: «La risa, remedio infalible». Indudablemente, eran tiempos muy conflictivos y contradictorios, y los editores trataban de llevar sana distracción, humor y una muy variada selección de temas de fondo.
El humor ocupaba un lugar preponderante con anécdotas y ocurrencias muy oportunas para tratar de romper con la monotonía de una realidad muy agobiante en todos los rincones del planeta, en el marco de conflictos, protestas sociales y la Guerra Fría.
Según la Real Academia Española: «Humorístico es el género que enjuicia la realidad resaltando el lado risueño o ridículo de las cosas». La existencia del humor se ha puesto en evidencia desde el folclore de cada pueblo (coplas, refranes, dichos, etcétera), hasta obras de arte de autores clásicos y contemporáneos.
Partiendo desde Homero y la parodia de sus propias epopeyas y pasando por la comedia romana con Plauto, Teréncio, Horacio y Marcial. Por el Renacimiento con la Divina comedia de Dante. El decamerón de Boccaccio, La celestina y El lazarillo de Tormes. Al período Barroco con Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, las comedias de Tirso de Molina y Calderón de la Barca; hasta la época actual con la Huelga de Dolores, el Muñequito del Imparcial, Cantinflas, Quino, Rius, el Gato Viejo, Filóchofo, Fo, el Chapulín Colorado (ya jubilado) y el tan socorrido humor chapín, entre otros.
Con el humor se vive un sentimiento de alivio por el peso de las limitaciones, al tratar de minimizar y no darles la importancia que ellas mismas se dan. Por un momento, la persona se siente libre de los superegos castradores y de las imposiciones que nos exigen las circunstancias. Con el humor, la persona puede verle el lado amable a lo que está haciendo y construir algo nuevo. Es el motor que mueve los engranajes más internos de la creatividad, la razón de ser del intelecto humano, abriendo un ilimitado abanico de esperanzas y utopías en contra de la suma de todos los miedos.
Los casos de enfrentar con humor los imponderables diarios son muy numerosos y simpáticos, máxime cuando vienen precedidos de anécdotas comunes, protagonizadas por «gentes comunes y corrientes» como usted y yo.
El conocido novelista y escritor francés Honoré de Balzac (autor de La comedia humana) notificó así a los presentes, la defunción de su tío millonario, el cual le había dejado por herencia todos sus bienes: «Ayer, al anochecer, mi tío y yo pasamos a mejor vida».
De Mahatma Gandhi se cuenta que cuando estudiaba en la universidad de Londres, en el Reino Unido, un profesor de apellido Peters le tenía una marcada animadversión por su origen racial, pero al alumno Gandhi eso lo tenía sin cuidado, nunca se dejó amedrentar y eran muy comunes sus encontronazos. Un día, el profesor estaba almorzando en el comedor de la universidad y el alumno Gandhi con su bandeja llegó y se sentó a la par del profesor quien, de forma altanera, le dijo: «Señor Gandhi ¿usted no entiende que un puerco y un pájaro no se sientan a comer juntos?». A lo que Gandhi respondió: «Esté tranquilo profesor… yo me voy volando». Y se cambió de mesa.
Cuando Albert Einstein conoció a Charles Chaplin le dijo: «Lo que más admiro en su arte es que usted no dice una palabra y sin embargo todo el mundo lo entiende». Chaplin le respondió: «Cierto, pero su gloria es aún mayor, el mundo entero lo admira pero nadie entiende una palabra de lo que dice».
Un diplomático que estaba entrevistando al presidente de la República Popular China, Mao Tse-Tung; le preguntó: «¿Qué habría pasado si, en lugar de haber matado a Kennedy, hubieran matado a Kruschev?». «Ay, una cosa que es segura, Onassis no se habría casado con la señora Kruschev», respondió el líder Chino.
Etimológicamente; humor no es sinónimo de chiste, pues suele haber chiste sin humor y humor sin chiste. De la mayoría de los presidentes de la República, el pueblo cansado de escuchar solo incongruencias, prepotencia y muy malos gestos, suele ser lapidario y termina diciendo: «ese, ni chiste tiene». El humor solo puede ser entendido a partir de la profundidad del ser humano. El humor ha sido un arma del hombre usada para combatir los infortunios de la vida y reírse de ellos… incluso de sus propias desgracias.
