La nueva cruzada (IV)

Mauricio José Chaulón Vélez | Política y sociedad / PENSAR CRÍTICO, SIEMPRE

En los albores de la I Guerra Mundial, Gran Bretaña y Francia definieron que el denominado Próximo Oriente era una región geoestratégica, la cual debía ser arrebatada del control del Imperio Otomano. Bajo este objetivo, activaron sus dispositivos de poder colonial y definieron dos mecanismos: uno, el envío de sus emisarios diplomáticos, militares y comerciales, para negociar un levantamiento árabe contra los turcos. El otro, apoyar a los sionistas de Inglaterra e Irlanda para negociar un Estado judío en Palestina.

David Lloyd George, ministro de hacienda del imperio británico, fue el funcionario de gobierno que se encargó de construir un plan que abarcase ambas estrategias. Redactó un documento a cuyo hilo conductor le denominó «El destino último de Palestina». La Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda lo aprobó y se sintió apoyada, al mismo que con vía libre para actuar.

Al iniciar la Gran Guerra en 1914, entraron a funcionar los pactos establecidos entre Francia, Rusia y Gran Bretaña de 1904 a 1907. Estos eran conocidos como la Entente Cordiale, por lo que en la guerra pasaron a llamarse la Triple Entente.

Estos tres aliados, buscaban detener el crecimiento del Imperio Alemán, las amplias posesiones del Imperio Austrohúngaro y al Imperio Otomano. Se trataba, entonces, de una competencia en los códigos de la joven modernidad capitalista.

Para el caso del llamado Oriente Medio, los británicos pretendían el control sobre Egipto, Jordania, Palestina e Iraq, y tener influencia en Persia. Los franceses pretendían el sureste de Turquía, Líbano y Siria, mientras que los rusos querían los Dardanelos y Constantinopla, en pleno corazón turco, y Armenia.

Todo este escenario implicaba el dominio estratégico sobre determinadas ciudades, las cuales constituían centros de poder político, simbólico, cultural y/o económico. Damasco, Bagdad, El Cairo, Istanbul y Jerusalén eran importantes para ello.

En 1915, en pleno desarrollo bélico, se establece el Acuerdo Sykes-Pikot, entre Inglaterra y Francia, para definir la nueva arquitectura geopolítica de la región. Esto, junto con los objetivos ya mencionados, incluía el saqueo de los bienes naturales, sobre todo en la necesidad de convertirlos en recursos militares y de contar con rutas y zonas de establecimiento de bases para las tropas, y de retiradas en caso de ser urgente.

A través del acuerdo Sykes-Pikot, se llevaron adelante las dos rutas definidas antes: el panislamismo y el sionismo. La primera, definía el apoyo a los grupos árabes sunnitas (musulmanes ortodoxos y conservadores, que conforman la mayoría en el mundo islámico) contra los turcos, por lo que enviaron emisarios como el coronel Lawrence, cuya figura fue mitificada en el personaje Lawrence de Arabia, para negociar el apoyo a los británicos, quienes a cambio prometían propiciar la construcción de una sola nación árabe cuyos centros fuesen la península arábiga, Egipto, Jordania y la Palestina Árabe. La negociación, por supuesto, incluía Jerusalén en su parte Este.

La segunda era prometer a los judíos sionistas de Inglaterra el acceso a «su tierra prometida». Esto significaba partir a Palestina en dos, y otorgarles a aquellos Jerusalén Oeste.

Todo lo anterior les permitía a los ingleses y franceses llevar adelante una política expansionista y clientelar en el denominado Medio Oriente, pero por razones meramente geopolíticas y de acumulación de riqueza y capitales. Sin embargo, primero, debían derrotar a los alemanes, a los austro-húngaros y a los turcos.

Mientras, los que más presionaban para que la promesa de Jerusalén fuese cumplida rápidamente eran los judíos sionistas, quienes conformaron grupos terroristas de presión, causando las primeras oleadas de terror y desestabilización en Siria Palestina, facilitadas por las estrategias franco-británicas.

Al terminar la I Guerra Mundial, el Imperio Otomano fue derrotado debido a su alianza con los alemanes. Esto marcó su final, constituyéndose la República de Turquía en 1923, bajo el liderazgo de Mustafá Kemal Atatürk, lo cual impidió que los intereses británicos y franceses se apoderasen del territorio central turco. No obstante, las posesiones otomanas fuera de las fronteras de la nueva república quedaron bajo control franco-británico, ya que Rusia había entrado en su proceso revolucionario y bajo la consigna de la construcción del socialismo renunció a cualquier intento de expansión imperialista.

Palestina quedó bajo dominio geopolítico inglés, mientras que Siria lo fue de Francia. Ambas potencias coloniales se constituyeron en el nuevo poder de Asia Menor, y con la India asegurada como colonia principal, Inglaterra mantenía intactas las fronteras que le conducían a negociar con la monarquía persa. En ese sentido, tenían una brasa caliente en las manos, debido a las diferencias étnico-culturales que ellos mismos habían potencializado, sobre todo en el campo religioso, para ganar relaciones clientelares con los árabes y así derrotar a los otomanos.

Ya no podían hacerse para atrás con lo prometido respecto a construir una nación árabe, pero tampoco podían dejar a los sionistas. Jerusalén era un punto de inflexión, por lo cual decidieron administrarla como Imperio Británico, y establecer como solución en aquel momento, el Mandato Británico sobre Palestina.


Mauricio José Chaulón Vélez

Historiador, antropólogo social, pensador crítico, comunista de pura cepa y caminante en la cultura popular.

Pensar crítico, siempre

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