La palabra, la lectura, las ideas

Olga Villalta | Política y sociedad / LA CONVERSA

Descubrir el mundo de las palabras es para un infante abrirse a la fantasía y la explicación de las preguntas que le asaltan en la medida que crece. Comprender esas palabras impresas, abre su mundo a la acumulación del conocimiento.

Visitar una feria en la que se exhiben libros, sean novedades o reediciones, es motivo de algarabía. Ver tanto libro me remonta a los años de mi niñez, en los que no tuve libros propios pero soñaba con tener una biblioteca cuando fuera adulta.

Cuando escribo estas notas, las hago con una sensación placentera, parecido a una “resaca” buena. Recorrer los pasillos de la FILGUA, escuchar las voces de mujeres poetas y escritoras de diferentes estratos sociales y origen étnico, que compartían con el público sus experiencias en el acercamiento a la lectura y escritura fue una experiencia enriquecedora. Hay que recordar que el acceso a la educación para las mujeres es un hecho reciente. El mandato patriarcal era que las niñas solo necesitaban aprender a cocinar y a cuidar niños. Los patriarcas siempre tienen miedo a que las mujeres dominen la palabra, el saber, las ideas.

Sus relatos me llevaron en el sueño nocturno hacia mi niñez. Vi mi imagen de niña de 6 años leyendo el libro de “Lectura y Escritura para tercer grado” propiedad de una de mis hermanas mayores. Arribé a la escuela antes de tener 7 años, que era la edad establecida en el sector público, porque en el kínder dos gemelos, hijos de riquillos del pueblo, se encargaban de hacerme la vida imposible, igual que lo hacían a otras niñas y niños. Ese hecho que podía considerarse un fracaso, permitió que uno de mis hermanos mayores me enseñara las primeras letras y números. Luego una maestra de la escuela cercana donde asistían mis hermanas, les sugirió que me invitaran a asistir de “oyente” pues así, algo aprendería. Aprendí mucho y al final del año salí con mi primer certificado de aprendizaje. Crecí con el comentario familiar de que iba “adelantada”.

Se me hizo fácil comprender la diferencia entre “lectura mecánica y lectura comprensiva” que enseñaban en aquel entonces. Tanto que a mi madre le gustaba que le leyera los pasajes del Vía crucis porque lo hacía con énfasis dramático.

Desde entonces me enamoré de las letras y de los libros. Ellos tenían los secretos que mi padre y madre no podían explicarme. Ellos me permitían volar y escapar del agobio de la vida cotidiana.

Cuando hace 28 años fundé una librería de la nada y me dediqué a buscar compradoras/es de libros para sobrevivir económicamente, fue de alguna manera cumplir con el sueño de compartir el amor por los libros y el conocimiento. Explicarle a un cliente el contenido de un libro, datos del autor y su importancia, era una vivencia cotidiana. No se trataba de vender cualquier libro, sino de procurar que en Guatemala tuviéramos acceso a análisis actualizados sobre economía, política, sociología y educación popular. Al final el proyecto fracasó en lo económico pero el saldo positivo fue contar con una buena biblioteca. Con el tiempo y por la reducción del espacio en donde habito, he tenido que donar los libros a bibliotecas universitarias u organizaciones que los pueden utilizar.

Anoche una de las escritoras decía que ella no compraba libros porque no le alcanzaba el dinero… y que lo que hacía era pedir prestado y prestar los suyos. Me pareció un mensaje contradictorio. Yo prefiero invertir en libros y no en cosméticos o ropa de marca.

Cuando promovía la venta de libros, más de una vez, me topé con catedráticos universitarios que me decían “si me regalas el libro, le digo a mis estudiantes que te compren”. Considero que los libros son herramientas teóricas que permiten alumbrar la realidad, descubrir ideas, compartir análisis y sacar nuestras propias síntesis aunadas a la praxis personal o comunitaria.

No podemos transformar la realidad si no la conocemos. Idea básica de la Teoría del conocimiento.

Así que, todavía estamos a tiempo, les invito a visitar la FILGUA. No se queje si encuentra algún problema organizativo, no es fácil este esfuerzo que se hace con grandes limitaciones.


Olga Villalta

Periodista por vocación. Activista en el movimiento de mujeres. Enamorada de la vida y de la conversación frente a frente, acompañada de un buen café.

La conversa

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