Mark Twain lo definió así: «El ser humano solo tiene un arma efectiva: el humor». ¡Mirá nomás!
El humor es algo así como un seguro de vida para afrontarla con optimismo, es para reír… no para pensar. Las personas que son optimistas, que ven lo positivo en todo, suelen ser personas con un buen sentido del humor, quizás porque relativizan lo negativo y quitan la importancia que no tienen a las cosas innecesarias. En el teatro griego las máscaras de la comedia y la tragedia siempre iban unidas.
De Ripley o sálvese quien pueda
No es posible comerse al diablo sin tragarse los cuernos.
Viejo proverbio italiano
En medio de la crisis de valores generada por la desconfianza generalizada, hay personas que en forma continuada confunden el humor con el descaro y la falta de sentido común. Nuestro covidiano Lord de turno es uno de ellos. Aunque se ponga una máscara de bonachón y humorista, su propia naturaleza voluble e indefinida le termina haciendo sonoras jugadas, haciéndolo caer en recurrentes contradicciones que, en lugar de reír, nos terminan haciendo llorar (pero de la pena y vergüenza acumulada).
Después de un pésimo manejo de la crisis sanitaria para afrontar al COVID-19 (con millones de préstamos, donaciones, estados de excepción, restricción de locomoción, toques de queda, todo el aparato legal y financiero del país a su entera disposición y el colapso a todo nivel del sistema hospitalario), después de cinco meses de dirección irresponsable, sin brújula ni dirección, ahora resulta, públicamente, haciendo gala de un trasnochado sentido del humor (entre carretero y albañil) aunado a un inoportuno síndrome de Poncio Pilatos pretendiendo, olímpicamente, «lavarse las manos».
Y del estadista que pedía nuestro voto autocalificándose de que no quería ser recordado como un hijo más de la «palabrota añeja, por los largos explotada» que es la patria, y que se canta en la democrática Chalana de la Huelga de Dolores… ¡uno más de las interminables alhajas de colección!
El genial Cantinflas lo dejó dicho y bien claro: «La primera obligación de todo ser humano es ser feliz. La segunda es hacer felices a los demás».
A fin de cuentas y como decía Charles Chaplin: «Un día sin risa, es un día perdido… todo es un chiste».
Fotografía principal tomada de AbeBooks.
Luis Felipe Arce

Guatemalteco. Ingeniero civil, por varios años gerente de Producción para Centroamérica de una importante corporación mundial dedicada a la fabricación de materiales refractarios y aislantes. Actualmente, consultor independiente.
Correo: luisarcef@yahoo.com
4 Commentarios
Excelente mi querido Guichín, pero no olvidemos también que existe el «mal» humor y no es solo cuestión de chistes; porque elos argumentos que siempre se saca a colación (situaciones actuales principalmente) como sentimiento opuesto nos provocan el mal estado. Gracias por este otro tan importante y oportuno tema.
El tema del mal humor, mi muy estimado Arturo.
Eso… es Enano de otro cuento.
Gracias por traer un poco de humor a nuestras vidas
Si te das cuenta estimado Tonito, el humor ha estado presente en la vida y vivencia de los diversos protagonistas de la historia.
Dejé en el tintero una anécdota protagonizada por Abraham Lincoln que aparte de que fue un político excepcional nadie pudo decir que fuera un hombre atractivo.
Alto, desgarbado y con la nariz rota como consecuencia de la práctica del boxeo en sus años jóvenes. Lincoln, siempre reconoció ésa carencia.
Se dice que en un debate parlamentario un senador Douglas lo acusó de «tener dos caras». Era evidente que lo calificaba de «hipócrita».
Sin embargo, haciendo gala de un excelente sentido de humor, Lincoln le respondió: «Pero señoría ¿usted cree que si tuviera dos caras, traería esta?
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