Camilo García Giraldo | Arte/cultura / REFLEXIONES
A la edad de 28 años, Platón, después de la muerte de su querido y admirado maestro Sócrates ocurrida en el año 399 a. C., renunció a su aspiración juvenil de ser un actor político de la escena ateniense porque consideró que los políticos que detentaban el poder habían cometido una gran injusticia contra este gran hombre. La decisión de sentenciarlo a muerte puso en evidencia para él que los dirigentes políticos de la ciudad renunciaron a la idea de justicia que debe siempre guiarlos. Por eso decidió ponerse en la tarea, que abarcó desde ese momento toda su vida, de contestar las preguntas que formuló Sócrates a sus interlocutores en los diálogos que sostuvo en las plazas públicas de Atenas escribiendo, o mejor, transcribiendo, en libros esos diálogos reales o imaginarios. Son diálogos escritos en los que no solo le rinde un gran homenaje convirtiéndolo en protagonista principal, sino también en los que da respuesta a esas preguntas que formuló su maestro como la de qué es la justicia, qué es el conocimiento, qué es la virtud, que es la belleza, qué es el amor, etcétera, apoyándolas en argumentos racionales y narraciones míticas.
Sin embargo, no renunció a su aspiración original-juvenil de intervenir o actuar en el terreno político. Por eso cuando Dionisos, el gobernante-tirano de la ciudad griega de Siracusa, situada en la actual Sicilia, le pidió ayuda y consejo para tomar las mejores decisiones no solo para gobernar a sus súbditos sino para enfrentar a los cartagineses con lo que se encontraban en guerra, Platón aceptó reunirse con él para hablarle, mejor, enseñarle lo que es la justicia, la virtud y el conocimiento. Pero como el tirano no tuvo en cuenta sus enseñanzas debido a su incapacidad de dominarse a sí mismo, Platón dejó la isla para regresar a Atenas. Infortunadamente el barco en el que viajaba fue asaltado por unos piratas que capturaron a sus tripulantes, entre ellos a Platón, y los vendieron como esclavos en la ciudad de Egina. Poco tiempo después, su amigo el filósofo Aníceris de Cirene lo reconoció en el mercado de esclavos y pagó su libertad.
Platón regresó a Atenas, donde compró unos terrenos en los jardines de la Academia a las afueras de la ciudad donde se consagró a la labor se seguir escribiendo sus diálogos, su obra filosófica, y enseñar sus conocimientos a los alumnos que llegaban a ella, entre ellos, Aristóteles. Pero 22 años después, el hijo de Dionisos, Dionisos II, llamado «el joven», quien había comenzado a gobernar Siracusa después de la muerte de su padre, le envía numerosas cartas pidiéndole que regresara a la ciudad para ser su consejero. Platón, afectado por el recuerdo del fracaso que tuvo en su primer viaje, siente temor de hacerlo. Sin embargo, lo vence y viaja de nuevo a Siracusa.

Una vez allí, Platón se percata que Dionisos II, al igual que su padre, tampoco está dispuesto o interesado en hacer suyos sus consejos y enseñanzas; es una persona más amiga de la riqueza que de la búsqueda de la verdad, de vivir el placer sensible más que buscar saber lo que es la justicia, de jugar y divertirse más que de aprender con seriedad y disciplina los conocimientos esenciales sobre sí mismo y el mundo. Decide, entonces, dejar la ciudad, no sin antes prometerle al tirano que regresará para que permita su partida.
Cinco años después, en el año 361 a. C., el tirano lo invita a volver de nuevo. Después de que Aristóteles y demás discípulos de la Academia le insisten que la acepte, decidir regresar. Y encuentra que Dionisos II había tomado contacto con hombres de toda clase de ingenios, y hacía gala de ideas que no eran suyas. Hecho que lo decepcionó porque a pesar de este aparente saber que exhibía su personalidad seguía siendo la misma: la de un ser carente de paciencia y de control de sí mismo, dominado por sus impulsos y pasiones sensibles. Para él, alguien que no sabe controlarse o gobernarse a sí mismo no sabe gobernar a los demás. Al no recibir, entonces, el reconocimiento del filósofo por su «aprendizaje intelectual»-pues para Platón no era suficiente que una persona aprendiera a saber algo esencial del mundo o de sí mismo sino era necesario también que aprendiera a ser de acuerdo a ese saber aprendido- se disgustó con él, lo despojó de sus pertenencias y ordenó su encarcelamiento.
Afortunadamente sus amigos poco tiempo después lo rescataron y regresó a Atenas para no volver más a esa ciudad en la que vivió y sufrió su único fracaso pedagógico. Fracaso que, sin embargo, no consideró con entera razón tal porque, como sentenciaría después, «La experiencia general de la inutilidad de los filósofos en este mundo equivale, en realidad, a una declaración de que el mundo está en quiebra, y no dice nada en contra de la propia filosofía». Es decir que el fracaso de la enseñanza del saber filosófico a algunos seres humanos, en especial a los gobernantes-tiranos, no significa que en general la enseñanza de la filosofía sea inútil, que no sirva para proporcionarles los conocimientos esenciales sobre el ser de sí mismos y de los entes del mundo que les den la posibilidad de ser verdaderos seres humanos, seres capaces de dominar sus pasiones e impulsos naturales de tal modo que sus opiniones, decisiones y actos obedezcan solo al contenido de ese saber fundamental aprendido. Aprender a ser de acuerdo al saber sobre lo que es uno mismo y el mundo es la enseñanza esencial e imprescindible que le da la filosofía a cada ser humano: la filosofía, el saber sobre el ser de los entes del mundo que le enseña a los hombres a SABER SER en la vida y en ese mundo.
Fotografía principal, busto de Platón, tomado de Wikipedia.
Camilo García Giraldo

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá en Colombia. Fue profesor universitario en varias universidades de Bogotá. En Suecia ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo. Además ha sido profesor de Literatura y Español en la Universidad Popular. Ha sido asesor del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA) en asuntos colombianos. Es colaborador habitual de varias revistas culturales y académicas colombianas y españolas, y de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Ha escrito 9 libros de ensayos y reflexiones sobre temas filosóficos y culturales y sobre ética y religión. Es miembro de la Asociación de Escritores Suecos.
Correo: camilobok@hotmail.com
Un Commentario
Más de dos milenios después, ese SABER SER que nunca aprendieron los Dionisos tampoco lo podría aprender el monstruo actual de la Casa Blanca.
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