La rapsodia del crimen. Trujillo vs Castillo Armas, Tony Raful

-gAZeta-

El autor dominicano Tony Raful, Premio Nacional de Literatura en 2014, sale en busca del rastro de sangre del dictador Trujillo, y también de las motivaciones que pudieron haberle conducido a decidir el magnicidio contra el gobernante guatemalteco.

Como sucede en estos casos, el autor no puede presentar más prueba documental que las entrevistas realizadas, entre ellas a una de las supuestamente implicadas en el crimen, la guatemalteca Gloria Bolaños, actualmente residente en Miami, Florida.

A lo largo del libro, el autor va uniendo indicios junto a los pocos datos que pueden confrontarse en otras fuentes. Un hecho cierto es que el presidente de Guatemala, Carlos Castillo Armas, fue asesinado; hay indicios de una conjura porque las personas que debían estar presentes, que debían estar haciendo guardia esa noche en casa presidencial, no estaban. A lo largo de toda la narración, el hilo que se desenrolla en la madeja es el de las motivaciones que el dictador dominicano, Rafael Leonidas Trujillo, pudo haber tenido para decidir que se ejecutara el magnicidio.

Para llevar al lector hasta esa motivación, el autor penetra en la coyuntura centroamericana de la década de 1947 a 1957 y desde esos entretelones va extendiendo el escenario donde los actores políticos se mueven.

Las causas económicosociales solo se encuentran en el capítulo que muestra la visión que un actor central, el coronel Jacobo Árbenz, tiene de la revolución (pág. 129). Por otra parte, las razones de Estado aparecen en el capítulo primero, en el cual se representa al doctor Juan José Arévalo como un político integracionista y democrático (pág. 37). Pero, fuera de estos párrafos, el autor busca las respuestas en otros ángulos: las características propias de los actores políticos, su forma de gobernar, sus disputas por el liderazgo, todo esto ensombrecido por la omnipresencia del dictador Leónidas Trujillo y su oponente: el grupo de exiliados dominicanos que tratan en repetidas veces de derrocarlo invadiendo la isla donde gobierna.

El lector – espectador sale del aislamiento que marcan las a fronteras de cada estado porque en toda la época se movilizan actores en un escenario más amplio: Centro América, el Caribe, y una parte de América del Sur.

Así surge la Legión del Caribe, formada por opositores a Trujillo en el exilio, con el apoyo del presidente Arévalo y, por lo tanto, del Estado de Guatemala. Frente a la narrativa que ha mostrado a Guatemala aislada y encerrada en sí misma, el libro de Raful descubre su participación activa en la política centroamericana y el liderazgo de su presidente. Aún más, el objetivo es democratizar la región centroamericana derrocando las dictaduras, en primer lugar la de Anastasio Somoza en Nicaragua y luego la de Leónidas Trujillo en República Dominicana. Como sabemos, esta democratización no se cumple, salvo en Costa Rica, donde llega al poder José Figueres, quien gobernaba durante esos años (1953-1958), habiendo asumido el cargo luego de ganar las elecciones, después de haber superado la guerra civil y de haber asumido el Gobierno por un corto período (1948-49).

Pero Trujillo lanza también la Legión Anticomunista del Caribe, para la defensa de las dictaduras, con él como principal actor y financista, pues al final de cuentas era la más firmemente atacada por los revolucionarios dominicanos.

El libro de Raful no es una investigación policíaca, tampoco un estudio histórico documental, y respecto a los enfrentamientos entre las legiones no pueden narrarse batallas y estrategias militares, pues, como sabemos, no llegaron nunca al enfrentamiento militar. Pero, como bien anota Vargas Llosa, “las razones que esgrime [Raful] son bastante persuasivas” respecto al porqué Trujillo podría haber decidido la ejecución de Castillo Armas.

En su narración, personajes como Juan José Arévalo y José Figueres Ferrer cobran presencia, siendo las cuestiones personales, más que las sociales y políticas, las que usa el autor para iluminar el escenario de La rapsodia. Arévalo no cumple el llamado “Pacto del Barranco” y, para apoyar el ascenso del coronel Jacobo Árbenz, se deshace del otro candidato revolucionario: el coronel Francisco Javier Arana.

