La radio se avejenta y puede que muera

-Jorge Sierra / PALO DE MÚSICA

El término de la vida de la radio es cada día más incierto. En general, el público se ha cansado de sus formatos y las radios mismas no reflexionan en sus contenidos. En Guatemala no se diga. Acá, algunas empresas radiales poseen, por ejemplo,un gordo departamento de ventas pero no de locutores ni de productores que mejoren la programación. Igual, la mayoría baja costos al contratar jóvenes inexpertos que solo balbucean nombres de algún artista y se acabó. Hay otras más que apenas cuentan con un vendedor y ceden por entero el espacio a aficionados a la música que trabajan de grolis. Evidentemente el interés neto es que la radio solo esté al aire para recibir ingresos económicos con su publicidad. Me refiero acá a la estaciones de radio dedicadas a la música.

Ante el garrafal descuido, ahora se apuntan otros factores que abonan a su deterioro. En el último día del pasado agosto, el experto en radio y disc jockey Larry Miller, que encabeza el programa Music Bussiness del Departamento Steinhardt, de la Universidad de Nueva York, anunció que la radio morirá en 10 años. Así en seco y en frío. En su estudio, Miller detectó ocho aspectos que apoyan su anuncio:

1. Los servicios digitales están dañando severamente a la radio tradicional.
2. Las listas de éxitos de música, alguna vez lideradas por la radio convencional, ahora están en manos de las plataformas digitales.
3. Los chicos de la generación Z(centennials, hasta 19 años de edad) prefieren escuchar música en las plataformas de streaming como Spotify y Pandora que en las radios convencionales.
4. Los jóvenes que oyen música prefieren descubrir artistas y canciones nuevas a través de YouTube.
5. Los servicios digitales (que incluyen en los servicios telefónicos) ahora solo incluyen plataformas de streaming que son una importante fuente de ingresos económicos para esas empresas.
6. Los fabricantes de automóviles ya empezaron a marginar los aparatos de radio en los tableros, lo que decrece el interés por escucharla.
7. Las bocinas inteligentes (que funcionan por wireless) le organizan ahora al consumidor prácticas y preferencias musicales.
8. El sistema de medición de audiencia de las estaciones de radio falla en información específica de utilidad para los anunciantes.

A todo esto se suman otros estudios como el realizado por MusicWatch, cuyo resultado es más agudo. Por ejemplo, se preguntó a los encuestados su parecer con respecto a la radio que escuchan en el carro y solo 53 % dijo sentirse satisfecho; solo 27 % opinó sentirse encantado con el sonido; 25 % que “la radio sonaba la mejor música”; y apenas 13 % está contento que la radio se integre a las redes sociales. Otro punto extra es que el público cada día se siente menos identificado con el locutor o disc jockey.

Por supuesto, esa es una tendencia en un país desarrollado pero ¿y en Guatemala? El tema pinta más feo. Como no hay estadísticas ni serios estudios de investigación (y creo que el estudio que se hiciera sería inmediatamente descalificado porque atentaría a los intereses de grandes empresas o corporaciones radiales) uno se guía por su percepción. No me refiero a esos estudios de audiencia, que es otro cantar (existen Multivex e Ipsos, las dos favorecen a sus propietarios o socios). Pero volviendo a esa percepción, noto que el 96 % de las radios musicales del país fundan su programación en música del recuerdo. Es decir, se hace culto al pasado. De ahí se infiere que los artistas nuevos tienen poco o ningún espacio para darse a conocer. No se diga el artista nacional. Las estaciones radiales rechazan la difusión de música nacional. Algunos dirán: “Si suena Ale Mendoza, si suena Malacates, si suena Fabiola Roudha, si suena Los Miseria”. Lo que el público ignora es que las radios por ley (Ley de Radiocomunicaciones que data de 1970 y ratificada en 1980) deben incluir el 25 % de música nacional en su programación diaria, lo que equivaldría a seis horas ordinarias. Algo que desde hace cincuenta años no se cumple. Y lo que el público tampoco sabe es que, según el registro que hace Carlos Bulux (de manera personal y desde hace algunos años), en Guatemala se han publicado, solo en 2017, cerca de 150 discos nacionales (digitales y físicos) y más de cincuenta singles, en su inmensa mayoría desconocidos en la radio. Dicho de otro modo, la radio no valida la música nacional ni tampoco las nuevas expresiones musicales.

De manera que lo dicho por Miller y esto último, más el resto de aspectos desatendidos como programación, producción, locutores y música, no facilitan a conquistar al grueso público joven que habita el país. Un público ávido de recibir más cultura musical (que incluya música clásica, world music, folk, jazz, rock, entre otros), pero que ya no encuentra muchos motivos para identificarse con la radio, que no le permite conocer a sus artistas locales, ni tampoco está atenta ni refleja el pulso de lo que pasa alrededor (expresiones culturales urbanas) y menos actualiza su mensaje. Así, la radio se está quedando con un alto capital de público adulto y viejo (que dudo convendrá a los futuros anunciantes), frente a un país de alto porcentaje joven. Como ven, por unos motivos u otros, la caída, sino es que la muerte de la radio, está anunciada.


Fotografía por Claudia Pivaral

Jorge Sierra

Dedicado en los últimos 13 años al periodismo musical. Desde hace 40 años produce programas musicales de radio. Ha escrito para revista Crónica y en los periódicos Siglo21 y elPeriódico. Participó en el tomo V, de Guatemala: historia reciente (FLACSO) y en el Manual del músico independiente. Ha rebasado los cincuenta, pero no hay novedad musical en cualquier parte del planeta que se le escape.

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