-Enrique Castellanos / ENTRE LETRAS–
Al recuerdo lo avivan los ausentes, lo sé ahora al calor de las ausencias.
Cada quien regresa como quiere, como puede, quizá con otros sentimientos, otras vidas. Quizá nunca nos fuimos y tampoco regresamos. Quizá estuvimos siempre.
He vuelto tantas veces pero no como esta. Antes fue de otra manera, otra distancia, otro color, nunca crucé la calle como hoy. Nunca sentí el parque como hoy. Esta ciudad de tantas voces se me había vuelto de pronto la ciudad del silencio. Cuando nos fuimos sabíamos que si volvíamos no volveríamos nunca a la ciudad de antes, y así fue, de a poco las voces de adentro van reclamando su ventana, su pedazo de cielo, su tiempo, su campana. Siento que siempre se vuelve de a poco. Como tímido, como intentando, palpando, desvelando centímetros al suelo, a la tierra, a las noches y los días.
A esta calle y este parque, al cabo de los años volví. Convento de Belén al fondo, altas paredes blancas, jardines y sombras, viento de oriente a poniente, una pileta sin fuente, recuerdos, muchos…
Era agosto, habíamos ensayado toda la tarde en un salón que nos prestaban en el convento de Belén. Para tomar un respiro decidimos subir hasta el tercer nivel.
En la terraza el ambiente era relajante y el aire fresco. Desde lo alto hacia el oriente se veía al río Pensativo y la fachada-retablo de la ermita de la Santa Cruz, con su amarillo barroco resaltando sobre el frondoso verde del cerro. En el atrio de esa ermita esporádicamente presentaban obras de ballet y algún concierto de música clásica. Hacia el poniente, tejados de diversos rojos y al fondo los volcanes Acatenango y Fuego. Al sur, como siempre, el imponente volcán de Agua.
Ese día era el último de los ensayos previos a presentar la obra en el festival de teatro. Por un rato nos quedamos absortos viendo hacia los volcanes mientras en la grabadora sonaba Honesty de Billy Joel. Nos pusimos a cantar casi gritando:
Hooooonesty is such a lonely word, everyone is so untrue.
Hoooonesty is hardly ever heard, and mostly what I need from you.
No sabíamos muy bien el significado, pero cantábamos a diafragma abierto.
El director de la obra subió a dar las últimas indicaciones sobre vestuario y otro montón de cosas y nos despedimos con algo entre pecho y memoria. Bien sabíamos que no habría otro ensayo. La obra sería presentada el siguiente viernes y aquí concluía la jornada de ensayos.
Cuando salíamos de los ensayos, algunos en el grupo caminábamos por la calle del Hermano Pedro rumbo a San Francisco, luego la séptima calle hacia el poniente y un pedacito de segunda avenida hasta llegar al tanque de la Unión, donde tenía lugar una tertulia obligada. Allí, alternando el espacio entre lavaderos y columnas y frente a la enorme pared del convento de las Clarisas, cada quien divagaba o simplemente expresaba sus sueños de futuro. Esta noche era distinta, pronto ya no habría tertulia, ni calles acompañándonos, ni risas ni expectativas por el siguiente ensayo.
Con Regina siempre caminábamos juntos ese trayecto. Como mimetizados los pasos con las calles, cada quien sabía la piedra que venía en su andar. Casi dos meses del mismo recorrido nos había hecho conocer bien las banquetas y los balcones salidos. La gente que encontrábamos casi en los mismos puntos. Palomas, perros, gatos, gorriones. En fin, los entresijos de la ciudad colonial.
Una vez hablamos de la anatomía de las calles y los parques. Ella había decidido desde tiempo atrás estudiar Medicina. Le gustaba relacionar ciudades y cosas con las partes del organismo humano.
Me llamó mucho la atención de ella su anhelo por vivir, por el color de la tarde, por ver detenidamente el rostro de la gente que pasaba y reía siempre buscando la mirada del otro. Sus manos se movían como dibujando el viento sobre el horizonte de la pradera. Sus ojos avellanados rasgados como de tristeza de pueblo. Mientras no estuve en esta ciudad, había una calle encendida en alguna neurona que siempre me recordaba a ella.
La última vez que la vi fue la noche del teatro. Faltaba quizá una hora para el comienzo de la presentación y decidí subir a la terraza del convento. Ahí estaba ella. Relajada, sonrisa al viento con un papel en la mano. Por esos años no imaginaba lo que ocurría cuando uno se marcha, pero algo comenzaba a inquietarse en la garganta.
Cuando la obra terminó y vinieron aplausos y silbidos, sentí la emoción de haber concluido una etapa. Nos agarramos las manos y saludamos al público con la clásica inclinación hacia adelante. En el pasillo que comunica del escenario al camerino, sentí una mano en el hombro y al tiempo una voz que deslizaba palabras en mi espalda; ¡tengo que irme! entendí a medias. Algo significaba esa frase.
La perdí de vista por unos años, hasta que un tiempo después apareció en los periódicos su foto a página entera, la maquinaria del terror estatal buscaba a la estudiante de medicina dueña de la dulce sonrisa que siempre buscaba el rostro de la gente para sonreírle.
Enrique Castellanos

Educador popular, promotor del desarrollo. Voluntario de cambios estructurales y utopias.
10 Commentarios
En serio, imaginé casa cosa que narra. Sencillamente hermoso !!
En serio, imaginé cada cosa que narra. Sencillamente hermoso !!
Una diégesis donde se liberan sentimientos que sin obstáculo alguno nos transporta a un lugar de ensueño, pero en un tiempo donde ya se veía venir una cruda realidad.
Felicitaciones Luis Enrique.
aun paso todos los días por la ruta narrada, privilegio de la vida.
Maravillosa manera de expresar tu sentimiento literario lleno de amor e impregnado de recuerdos maravillosos que solo un ausente puede verse en ese espejo. Abrazos mi hermano Luisen.
Felucitaciones Luisen, siento Una nostalgia tan grande , que bonita narracion , me hizo recordar tantos lindos moments que vivimos en nuestra Bella Antigua. Gracias y adelante hermano. Anamara.
Felicidades Luis por hacernos caminar y disfrutar de nuevo , a nuestra amada Antigua , llena de tanto recuerdo q aun se respira sutilmente en el aire y q llevamos tatuada en el alma y corazon 😘🤗👏🏼👏🏼👏🏼
Felicitaciones mi hermanito,pues aunque no estuve allí,con tu narración me transportaste a lo que hoy es un solo y triste recuerdo,como si yo lo hubiese vivido esos momentos,sigue adelante Tqmmm 🙏❤️🙏
Narrativa y desahogo que también llevan al dulce recuerdo de la antañona ciudad de Santiago vista desde una hoja enrollada como cornocopia e imaginar que se está ahí sabiéndose que se está lejos de la misma. Saludos y felicitaciones Luisen
Conmovedora narración de una realidad que me imagino no deja de doler y de llamar a la tristeza… Un fuerte abrazo Jóven. Edwin Ortega
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