El coronel Arana, uno de los personajes mas olvidados de la narrativa histórica guatemalteca, en esta trama resulta un personaje principal; apoya abierta y decididamente la invasión a la República Dominicana, y sus ideas de socialismo democrático parecen ser la guía que lo lleva por el camino que termina con su asesinato en la emboscada del puente de La Gloria, mientras que el coronel Árbenz, supuestamente, dirige la acción, o la escena, desde el Filón.

Pero el coronel Arana es más que un candidato disputando una Presidencia. Es un líder. La narración de la emboscada no pasa de ser una conjetura más, pero un hecho es cierto: el coronel revolucionario es asesinado, lo que provoca un alzamiento militar en el que aparece el personaje central del libro de Raful: el coronel Carlos Castillo Armas, quien se asumirá como “heredero” de Arana y, aunque sin las convicciones de este, ya en el poder tendrá que pagar las consecuencias de sus actos.

El lector también tendrá en el libro otro hilo que une los trozos de La rapsodia: la teoría del cisne negro, o el azar. Un elemento poco utilizado en nuestras ciencias sociales.

Es el azar el que hace que por una tormenta fracase la invasión del Luperón y se hunda la posibilidad de derrocar a Trujillo, igual que el fracaso en Callo Confites. En Guatemala, es el azar el que hace que Castillo Armas, ya entre los muertos en el alzamiento, sea reconocido como vivo por un médico y llevado a un hospital, del cual se fuga para preparar la invasión que derrocaría al presidente Árbenz y terminaría con la Revolución guatemalteca en 1954.

El libro nos ha dado ya un juego de indicios, sospechas, conjeturas y hechos ciertos para que el lector pueda sacar sus propias conclusiones. Las legiones, caribeñas ambas, parecen estar a las puertas de su enfrentamiento. La anticomunista invadiendo Guatemala, lo que puede resultar cierto, pues otras fuentes confirman que Trujillo apoyó abierta y fuertemente la invasión a Guatemala. Es más, eran dominicanos quienes desembarcaron en Puerto Barrios para iniciar la guerra.

En este punto de la narración aparece una contradicción: primero el pueblo guatemalteco se muestra fiel al Gobierno revolucionario y los invasores que sobreviven terminan perdidos en las costas del Atlántico, pero en la capital del país, cuando el presidente Árbenz le pregunta a su más cercano colaborador, José Manuel Fortuni, con cuántas personas se cuenta para repartirles armas la respuesta es desoladora: “Ni con cincuenta, nada”. Así, en medio de los bombardeos dominicanos a la ciudad, el Gobierno revolucionario se desploma y Árbenz sale para México.

Podríamos terminar el acto de La rapsodia diciendo que el triunfo es para la Legión Anticomunista del Caribe. Pero no es así. De nuevo, el carácter, el estilo personal del actor, es el hilo de la madeja: Carlos Castillo Armas no cumple el “pacto de caballeros” contraído por el general Miguel Idígoras Fuentes; al contrario, lleva al país a un plebiscito y se erige como presidente.

El lector podría ver en Castillo Armas, según mucha de la narrativa latinoamericana de las últimas décadas, a un dictador en ciernes, pero las luces de Raful iluminan el escenario hacia otro punto: Castillo Armas no se ve a sí mismo como un dictador, de modo que después de su triunfo no tiene deseos de que se le vea demasiado próximo a Leónidas Trujillo, el gran dictador latinoamericano de la época. Por este motivo, a pesar del apoyo dado a su triunfo, Castillo Armas no le otorga la Orden del Quetzal, además de otros desaires que toman mayores dimensiones si se comparan con la actitud agradecida y hasta sumisa del dictador nicaragüense, Tachito Somoza.

Por otra parte, Castillo Armas no cumple el pacto de caballeros que debía llevar al general Idígoras a la Presidencia, no agradece al Gran Dictador, y desmoviliza al Ejército de Liberación Nacional. Se mantiene leal a la memoria del coronel Arana, a su ideal democrático nacionalista, por lo que no entrega a los exiliados dominicanos que Trujillo le pide. De nuevo aparecen en el escenario los sentimientos, las lealtades y las pasiones, como los motores que mueven la historia.

