La muñeca de Vasilisa

Karen Denisse Peña | gAZeta joven / INSOMNES

Recordé, en estos días de la celebración del 10 de mayo, este cuento rumano, que es algo así como el antecedente de lo que conocemos como la Cenicienta, solo que con contenidos más primitivos, complejos y arquetípicos.

Quizá sea porque en el fondo me percibo a mí misma evolucionando no solo como madre sino como mujer. Pero también lo percibo a mi alrededor, con mujeres de distintas edades en distintas etapas de su ciclo vital.

No creo que una madre arquetípica se quede en el estatus permanente de un ideal, he visto como muchas mujeres de muchas edades sin proponérselo van evolucionando porque así tiene que ser, y entonces tienen que proponérselo, porque de lo contrario el ser de muchas mujeres puede enfermar o incluso hasta morir.

No les contaré el cuento, sino mi interpretación. Les dejo acá el vínculo por si les da curiosidad, Imaginaria.

Vasilisa es una adolescente que pierde a una madre buena que es un dechado de virtudes, pero que antes de morir le entrega una muñeca mágica. Esta niña vive en un ambiente que se va quedando sin calidez, fuerza y amor, debido a un padre ensimismado que se casa con una viuda con dos hijas, luego es puesta a prueba y es obligada por la traicionera madrastra a ir en busca del fuego, corriendo peligro de morir, pues obtenerlo significa conocer a Baba Yagá, una bruja que come humanos y que se comporta como un vikingo sin modales y que la hace pasar por toda clase de pruebas, las cuales Vasilisa supera gracias a la muñeca.

Para no alargarme, Vasilisa logra salir con vida de esas vicisitudes y pruebas y regresa con el fuego, un fuego que puede quemar y purificar, y que al final quema y transforma en entes inferiores a las malvadas hermanastras con todo y madrastra. Y colirín colorado.

Lo que me resuena del cuento es que el camino para hacerse mujer no es algo que pueda dirigirse solo pensando o solo dejándose llevar por los preceptos de la cultura y tampoco solo por las emociones. Hoy en día, las mujeres han logrado desempeñarse en muchos espacios que antes no y también en muchas experiencias que antes tampoco podían expresar.

Sin embargo, convertirse en mujer significa arquetípicamente pasar por muchas pruebas que pueden incluir pasar por la pérdida de las virtudes virginales para que, usando los instintos (la muñeca), se pueda decidir, correr riesgos y salir airosa al final.

Sin embargo para poder llegar a ser la mujer que lleva el fuego (el conocimiento, el oro que transforma y purifica), se debe conocer a la madre bruja, la que reina en el inframundo y en el devenir de todo lo que vive y lo que muere. Tiene que conocer su propia sombra y pasar por etapas en las que ella misma podría desconocerse o ser desconocida.

Sé que al sugerirlo muchas mujeres se van a identificar con el pasaje, por todas las historias piratas que al final lo que van haciendo es consolidar el conocimiento de lo que cada una puede llegar a ser. De allí que muchas jóvenes mujeres fantaseen o sueñen con historias «indecentes». Por ejemplo.

Lo que cada una puede llegar a ser, es lo que cada una debe hacer. Esto está bellamente simbolizado en las tareas que la bruja le pone a Vasilisa como trampa, y que ella resuelve gracias a su muñeca mágica o intuición.

Yo sé que puede parecer que no estoy homenajeando a la madre en esto, por lo menos a la que supuestamente se celebra el 10 de mayo. Pero todos los seres humanos tenemos más de una madre. Arquetípicamente hablando.

La madre también es el origen, el germen, la tierra, el hoyo negro del que nace una estrella y así como puede ser virtuosa, también puede ser estremecedoramente destructiva y caótica.

De allí deriva la importancia de que las mujeres no se piensen a sí mismas solo como buenas, pues tarde o temprano, se las verán con su sombra. Ese es el mensaje precioso del cuento, vérselas con la sombra es dar la vuelta completa al ciclo de convertirse en persona, en mujer.

El escenario tiene lo suyo con un padre debilitado y autoabsorbido que es como la pérdida de la vitalidad y el arrojo, simbólicamente. (El padre es el animus). La madrastra y hermanastras son la otra cara de la madre de Vasilisa. Mujeres agresivas, egoístas y perversas.

Ahora, a mis 53 años, pienso que para ser maternal hay que estar tranquilo y haber hecho las paces con muchas incógnitas y necesidades que llenan el camino de la vida. Lo intuyo cuando veo mujeres que son maltratadoras y que, convertidas en verdaderas fieras mitológicas, van construyendo un camino de pesar y muerte, porque también vienen de allí.

Ser madre ya no es la última frontera para muchas mujeres, pero ser maternal es una experiencia vital que es necesaria para complementar la propia identidad. Esto tanto en hombres como en mujeres, no es una cuestión de sexo o de género.


Imagen principal, Vasilia la hemosa en la choza de Baba Yagá de Ivan Bilibin, tomada de Wikimedia Commons.

Karen Denisse Peña

Soy médica y psiquiatra. Lo que más me identifica es mi oficio de terapeuta. Comulgo con la psicología profunda, el feminismo y cualquier disposición que sea y deje ser libre. Leo más que escribo, pero se llegó el momento de navegar a través de mi amor a las palabras.

Insomnes

Correo: nerak67@gmail.com

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