-gAZeta-
Los resultados del referéndum realizado el domingo 4 de febrero han sido leídos en todo el Ecuador como el inicio del retorno al cauce democrático. Si bien las siete preguntas fueron producto de un diálogo nacional para su definición y aprobación, dos de ellas estaban claramente ubicadas en el horizonte político inmediato, orientadas a permitir que la democracia, es decir, la posibilidad de participación amplia por la disputa del poder, así como la independencia clara de los distintos órganos del Estado, pueda consolidarse en el país.
El correísmo fue una experiencia dolorosa para el pueblo ecuatoriano, por lo que con el resultado de la consulta se regresa al cauce democrático. Con Correa se criminalizaron los movimientos indígenas, a los ecologistas, a las organizaciones no gubernamentales, entre otros, dividiendo al país en buenos y malos. Los que no estaban con el régimen o lo criticaban eran considerados enemigos, como agentes de la CIA, cuando menos, y eran perseguidos y atacados en todos los espacios mediáticos que el régimen tenía a su servicio. Líderes indígenas fueron perseguidos y encarcelados, obteniendo su libertad solo con la llegada de Moreno a la Presidencia de la República. Si bien es cierto que algunos sectores tradicionales o radicales de la izquierda le apoyaron, en general esta tendencia política e ideológica fue diezmada y perseguida, capturando y utilizando, para sí, toda la simbología tradicionalmente de izquierda, de la efige del Che a las propuestas revolucionarias de líderes latinoamericanos.
Correa logró imponer su modelo autoritario y personalista porque al inicio, en su primera elección y primeros años de Gobierno, contó con el apoyo de amplios sectores de la sociedad, en un momento en el que lo que se deseaba era no solo estabilidad política sino dar un rumbo al país. Con una sociedad movilizada y ampliamente unificada, dado su estilo hiperactivo y discursivamente bien estructurado, Correa consiguió rápidamente convertirse en el líder que unificaba a todos esos sectores.
Con los precios del petróleo a su favor, llegado al poder, Correa se dedicó a hacer grandes inversiones en distintos sectores, lo que le permitió ganar muchas simpatías aunque, para mantener los apoyos, permitió que la corrupción se incrementara y popularizara. Es innegable que en su gestión se fortaleció lo público, ampliándose las formas de participación ciudadana, siempre y cuando no cuestionaran las decisiones del gobernante. Con el viento a su favor, llegó a imaginarse no solo necesario sino imprescindible, y si bien ganó muchas elecciones, dado su autoritarismo y personalismo, esa amplia mayoría fue rápidamente reduciéndose, pues fue cerrando espacios a todos los que podrían cuestionarle o representar alguna competencia.
Es evidente que bajo esas circunstancias le habría sido imposible ganar una nueva elección, por lo que dando un paso atrás quiso dejar un heredero que le permitiera volver, casi renacido, para seguir impulsando un proyecto en el que el eje y razón de todo fuera su persona. Optó por Moreno porque, siéndole leal, era el más próximo a los distintos sectores sociales con los que él se había enfrentado, pero también porque su derrota habría sido la un delfín bastante lejano y no la suya propiamente dicho. La opción por Jorge Glas, mucho más correísta, habría significado una derrota aplastante, pues le habría sido imposible mostrar la independencia que Moreno sí poseía, riesgo que Correa no quiso correr. Como se recordará, aún así el triunfo de Moreno fue sudado, complicado y apretado, lo que evidenció, ya desde entonces, el ocaso político de Rafael Correa quien, a pesar de todo, dejaba todo un entramado legal y organizativo que le permitía volver y, según él, con aires triunfadores.
En este proceso democratizador que apenas inicia, es evidente que las distintas fuerzas, tanto a la derecha como a la izquierda, comienzan a recuperar su discurso, sus posiciones, y si bien en la actualidad hay un amplio diálogo entre los distintos sectores y tendencia para intentar sacar al país adelante, conforme se aproximen los eventos electorales, cada fuerza irá decantando sus propuestas y presentándoselas a la sociedad. Dependerá de su capacidad de movilización y claridad discursiva que consigan el apoyo de la sociedad, primero en las elecciones municipales de 2019 y luego en las generales de 2021.
Es necesario dejar claro, además, que el correísmo no está muerto, mucho menos sepultado. Que haya obtenido 36.4 % a favor de mantener la reelección indefinida, siendo mayoría en la provincia de Manaví, la tercera en población y economía, cuando los únicos que hicieron campaña por el no fueron Correa y su grupo, es una muestra clara que el expresidente es aún una fuerza política importante y que, en cualquier proceso de reforma institucional y política, deberá ser tomado en cuenta.
Ahora bien, lo importante es que el caudillo, el personaje Rafael Correa, no podrá ya optar a dirigir el país, lo que modifica totalmente el escenario político ecuatoriano, dándole aire y posibilidades a la construcción de la democracia.
El no tampoco puede leerse como un rechazo completo y rotundo a los logros y avances que durante el Gobierno de Correa se alcanzaron, en especial los que se produjeron en su primer mandato. Lo que dos de cada tres ecuatorianos rechazaron fue el caudillismo y personalismo en la gestión pública, la criminalización de la protesta social y del derecho a disentir.
Por Juan Martinez Yanes
Juan Martinez Yanes: doctor en Antropología, político y activista en defensa del medio ambiente y de las riquezas culturales de los pueblos indígenas. Fundador y director del Museo Etnohistórico de Artesanías del Ecuador -Mindalae-, fue superministro de Patrimonio en los primeros meses del Gobierno de Rafael Correa.
Imagen principal proporcionada por Juan Martínez Yanes.
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