Aunque el autor dice que todo lo escrito es cierto, que nada es ficción, La rapsodia tiene el ritmo de una novela apasionante, en donde el hilo que une los trozos surge más de la intuición que de las pruebas. La descripción de las horas y minutos, la imagen del presidente en la Casa Presidencial, muerto en un charco de sangre, o en el sótano de la misma casa negándose a renunciar y por eso acribillado. Todos estos hilos movidos por una sola razón: el instinto primitivo, el orgullo herido del dictador Trujillo. En ninguna parte del libro hay una prueba contundente que demuestre que el hecho haya sucedido tal como se narra, y eso debe ser tomado muy en cuenta. El único hecho que es cierto es el que el presidente de Guatemala fue asesinado en la Casa Presidencial de varios disparos.

Salvo el rumor de que existió una reunión del coronel Enrique Trinidad Oliva con Aves García, funcionario de la embajada dominicana, señalado como el brazo ejecutor de Trujillo fuera de la isla, no hay más indicios sobre la participación dominicana en el crimen.

Que no se trataba de dar marcha atrás en el proceso de “liberación”, se prueba con el hecho de que al saberse del atentado y aún con el cuerpo del asesinado presente, el Gobierno se reunió inmediatamente sin ser llamado por alguien, estando todos los dignatarios de acuerdo en respetar la Constitución recientemente impuesta. No se trataba, pues, de un golpe de Estado de opositores, sino de un asesinato entre amigos.

De esa cuenta, es un Gobierno provisional el que lleva al país a unas elecciones turbulentas en diciembre de 1957, año y medio después del magnicidio. En medio de ese caos, un incidente que el autor llama “el crimen del Mirador”, muestra de nuevo la mano de Trujillo. Sin saberse quiénes son los complotistas, estos disparan sobre un chofer que, por azar, ¿de nuevo el azar?, llega vivo al hospital y repite, moribundo, el número de placa del vehículo desde el que lo atacaron.

El último tirón de la maneja que prueba la autoría de Trujillo en toda esta historia aparece cuando la Presidencia es alcanzada por el protegido de Trujillo, el general Miguel Idígoras Fuentes, quien, en agradecimiento, lo declara inocente del crimen que hasta entonces se le atribuía en los medios latinoamericanos y, además, por medio de una amnistía, libera al coronel Francisco Trinidad Oliva.

Siguiendo el estilo discursivo del autor se pueden presentar otras conjeturas: el asesinato fue el resultado de las disputas por el poder entre militares y civiles del mismo grupo. O, se pueden colocar a modo de preguntas: 1 ¿Ejecutaron los militares a Castillo por órdenes de Trujillo o bien recibieron el apoyo de este para sus propios fines? 2 ¿El traicionado general Idígoras está en la conjura desde antes de esa noche fatal o entra en escena hasta que puede ofrecer el olvido judicial a Trujillo?

Además de este aporte que, según el autor no es ficción, la lectura del libro atrapa al lector, y el libro se convierte en un conjunto de hilos y materiales para la ficción literaria: novelas, cuentos y otros relatos que pueden enriquecer la literatura resolviendo preguntas como: 1 ¿Estaba doña Odilia con el presidente en el momento de su asesinato? 2 ¿Por qué Aves García saca a la señora Gloria Bolaños vía El Salvador? 3 ¿Quién al final de cuentas ordenó el asesinato de Francisco Javier Arana? 4 ¿Por qué el coronel Paz Tejada no remató al herido Castillo Armas?

En fin, los trozos de La rapsodia pueden ser unidos por otros hilos y vistos bajo otras luces que enriquezcan la literatura histórica y la ficcional del país y la región.

Por Rosa María Alvarez Aragón


Imagen de la portada del libro tomada de Sophos.

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Un Commentario

arturo ponce 17/07/2018

SOLO EXPUSO LO QUE YA SE HA SABIDO EN UN SINNÚMERO DE ESCRITOS. ME ESPERABA MEJORES DETALLES DE LA SEÑORA BOLAÑOS PERO TAL COMO LA DESCRIBE EL AUTOR, SU RELEVANCIA FUE EL PAPEL DE AMANTE DEL PRESIDENTE.

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