La primera vez

Ju Fagundes / SIN SOSTÉN

Sí, todas tenemos guardada en algún lugar de nuestra memoria aquella primera experiencia sexual, y no digo el primer contacto semicompleto con alguien del otro sexo, sino aquella primera vez en la que descubrimos lo que era el placer, lo que era la satisfacción erótica completa. Con el paso del tiempo, esa experiencia se esconde, se pierde, pero queda allí, como el piso a partir del cual construimos nuestra sensibilidad erótica y, cuando subrepticiamente aparece en los recuerdos, nos impulsa a disfrutar de la mejor manera y con la mayor duración posible eso que llamamos placer.

A diferencia de la primera vez semicompleta con alguien, esa que en la mayoría de los casos resulta en la simple penetración, con el placer intenso y efímero del chico y un dolor molesto en la chica, el primer orgasmo femenino generalmente lo obtuvimos en soledad, en la intima relación de nuestra mente con nuestro cuerpo. Es, esa vez, a partir de la cual comenzamos a reconocer nuestras reacciones ante los estímulos físicos y mentales, y los mecanismos que nos llevan a sentir el placer en su máxima expresión. Estimulándonos desde distintas partes del cuerpo, logramos concentrarnos al final en esa parte interior que nos revuelve todas, que nos hace explotar hacia lo infinito, en búsqueda de lo más interno de nuestro ser.

Es esa primera vez en la que manos y mente aprendieron que somos hipersensibles, que las distintas partes de nuestro cuerpo son fuente de excitación y que lo único que necesitan es el apoyo de la fantasía. Que no necesariamente es la expectativa de una penetración sino un dorso, un rostro, un brazo o un cuerpo, que imaginamos próximo, que suponemos capaz de brindarnos esas caricias que con nuestras propias manos nos prodigamos. Suaves, rítmicas, fuertes pero medidas, compactas pero sin violencias.

A diferencia de los varones que solo pueden satisfacerse acariciando su virilidad, nosotras descubrimos puntos excitantes en distintas partes de nuestro cuerpo, de manera que a partir de esa primera vez vamos avanzando en aprendizajes sucesivos hasta completar el conocimiento de nuestra sensibilidad erótica, la que, sin embargo, muchas veces, por ser tan íntima y personal, somos incapaces de racionalizar y pedir al otro, cuando acompañadas, que nos la estimule al máximo.

Mujer sentada con los muslos separados de Gustav Klimt, tomada de Artehistoria.

Lamentablemente, en muchos casos, esa primera vez también estuvo cargada de remordimientos, de la acusación interior de haber hecho algo malo porque, de boca para afuera la sociedad considera inadecuado y prohibido el placer en solitario. No se nos dan razones ni explicaciones convincentes, simplemente negativas y evasivas, haciéndonos creer que no estamos hechas para el placer sino para la simple, llana y dolorosa maternidad.

Pero, sensibles y ávidas de nosotras mismas, a pesar de los cercos ideológicos y religiosos, esa experimentación del placer se repite con frecuencia, haciendo de nuestra adolescencia y primeros años juveniles la época del cuerpo, de nuestro encuentro con nosotras mismas. Actos secretos que, cuando mucho, compartimos en el cuchicheo con la amiga íntima, sin poder muchas veces hacer de ese aprendizaje un proceso abiertamente compartido.

Tal vez más que decir la primera vez, tendríamos que referirnos a las primeras veces, pues es un proceso de autoiniciación en el que, al fin de cuentas, construimos nuestro futuro en lo que a sensibilidad y sexualidad se refiere. De cómo lo procesemos y conduzcamos dependerá, en mucho, nuestra estabilidad personal y nuestra felicidad.

Por que la otra primera vez, la semicompleta, la que realizamos con alguien del otro sexo, dadas las formas en que se nos educa, resulta en la inmensa mayoría de los casos en total y absoluta frustración femenina. Amaestrados para ser simplemente reproductores, los varones resultan incapaces de controlar sus hormonas, centrando todo su ser en esa satisfacción personal, individual y efímera, donde la otra es un simple recipiente y objeto para su placer. Escasas serán las experiencias en que el acompañante, educado en contra de lo tradicional, pueda ser lo suficientemente paciente y creativo para lograr el placer real de su pareja. Más común puede que resulte que ellas, ya conocedoras de su sensibilidad y sus efectos, puedan enseñar al otro a satisfacerla y, con ello, disfrutarlo juntos.


Imagen: Danae de Klimt de Milo Manara, tomada de Pinterest.

Ju Fagundes

Estudiante universitaria, con carreras sin concluir. Aprendiz permanente. Viajera curiosa. Dueña de mi vida y mi cuerpo. Amante del sol, la playa, el cine y la poesía.

Sin sostén

Un Commentario

Arraigo 08/01/2018

Interesantes revelaciones que contribuyen a abrir la consciencia a cierta sensibilidad femenina. Pero debo tratar de aclarar que el maximo placer sexual, el orgasmo, parece ser prostatico. Este organo es considerado un monopolio masculino y tiene usualmente una connotacion negativa. Efectivamente, oimos hablar de prostata con el paso del tiempo. Su crecimiento es sinonimo de idas y vueltas nocturnas al orinadero. Pero es posible que la estimulacion de la prostata produzca un orgasmo masculino diferente. Ademas seria de una duracion e intensidad similares al orgasmo femenino y permitiria erecciones satisfactorias o satisfacientes o satisficientes o…como se quiera declinar el verbo mas dificil de nuestra trabada lengua. Es cuestion de erecciones dichosas. En todo caso asi suele ser relatado por las personas adeptas a esos ejercicios prohibidos por las sagradas y santas iglesias. Digamos que se ha denominado punto P. Lamentablemente su acceso directo solo es posible via anal, lo que evoca el espanto de la sodomia. Para los que deseen experimentarlo, habria otros medios de estimulacion sin abandonarse a esos penetrantes ejercicios. Pero esto no es el tema de estas divagaciones sobre el articulo en cuestion. Articulo mas alla del obstaculo masculino con el secreto de la eyaculacion femenina o « squirt ». Desgraciadamente muchas de las dichosas mujeres que tienen naturalmente esa capacidad pueden pensar haberse orinado al llegar al gozo maximo. Se trataria democraticamente de orinadas nocturnas. En realidad la eyaculacion femenina es similar a la del liquido prostatico masculino desde el punto de vista bioquimico y seria producido por las glandulas de Skene. Se han desarrollado técnicas de cirugia estética inyectando productos para agrandar esa superficie del mitico punto G.
Hagamos de lo complejo simplicidades : Tanto el orgasmo masculino como el femenino son cuestion de puntos…igual… dos puntos… Si la linea recta es la distancia mas corta entre dos puntos, el orgasmo es un paso doble.
Y PUNTO 🙂

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